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Domingo, 28 de mayo de 2006

TEATRO › PEPE CIBRIAN Y ANGEL MAHLER

“Hay que intentar que los clásicos sean interesantes”

Desde hace 25 años trabajan juntos y le pusieron su sello al género musical. Ahora están presentando un espectáculo para grandes y chicos: El Gato con botas.

 Por Oscar Ranzani

Uno es el rey del musical en nuestro país. El otro es un prestigioso músico, acompañante de lujo en la tarea que se impusieron: insertar en el gusto del público argentino contemporáneo la aceptación de este género teatral. Pepe Cibrián y Angel Mahler no necesitan de muchas presentaciones: vienen batallando juntos desde hace veinticinco años. A través de un estilo particular que les imprime sello propio a los musicales (Drácula, El jorobado de París, El fantasma de Canterville, Dorian Gray, Calígula y Las mil y una noches), decidieron pensar (después de El Ratón Pérez) en la audiencia infantil. O más bien en un espectáculo para grandes y chicos. Actualmente están presentando El Gato con botas, inspirado en el clásico de Charles Perrault (sábados y domingos a las 15 y a las 17 en el Teatro del Globo). Cibrián es autor y director general y la música y los arreglos pertenecen a Mahler.

“El Ratón Pérez simplemente es una anécdota que viven los chicos. El Gato con botas es un cuento muy breve y los cuentos de Perrault son espantosos, muy crueles y brutales”, sostiene Cibrian. “Entonces –agrega– tratando de generar sobre esto un musical mucho más cálido y que el personaje fuese mucho más festivo y más entrañable para la gente es que escribimos esta historia. Y lo que sentimos es que el chico se vuelve grande y el grande se vuelve chico viendo el espectáculo.” Mahler cuenta que después de El Ratón Pérez buscaron un personaje “que pudiese continuar con el formato de una figura fuerte. Desde ahí empezamos a leer la historia y vimos que tenía muchas posibilidades de hacerse en formato musical. Confié en nuestra manera de adaptarlo y hacer de este gato algo más querible para el público”.

–¿Hay diferencias a la hora de pensar un musical para grandes o para chicos?

Pepe Cibrián: –No. Yo lo escribo desde el adulto, no desde el chico. Porque siento que tengo un chico muy potente como tiene Angel y como usted lo tiene. Hay niños que tenemos los adultos que son monstruosos y hay gente que logra manejar a esos niños y que salgan amigables.

Angel Mahler: –El niño lúdico, que es el más recomendable, también es un estado recomendable para el adulto. Porque es cuando te conectás con una parte muy linda tuya.

–A la hora de elaborar la obra, ¿la piensan desde el aspecto visual, musical o hay un concepto abarcativo e integral?

P. C.: –Yo creo que es un total, sinceramente. Después de veinticinco años que vamos a cumplir con Angel somos, de alguna manera, uno. Pensamos en la escenografía, en el vestuario, en la puesta. Después, cada uno cubre ciertos roles más específicos, pero primero está cubierto por los dos.

–¿Por qué sigue teniendo tanta vigencia Perrault?

A. M.: –Porque las historias son muy atractivas...

P. C.: –Angel hablaba del niño lúdico y yo podría hablar también de un niño sádico. Entonces, sacamos nuestra parte lúdica y también sacamos nuestra parte sádica. ¿Vio cuando los chicos se cuentan cuentos de terror y apagan la luz y les da mucho miedo? La Bella Durmiente, Caperucita Roja son cuentos de dolor, de angustia. Son tristes.

A. M.: –Siento que hay un atractivo por lo que es el no saber, el más allá. Y esa parte de los niños también: la crueldad forma parte del mundo y del niño.

–¿Qué diferencias notan entre el público adulto y los chicos? ¿La audiencia infantil es más directa a la hora de manifestar el interés o el desinterés?

P. C.: –A mí siempre me habían dicho que el chico es más revoltoso. Eso me parece que pasa más en un chico de tres o cuatro años. Pero hoy en día de la misma manera como un adulto sigue siendo adolescente a los treinta años también un niño es adulto a los cinco. Es una paradoja.

A. M.: –Pero también tiene que ver con cómo se cuenta la historia. O al menos me da la sensación de que los chicos se enganchan mucho desde el principio y no estás permitiendo que se puedan distraer y hacer ruido. No estamos haciendo cosas facilistas. Todo está en pos de contar una historia y si te enganchás, no hay lugar para la distracción. Entonces, el chico se engancha y para el grande es fácil: visualmente lo que está viendo es hermoso.

–¿Cómo se logra estimular el gusto por los clásicos en la infancia?

P. C.: –Lamentablemente es algo que nuestra cultura va perdiendo. Refiriéndome a las clases de teatro, más allá de la infancia, el adulto que va a tomar clases cuando trabaja improvisaciones, en general, lo hace sobre Shakespeare, Chéjov, Molière. Pero es raro que hagan Lope de Vega, García Lorca, Tirso de Molina. Pareciera que los clásicos fueran los de otros y que nosotros no tuviéramos clásicos. En nuestra lengua tenemos grandes clásicos y profundamente comprometidos. Y con la gran diferencia de que es nuestra lengua, no hay que traducir. Pienso que tanto con el clásico como con el no clásico hoy debería intentarse que fueran interesantes. Y como se hacen no lo son. El teatro es muy aburrido.

–¿Por qué?

P. C.: –Porque, en general, el teatro es una cosa para gente grande, para un público no adolescente. Y desde nuestra experiencia –pareciera vanidoso pero no sabíamos que lo íbamos a vivir así– tenemos una gran afluencia de público joven desde Drácula en adelante. Algo tiene que ver con el interés. Hoy en día, aun al clásico, se le debe dar una vuelta. No hablo de cambiar el texto ni de ponerse un smoking para que parezca moderno, sino algo que genere interés como en la ópera, como los régisseurs que hacen puestas, que movilicen al público.

–¿Cómo se logra educar el oído de un chico?

A. M.: –Pienso que es una cuestión cultural, de acostumbrarse a escuchar cosas que sean interesantes. Hace muy poquito pensaba qué diferente sería el mundo si todos empezáramos el día escuchando tres minutos de Bach. Qué diferente sería todo. La gente aprende a valorar las cosas que tienen un contenido interesante y, sobre todo, una entrega importante en cuanto al autor. Lo que musicalmente se escucha tiene un mensaje y ese mensaje sigue siendo importante.

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Cibrián y Mahler, una sociedad que se tradujo en espectáculos como Drácula y El jorobado de París.
Imagen: Bernardino Avila
 
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