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Domingo, 28 de febrero de 2016

GASTO PúBLICO, RECAUDACIóN, TASA DE INTERéS, DEVALUACIóN Y EL PRESUPUESTO

La economía vudú

El cambio en la gestión económica que el Gobierno se empecina en imponer se saldará con un incremento del déficit presupuestario o un recorte del gasto que provocará un aumento del desempleo.

 Por Bruno Susani *

Los gobiernos conducen la política económica accionando tres variables: la tasa interés, la tasa de cambio y el presupuesto; vale decir el gasto público y la recaudación impositiva. El impacto de un cambio sobre una de estas variables sobre el valor global de la producción, que determina el bienestar de los agentes económicos, en valores constantes, no es inmediata ya que necesita un tempo de maduración. En ciertos casos los agentes económicos productores y consumidores pueden anticipar el impacto y acelerar su madurez. Pero no es el caso de las dos variables que constituyen el presupuesto nacional. El gasto público se realiza en el año así como la disponibilidad de los recursos (los impuestos percibidos).

El ministro Alfonso Prat-Gay en la conferencia de prensa del 13 de enero pasado, en una sala poco concurrida, presentó los cambios en el presupuesto y proyecciones hasta el 2019. Como en las otras intervenciones sentenció entre descortés y presuntuoso que él era competente y sus predecesores inexpertos. Definió su programa con objetivos ambiciosos: un déficit del presupuesto primario de 0,3 por ciento en 2019 y una tasa de inflación de 3,5 por ciento en enero de 2019.

El ministro no habló ni de la tasa de interés ni de la tasa de cambio. Es el área reservada a Federico Sturzenegger, titular del Banco Central. Estas dos variables bailarán el tango endiablado de la bicicleta. Pero el incremento de las tasa de interés disminuye el acceso al crédito, y ya ha provocado una baja del consumo, que en Argentina es el motor del crecimiento.

El nuevo presupuesto está construido sobre la base de hipótesis heroicas para no decir insólitas. Prat-Gay estimó el crecimiento del PIB en por ciento en 2015 cuando los organismos internacionales lo sitúan en 1,5 y para 2016 retomó las previsiones de crecimiento de las agencias internacionales (0,7 por ciento según el Banco mundial, y 1,7 el FMI) y le agregó, de cosecha propia, 4,7 por ciento del crecimiento del PIB para 2017 y 2018. Es una lástima que, en casi una hora, no haya creído necesario explicar como llegará al 4,7 por ciento de crecimiento del PIB en 2017, ya que con una economía mundial que se acerca a la recesión, con Brasil ya empantanado en ella con una caída del PIB de 3,7 por ciento y China con una tasa de crecimiento al 6 por ciento anual hubiera entusiasmado a los expertos internacionales. Pero tomó sus recaudos ya que frente a una pregunta hizo una sutil distinción entre los objetivos proclamados y el programa a realizar.

Realizar una previsión sobre la evolución del PIB fundada sobre la “liberalización de las fuerzas productivas reprimidas” gracias a “la disminución de las regulaciones” es realmente osado. Esto es importante porque quienes hemos establecido presupuestos sabemos que el monto de los recursos es una función de la base impositiva y ésta depende del valor del producto global. La realidad es prosaica. Si no existe una política de sostén del mercado interno que motorice el crecimiento de la industria y los servicios, si se recorta el gasto público, y se admite que el sector agropecuari,o como lo hizo el ministro, no incrementara su producción a corto plazo la previsión parece muy exagerada e improbable.

El Gobierno ha decidido incrementar sus recursos aumentando los impuestos indirectos, los que no se ven pero se sienten. Es una venganza cuyas víctimas propiciatorias serán los pobres y sobre todo la clase media, dispendiosa, volátil. Los impuestos a la nafta y el gasoil, que representan más del 50 por ciento del precio al consumidor, se seguirán calculando como si el petróleo valiera 60 dólares el barril lo cual aprovecha el Estado y las compañías petroleras, y castiga a los consumidores. El rendimiento del IVA sobre el consumo de electricidad y el gas cuando se disminuyan los “subsidios” aumentará y será una fuente importante de ingresos nuevos que compensarán la disminución de las retenciones. Esto se llama la redistribución del ingreso al revés. El Estado resignó muchos ingresos, la baja de las retenciones, la baja de los impuesto a las importaciones automóviles y motos de alta gama. Descartó incrementar el Impuesto a las Ganancias de los sectores más acaudalados, como lo hizo Francia o el Presidente Barack Obama en Estados Unidos, que aumentaron las tasas marginales de impuesto de los más ricos.

La única disminución del gasto será la supresión de los subsidios a la electricidad, el gas y el transporte (5,2 por ciento del PIB). Prat-Gay sacó un as de la manga: el BCRA financiará al Estado con 160 mil millones de pesos de los cuales ya ha gastado un tercio con la baja de las retenciones.

El principal problema que se observa es que la baja tasa de crecimiento de la economía debido a la caída de los salarios reales, que ya se manifiesta, disminuye la base imponible y provocará una baja de la recaudación impositiva. El cambio doctrinario que el gobierno se empecina en imponer se saldará con un incremento del déficit presupuestario o un recorte del gasto que provocará un aumento del desempleo.

* Doctor en Ciencias Economicas Université de Paris. Autor de El Peronismo de Perón a Kirchner, Ed. de L’Harmattan, París 2014. Editado en castellano por Ed. de la Universidad de Lanús, 2015.

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Imagen: Rafael Yohai
 
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