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Domingo, 31 de agosto de 2008

DEBATE POR EL PROCESO DE ALZA DE PRECIOS

Diagnóstico completo

 Por Alejandro Barrios *

En los últimos meses se ha incrementado el debate sobre la inflación. Ha habido argumentos sobre niveles y tendencias de los precios desde los conocidos de la ortodoxia y los menos de la heterodoxia, más todos los matices al interior de cada grupo. Si bien el debate se inicia en ámbitos académicos y políticos en los meses previos a la salida del ex ministro Roberto Lavagna, en las elecciones de octubre pasado la discusión pasó básicamente por otros temas: qué país se quería, qué estructura económica permitiría empezar a caminar hacia ese objetivo, qué instituciones garantizarían la integración de todos los argentinos en dicho modelo. Y la inflación fue un tema, si bien importante, no prioritario. Esto indica que la preocupación pública generalizada y el debate no tienen tanto tiempo, y además, que hoy no es un problema grave pero que sí hay que seguir trabajando para que no se acelere. Por supuesto que la inflación tiene fuertes connotaciones negativas.

A finales del 2006, desde el Fetyp ya se planteaba que las causas de los aumentos de algunos precios eran la estructura productiva, la inflación importada, y ahora también hay que agregar las expectativas. En cuanto al diagnóstico, la situación inflacionaria grave es en la que se verifican aumentos de precios generalizados y sostenidos en el tiempo. Esto no es el caso en la actualidad.

En cuanto a las políticas implementadas, discrepamos con las críticas que se le hacen desde la ortodoxia y desde cierta heterodoxia. En general se argumenta que la política antiinflacionaria fracasó. Esos críticos no aclaran qué habría pasado con los niveles de inflación sin los acuerdos de precios, sin los precios administrados de muchos servicios públicos, sin aumentos en la energía que consumen los domicilios. ¿Fracasó porque no es cero? ¿O fue efectiva porque de no haber intervenido sería el doble o el triple de la verificada? ¿O fue efectiva porque la mantiene acorde con los niveles de crecimiento, que sí es generalizado?

Como las críticas en este tema han sobrepasado al mundo neoliberal es necesario hacer algunas aclaraciones. La ortodoxia económica critica cualquier intervención del Estado, como quedó suficientemente claro en el conflicto con el sector patronal agropecuario. Como mucho aceptan una intervención en la macro y afirman que bajar el gasto público y aumentar la tasa de interés es el mejor remedio para frenar los aumentos de precios. Lo preocupante es que surjan desde la heterodoxia voces pidiendo, por un lado, ponerle un freno al aumento de la demanda, y por otro, terminar con la puja distributiva, ya que argumentan que esto es lo que ha estado acelerando la inflación.

Es más enriquecedor observar el panorama completo, y no sólo algunas variables sueltas. Para el caso, vale recordar ciertos aspectos deliberadamente omitidos en gran parte del debate:

a. los niveles de rentabilidad local de las empresas líderes superan en nivel –y no han disminuido en estos meses– a los normales de una economía con competencia capitalista. Con lo cual podrían no trasladar a precios las necesarias mejoras salariales.

b. Si bien los niveles de inversión han crecido en sectores que son importantes para el desarrollo productivo, no es tan así en los que producen satisfactores de necesidades primarias: verduras, frutas, legumbres, carnes, con lo cual sigue siendo válido el argumento sobre restricción de oferta en sectores que impactan en la canasta básica.

c. La economía tiene una oferta concentrada en sectores importantes, como los proveedores de insumos. Estos formadores de precios se han mostrado poco predispuestos a acordar una agenda que incluya la estabilidad de precios y el Estado se ha mostrado todavía poco efectivo para disciplinarlos.

d. Las soluciones deberían tener las siguientes restricciones: no puede aumentar el desempleo, no puede empeorar la distribución del ingreso y no puede bajar la oferta de bienes públicos esenciales.

Las soluciones técnicas y políticas deben legitimar a la democracia y con ella a “la política” como herramienta de transformación. Hablar de política antiinflacionaria en este sentido significa poner en discusión la distribución del ingreso.

* Economista del Fetyp.
www.fetyp.org.ar

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