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Domingo, 24 de marzo de 2013

TEATRO › OPINION

Grandezas y limitaciones

 Por Pepe Cibrián Campoy *

En primer lugar hay aclarar que el término “comedia musical” es erróneo. El género es “teatro musical”, ya que éste puede ser un drama, melodrama, una extravagancia, o bien una comedia musical. Este no fue siempre todo cantado, ni mucho menos. En su inmensa mayoría son textos a los que se suman coreografías, climas y melodías. El motivo por el cual Drácula fue todo cantado se debió a que quienes eran protagonistas en ese momento no tenían la experiencia para encarar tan complejos textos y más en la inmensidad del Luna Park. Viendo la notoria diferencia que entonces existía a la hora de emitir e interpretar, le pedí a Angel que le pusiera música a toda la obra para protegerla y protegerlos, sin saber si el público aceptaría o no este formato. Lo aceptó. Y hoy ellos son estupendos actores. De allí en más, muchos de nuestros musicales fueron cantados. Pero este año vamos a hacer una nueva versión de Calígula, con Damián Iglesias, que cumple 30 años y será con textos y una maravillosa música de Angel.  

El musical evoluciona con Stephen Sondheim en Company y luego con Michael Bennet en A Chorus Line. ¿Por qué? Porque surge el musical conceptual. De la misma manera que sin Mina no hay Drácula, en estas dos da igual el conflicto de un personaje, porque lo que importa es el concepto. Por ejemplo, en A Chorus Line, dar una prueba para formar parte de un musical. Con Angel no sólo hemos hecho musicales basados en clásicos. Ni yo antes. Algunos ejemplos son Divas, Aquí no podemos hacerlo, 30 días, De aquí no me voy, Y al final otra vez. Sucede que, salvo Aquí..., las “clásicas” trascendieron más. Pero el hecho de usar un tema clásico o foráneo no hace al musical menos nacional. Si no Marco Antonio y Cleopatra, Hamlet en Dinamarca y Romeo y Julieta en Verona no serían ingleses. Ellas hablan sobre el conflicto del hombre universal y existencial (“Ser o no ser”), el amor, la pasión, como yo hablé sobre la belleza interior en El Jorobado..., y la obsesión, hoy tan generalizada, de mantener por todos los medios la juventud y belleza, en Dorian Gray. El musical ha avanzado mucho en lo técnico y también en lo artístico, ya que ahora todo intérprete debe estar entrenado en varias disciplinas. Pero hay pocos nuevos autores, ya que gana más un autor en una serie de televisión, en un capítulo, que en todo un año de una obra teatral. De allí que en el mundo se reponen permanentemente obras clásicas.

Tango Feroz, Por amor a Sandro, Eva, Tita, La Parca, Metamorfosis, Sádica son ejemplos de autores y producciones que se juegan por lo nacional. Y hay muchos otros que están investigando. Hay mucha gente formada en este género dentro de nuestras grandezas y limitaciones. Por eso no estoy de acuerdo con aquellos musicales importados que no permiten llevar el material a nuestra idiosincrasia y circunstancias, siendo réplicas exactas del original. El musical moviliza, trasgrede emociones. Es difícil, muy, pues hay que manejar la disciplina de la actuación (las canciones se actúan, luego se cantan), el cuerpo, y por último el canto. No lírico, necesariamente. Desafío a quienes menosprecian al teatro musical como “menor”, a los estudiosos, alumnos y maestros, de estilos naturalistas (grave error: el musical “es” naturalista y “es” teatro con mayúsculas, y no es diferente salvo en formas, no en fondos, ya que el método y los grandes maestros “son” fundamentales en el trabajo creativo del director) a que vengan a un ensayo mío o de otros y prueben a ver qué sucede cuando hay que hacer lo que hace un actor de musicales. No por nada en los premios Tony, en Broadway, y en los Oscar del teatro en todos sus géneros y estilos, el último premio es otorgado al mejor musical.

* Director de teatro.

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