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Domingo, 9 de diciembre de 2007

LA SITUACION DE LOS PRECIOS RELATIVOS DEL SECTOR FRENTE A LOS AÑOS ’90

¿De qué se queja el campo?

La política económica de tipo de cambio alto generó una elevada rentabilidad para el sector agropecuario, fortalecida por unaespectacular alza de los precios internacionales de las commodities.

 Por German Saller *

La política económica de tipo de cambio alto desde enero de 2002 generó una elevada rentabilidad para el sector agropecuario, que a su vez fue alimentada por el fuerte aumento en los precios internacionales de los bienes agrícolas. De acuerdo con un trabajo del Centro de Investigación en Economía Política y Comunicación (Ciepyc) realizado en junio de 2007, la rentabilidad del sector fue en promedio (2002-2006) un 40 por ciento superior a los últimos cuatro años de la convertibilidad. Incluso, debido al comportamiento de los precios de las commodities durante los dos primeros años de vigencia del nuevo esquema macroeconómico, los márgenes de ganancia del sector agrícola promediaron niveles 50 por ciento superiores que los de la convertibilidad, llegando a picos en donde superaron el 80 por ciento.

La descripción de los mayores márgenes representa un piso más que un techo en la rentabilidad del sector agrario. Porque este análisis no incluye aquellas ganancias de rentabilidad que como consecuencia de las mejoras en el rinde y/o reducción de los costos asociados a las nuevas tecnologías se puedan haber producido en los últimos diez años.

La actual perspectiva del productor agropecuario es mejor que la de la convertibilidad.

Desde la perspectiva de la política económica, no parece razonable que el tipo de cambio efectivo sea igual para todos los sectores. De hecho, en un mundo ideal, sin heterogeneidades, la política de tipo de cambio alto es similar a un subsidio para todos los sectores por igual. Pero no se puede ser neutral entre sectores desiguales, en particular en el caso de la soja y otros granos que perciben rentas asociadas al aumento de los precios internacionales o a la incorporación de paquetes tecnológicos generados o bien por la industria local o bien en otros países (maquinaria agrícola y semillas transgénicas, respectivamente). Por ello, el tipo de cambio debe ser administrado por el Estado y el incremento de las retenciones como medida correctora representa una decisión de política económica que permite retroalimentar el círculo virtuoso de crecimiento.

Incluso, desde la perspectiva del productor agropecuario es claro que su situación en términos temporales es mejor que la de la convertibilidad, al menos en sus últimos cuatro años (1998-2001).

Los representantes del sector, en lugar de cuestionar en forma cortoplacista un esquema de precios relativos que favorece la diversificación productiva, debieran preguntarse qué sería lo más conveniente para ellos: si un tipo de cambio bajo y sin retenciones o un tipo de cambio alto con retenciones.

La primera experiencia es la de los ‘90 con fuerte endeudamiento y pérdida de competitividad con reducción en el valor de las tierras. Por el contrario, el tipo de cambio administrado permite garantizar una mayor estabilidad en la rentabilidad, mayor competitividad de sus productos y una revalorización del precio de las tierras. El Estado, a través de las retenciones, absorbe lo que el sector no obtendría de no mediar una política de sostenimiento del tipo de cambio.

Una postura más inteligente del sector sería reclamar que el Estado invierta el resultado del aumento de las retenciones en el fortalecimiento de la infraestructura de ciencia y técnica, en el subsidio a cultivos y pequeños productores que hoy no se encuentran favorecidos por las condiciones altamente favorables. De esta manera se evitaría que el modelo de monocultivo de la soja se consolide con los impactos evidentes en los precios de los alimentos y en la concentración de la tierra.

* Investigador del Ciepyc-UNLP (www.ciepyc.unlp.edu.ar).

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La rentabilidad del sector fue en promedio (2002-2006) un 40 por ciento superior a los últimos cuatro años de la convertibilidad.

No se incluyen aquellas ganancias de rentabilidad como consecuencia de las mejoras en el rinde y/o reducción de los costos asociados a las nuevas tecnologías.

Qué sería lo más conveniente para los productores del campo: un tipo de cambio bajo y sin retenciones o un tipo de cambio alto con retenciones.

La primera experiencia es la de los ‘90 con fuerte endeudamiento y pérdida de competitividad con reducción en el valor de las tierras.

Una postura más inteligente del sector sería reclamar que el Estado invierta el resultado del aumento de las retenciones en el fortalecimiento de la infraestructura.

 
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