SOCIEDAD

Sobrevivir en el Humito

 Por Mariana Carbajal

Marta Gauna, la mamá de MFC, cobra un Plan Familia, de 300 pesos por mes. Además, recibe tickets por 30 pesos y un bono de 47 pesos, que el gobierno local le asignó por María de los Milagros, la hija de 7 años, a la que dos años atrás le diagnosticaron desnutrición. Lito Quiroga (foto) es su pareja y padre de siete de los ocho hijos que viven bajo el mismo techo en el barrio el Humito. En el patio de la casa hay cantidad de ropa colgada, recién lavada. Adentro, tres de las hijas más pequeñas miran una telenovela en la tele. Marta está en el hospital con MCF. La casa, de piso de tierra y techo de chapa, tiene dos dormitorios, donde se amucha la familia. A esa casa llegó el fin de semana un cura de la iglesia Guadalupe, que suele recorrer el barrio, para ofrecerle comestibles a Marta y aconsejarle que MCF siga adelante con el embarazo y luego dé en adopción a la criatura. “Yo no vendo a mi hija por mercadería. Yo recorrí cielo y tierra porque quiero justicia”, le espetó la madre y le devolvió los comestibles, contó Marta a este diario.

Quiroga también está indignado con la actitud del sacerdote. El es pescador y cartonero: como muchos en este barrio humilde, en las afueras del centro de Paraná, busca basura en el Volcadero Municipal, a pocas cuadras de su casa, donde la intendencia tira los residuos de la ciudad.

Es impresionante la vista del Volcadero, un gran basural a cielo abierto donde se mezclan los residuos patológicos con los desechos domiciliarios y decenas de vecinos revuelven en busca de la supervivencia. Como Lito, que va con su carro tirado por un caballo flacucho, que cambió por dos chanchos y un poco de plata. Día por medio lo llena de basura. Después la lleva al fondo de su casa y la clasifica: ya tiene hechos pilones de botellas de vidrio por un lado, de plástico por otro, cartones, diarios, aluminio. Las moscas pululan. El olor a basura se hace insoportable y el aire se enrarece con el humo de la quema de los mismos desechos que no sirven para vender, de ahí el nombre del barrio. El Humito se asienta en las barrancas de un arroyo repleto de basura.

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