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Jueves, 17 de mayo de 2012

TEATRO › LA DRAMATURGA URUGUAYA MARGARITA MUSTO Y SU PIEZA TEATRAL EN HONOR AL MéRITO

“Contraoperativo Cóndor de la cultura”

La obra, que hoy podrá verse en el C. C. Haroldo Conti, cumple una función explícitamente política: mantener vigente, sobre un escenario, lo que la Justicia uruguaya ignoró en su momento. Y dar cuenta del modo en que operó el terrorismo de Estado en el país vecino.

 Por María Daniela Yaccar

En la madrugada del 20 de mayo de 1976, cuatro cadáveres aparecieron en un auto estacionado en la Avenida Dellepiane. Eran de dos legisladores uruguayos –Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz– y de dos jóvenes del Movimiento de Liberación Nacional: Rosario Barredo y William Withelaw. Los cuatro habían llegado a Buenos Aires escapando de la dictadura de su país. Estos crímenes se sintieron en Uruguay como un punto de inflexión: a partir de ellos, se interpretó, sería posible cualquier cosa. En 1986, a dos años de la recuperación democrática, una comisión investigadora de la Cámara de Diputados del país vecino se encaminó a buscar a los culpables de las muertes de Michelini y Gutiérrez Ruiz. Una enfermera llamada Haydée Trías se presentó como testigo voluntario. Declaró haber escuchado a un capitán del Ejército, Pedro Matto, decir que él había sido quien “remató a Zelmar”, por orden del coronel Manuel Cordero. Las declaraciones de la enfermera, que tenían carácter de secretas, salieron publicadas en el diario El País, de Montevideo, junto con sus iniciales. La investigación se frenó.

El relato de la mujer, quien decía tener vínculos cercanos con los represores más feroces, habría quedado en el olvido si no fuera por el empecinamiento de una dramaturga uruguaya en reconstruirlo. Es que la Justicia no volvió a considerarlo. Conmocionada por lo que leyó de Trías en el diario el 19 de abril de 1986 e indignada por lo que entendió como un sabotaje a la investigación, Margarita Musto rastreó a la enfermera y tuvo con ella una serie de encuentros. Esas conversaciones se plasmaron en su primera obra teatral, En honor al mérito, que estrenó en Uruguay hace diez años. Esta semana se la pudo ver en el Teatro Sha y hoy subirá al escenario del Centro Cultural Haroldo Conti (Avenida del Libertador 8151, a las 21), con dirección de Sebastián Barrios.

En 2010, la fiscalía de Uruguay pidió una pena de 30 años de prisión para el dictador fallecido Juan María Bordaberry y para el ex canciller Juan Carlos Blanco –encarcelado desde 2006– por considerarlos autores intelectuales de los crímenes. Los materiales se desconocen. Musto aclara que su obra pone en juego nada más que una hipótesis al respecto. “No sé si lo que la enfermera dice es verdad. Pienso que sí, como mucha gente. Pero lo más importante es que fue una investigación saboteada. Si ella hubiera dicho que a Michelini lo abdujeron los extraterrestres, habría escrito la obra igual”, explica a Página/12. El teatro cumple aquí una función muy clara, explícitamente política: volver presente lo ausente, darle atención a lo que la Justicia ignoró. Precisamente en 1986, cuando aquella comisión empezaba a buscar a los responsables del balazo en la cabeza a Zelman –quien además de legislador era periodista–, la ley de caducidad puso fin a toda posibilidad de investigación sobre los delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura. En ese contexto nació En honor al mérito y ése fue uno de sus motores: “El que contamos es un episodio olvidado y emblemático de la traición de la democracia a las expectativas de la sociedad”, recalca Musto.

La autora llegó a Trías a través de un médico del Hospital de Clínicas, donde trabajaba la mujer. “Los encuentros con ella fueron apasionantes”, describe. Haydée le contó que conocía a un grupo de militares a través de su amiga Juliana, que era amante de uno de ellos, de Cordero. “Me iba dando un montón de datos sobre ese universo que no conocemos, el de los otros, el de los asesinos. De forma casi casual y coloquial me contaba cosas que indicaban casi el nacimiento de la Operación Cóndor.” La enfermera vivía con Juliana, a quien había adoptado de un instituto de menores. A los 14 años –siempre según el relato de Trías–, Juliana habría quedado embarazada de Cordero. “El la casó con un cabo y la relacionó con otros militares. Y ella empezó a trabajar para ellos. Los entretenía y en algunos casos operó como agente de información”, relata Musto. “La enfermera conoció este entorno a través de esta chiquilina y de Cordero.” Juliana terminó casada con Matto, el asesino de Zelmar, según Trías. La enfermera padeció varios atentados por sus declaraciones. Recibió “una paliza” por la que estuvo internada meses, en estado de coma.

Son las actitudes de estas dos mujeres y su involucramiento –voluntario en el caso de Juliana, involuntario en el caso de Haydée– con el tramo más sórdido de la historia latinoamericana, lo que Musto transformó en materia teatral. Una de ellas está decidida a beneficiarse de su vínculo con los represores, la otra la acompaña con desconfianza. “Desde la vida cotidiana de ambas, esta historia nos pone enfrente de forma desnuda cómo operó el terrorismo de Estado”, incluso las conexiones entre Uruguay y la Argentina, explica la dramaturga, a quien le gusta pensar su texto como un “contraoperativo Cóndor de la cultura”. Todos los personajes de la obra son reales. Además de Haydée (interpretada por Musto) y Juliana (Liliana García), el tercero es Matto (Rogelio Gracia). Y aunque no se hace carne, Cordero puede pensarse como un cuarto, ya que sobrevuela el texto permanentemente.

Triplemente premiada en su país, En honor al mérito se ubica en 1986, en el momento en que Trías se disponía a dar su testimonio. “La enfermera está aterrorizada porque tiene un montón de obstáculos: citaciones, llamadas anónimas y la persuasión de su amiga, que le pide que no lo haga”, explica Musto. La obra va y viene en el tiempo para retratar, también, cómo comienza la relación de las dos mujeres con los militares y cómo son los días previos y posteriores a los asesinatos. Esos fragmentos lejanos en el tiempo se representan como un desprendimiento de la memoria de Trías. “Por ejemplo, vemos a dos chicas que en el ’76 vuelven de un baile, de una fiestita llena de militares extranjeros”, detalla la autora. El vínculo entre estas dos amigas está hecho de tensión. “Se genera una rivalidad en relación con los machos y una disputa de poder. Se debate quién maneja el miedo y quién domina la relación”, describe.

La obra de Musto, escrita hace una década ante el dolor por la ley de caducidad –anulada en octubre pasado–, no ha perdido sentido. ¿Por qué? Porque se posa en interrogantes sin respuesta. Porque toma su nombre de la condecoración que, según la enfermera, le otorgaron al oficial que mató a Michelini. Y porque algunos de los represores involucrados en este crimen según esta versión están libres. Cordero, por ejemplo, está en la Argentina. “Cuando Juliana declaró, en 1986, dijo que no había visto a Matto nunca más. Ahora existe la posibilidad de cuestionar esas declaraciones, porque ella está casada con él”, agrega Musto, una mujer que en su adolescencia quedó atormentada al enterarse del hallazgo de cuatro muertos en un automóvil. Todavía lo está. Por eso plantea, a través del teatro, una verdad posible.

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La obra fue escrita una década atrás, ante el dolor por la ley de caducidad, anulada en octubre pasado.
 
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