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Lunes, 20 de mayo de 2013

TEATRO › CUATRO PRODUCTORES TEATRALES ANALIZAN LA ACTIVIDAD EN BUENOS AIRES

“Con la misma fórmula, podés tener éxitos y fracasos”

Carlos Rottemberg, Javier Faroni, Pablo Kompel y Sebastián Blutrach hablan sobre la dificultad de saber en qué invertir, su vínculo con el teatro independiente, las causas de la mala temporada de verano y la relación del teatro comercial con los subsidios.

 Por Paula Sabatés

La del teatro es una de las industrias más importantes de Buenos Aires. Basta con decir que hay más de 1000 estrenos por año sólo en Capital Federal para entender la importancia de esta actividad que se manifiesta de distintas formas y en distintos circuitos. Uno de ellos, quizás el de más relevancia mediática, es el comercial. Como muchas otras industrias, la de este tipo de teatro –que es aquel en el que interviene la figura de un productor, ausente en el teatro oficial e independiente– está constantemente regulada por el contexto económico del país. Pero también por el gusto de un público que es cambiante y cada vez más crítico. De ahí que la tarea de quienes deciden entrar en este mundo no sea nada fácil.

Los empresarios del teatro comercial –que está prácticamente circunscripto a la emblemática calle Corrientes– están nucleados en la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales, la Aadet, una organización “gremial, mutual y social”, tal como la definen sus socios. Tiene por objetivo brindar respuestas a los fuertes cambios culturales y tecnológicos que sufre la actividad y apoyar a aquel que desee involucrarse en ella, entre otras cuestiones (ver recuadro).

Con el objetivo de conocer el funcionamiento de esta industria que posiciona a Buenos Aires como una de las capitales culturales más importantes del mundo, Página/12 reunió a cuatro de los más prestigiosos empresarios teatrales, todos miembros de Aadet, para que cuenten sus experiencias. Así, Carlos Rottemberg, Javier Faroni, Pablo Kompel y Sebastián Blutrach hablan sobre su oficio y profesión: la dificultad de saber en qué invertir, su relación con el teatro independiente, las causas de la mala temporada teatral de verano y la relación del teatro comercial con los subsidios, entre otras cuestiones.

–Luego de tantos años de experiencia, ¿saben qué puede funcionar?

Carlos Rottemberg: –No. Es todo muy azaroso. Hace 38 años vendí mi primera entrada de teatro y ahora tengo más inseguridades que entonces sobre qué funciona y qué no. Es una profesión que se maneja a prueba y error. No hay un estudio de marketing que con certeza te diga en qué te conviene invertir. De hecho, con la misma fórmula un productor tiene éxitos y fracasos. Y no es que trabaje diferente, es simplemente que la magia y los condimentos que tiene un espectáculo en un caso funcionan y en otros no. Eso hace que los estrenos sean muy expectantes y te convierten en un jugador a la hora de apostar las fichas a un título, un elenco o un director.

Pablo Kompel: –Es mucho azar, no hay fórmulas. Pero de alguna forma la experiencia ayuda. Lo que no quiere decir que por tener más años en esto uno esté exento de sufrir fracasos, pero sí la experiencia ayuda a minimizar el impacto cuando las cosas no funcionan.

Sebastián Blutrach: –Yo con los años creo que es importante hacer obras que generen nichos de público, porque eso te garantiza que por lo menos cierto sector teatrero va a ir. Después si arrastra a otros grupos de público, buenísimo. Lo más difícil es hacer algo abierto, para todos. Pero creo que con la experiencia cada vez nos equivocamos menos.

–Y a la inversa, ¿han podido identificar algo que seguro no funciona?

Javier Faroni: –Es que eso tiene mucho que ver con el público, por eso hay que estar alerta y actualizado sobre lo que le gusta a la gente en determinado momento, que puede variar de temporada a temporada. Hace unos años, los actores reconocidos eran una garantía para hacer un éxito. Ponías a dos actores taquilleros y la gente iba. Pero hoy ni eso te asegura nada. Cambió mucho todo. Incluso hoy a veces funcionan cosas de actores que recién inician su carrera o que no son tan conocidos, pero que se juntan y hacen algo de calidad.

–¿Cuándo deciden que es un buen momento para bajar una obra de cartel?

C. R.: –Es el público el que determina esas cosas. Los empresarios no decidimos cuánto dura una obra. Lo hace la planilla diaria que indica cuánta gente fue al teatro y qué precio pagó. Como la matemática, esos son números que no podés manejar, por más que después salga el actor en televisión a decir que le está yendo bien.

J. V.: –Yo creo que uno sabe cuando algo es irremontable y que en ese caso uno debería bajar la obra lo más rápido posible por una cuestión económica y de energía. Claro que a veces no hay acuerdo entre todos los que componemos un espectáculo y para bajarla tenemos que ponernos de acuerdo. Cuando se da una situación de fracaso, yo siempre trato de cubrir al actor que es quien más expuesto está frente a eso.

–¿Por qué hay menos obras de autores nacionales en el teatro comercial?

S. B.: –Porque las obras extranjeras tienen mayor aceptación por parte del público, aunque no sean mejores que las nacionales. Lamentablemente, para hacer teatro nacional y que el público lo acepte hay que saltar una barrera. Al cine le pasa lo mismo. Es una lástima y no hay fundamentos porque, al igual que el extranjero, hay cine y teatro nacional malo y bueno. No siento que sea culpa de los productores. A nosotros nos llegan a las manos distintas obras y, si están buenas, las hacemos, incluso si son nacionales. Como el teatro es universal y globalizado podemos elegir entre obras de todo el mundo con lo cual es normal que no sea todo nacional. De todos modos, con la traducción y adaptación cualquier texto extranjero se vuelve un poco nacional.

C. R.: –Yo no estoy de acuerdo con que hay menos autores nacionales. A lo mejor no habrá tantas obras de texto, porque hay una falta real de títulos de autores nacionales. Pero andá a decirles a los Midachi o a Les Luthiers que no son argentinos. A Pepe Cibrián, a Martín Bossi, a Carmen Barbieri. ¿Cómo le explicás a Flavio Mendoza que Stravaganza no es un espectáculo nacional? ¿Y a Enrique Pinti y Antonio Gasalla? Encima son los títulos más exitosos de la calle Corrientes. Después, lo que se tome como dramático o no dramático y lo que le guste a cada uno es otro tema.

–¿Creen que hay que ser amante del teatro para poder triunfar en esta profesión?

C. R.: –Estoy convencido de que sí. Para estar en este negocio, tenés que ser más teatrista que empresario y a la vez más psicólogo que teatrista. Porque nuestra mercadería, por llamarla así, son seres humanos. Los paracaidistas de la profesión, esos que duran poco, fallan porque no entienden eso y lo toman como algo netamente comercial.

J. F.: –Te tiene que gustar el teatro, sin duda, porque esta profesión parece fácil y divertida pero tiene muchas horas de trabajo encima, y si no te gusta, se te hace difícil. No es un negocio en el que sea fácil entrar. Tenés que tener una gran frialdad para poder aceptar que inevitablemente alguna vez vas a perder.

–Y particularmente, ¿les gustan todas las obras que producen?

J. F.: –Para nada. Hago mucho teatro que no me gusta. Otros productores sé que no, pero yo trato de hacer el teatro que le gusta a la gente, no el que me gusta a mí, porque a mí en definitiva lo que me gusta es producir teatro. Después tengo mis gustos, pero es algo mío como espectador, no influye en la inversión. Por eso soy bastante amplio y puedo hacer una revista, un musical, una comedia o una obra dramática.

P. K.: –Hay géneros o cosas que yo no hago porque no me gustan y porque en definitiva cuando uno hace cosas que no le gustan rara vez le salen bien. Dentro de lo que produzco hay cosas que me gustan más o menos, claro, pero no produzco revista, por ejemplo, porque no sabría cómo hacerla, me saldría muy mal. No tiene que ver con un juicio de valor, sino que es una cuestión de dónde se para cada uno.

–¿Cuál es su relación con el teatro independiente?

J. F.: –Tengo mucho respeto por el teatro independiente. Valoro el trabajo que hacen, son los que viven el teatro más crudo. Lo que sí, no veo tanto teatro de ese circuito. Es una deuda que tengo. Decidí producir mucha cantidad y eso no me permite poder ver muchos espectáculos. Pero, más allá de eso creo que el circuito comercial se nutre del independiente, toma de él mucha gente que luego es baluarte de sus producciones. En lo que no creo es en los prejuicios que hay de ambos lados hacia el otro. Todo es arte.

P. K.: –Yo soy público del teatro independiente, me gusta, me parece una de las características mas vitales de la escena de Buenos Aires y una cantera de talento impresionante a nivel actores, directores y autores. Un lugar muy positivo para la vida teatral.

–Cuando se revisa lo que pasó del año se hace inevitable hablar de la temporada de verano. ¿Por qué creen que funcionó tan mal?

C. R.: –Hay que aclarar que funcionó mal en la costa atlántica. En Capital Federal el nivel de espectadores subió el 2% y en Carlos Paz el 1% con respecto al año pasado. Por eso no hay que hablar de que bajó el teatro, sino que bajó la costa en general. Particularmente, después de 38 años, sé medir cómo está la calle marplatense, los turnos de comida, el tránsito. Y este año hubo menos gente. Yo se lo atribuyo particularmente al clima, porque si fuera un problema económico no se explica lo que pasó en otras partes del país con la actividad. Pero si en octubre le decís a la gente que va a haber mal clima, la ciudad balnearia pincha. Y es lo que pasó.

J. F.: –Fueron muchas las variables para pensar lo que pudo haber ocurrido. Principalmente pasó que la gente fue menos días a Mar del Plata y tuvo menos noches para decidir qué hacer, y eso a nosotros nos mató. A la vez hubo mucha actividad gratuita y de bajo costo, estuvo el fútbol de verano, la Fragata Libertad. Un montón de variables que hicieron que la gente eligiera una opción de teatro y no dos o tres como otros años.

–¿No creen entonces que tuvo que ver con el precio de las entradas?

C. R.: –La entrada al teatro en Mar del Plata fue la plaza más barata en precio promedio per cápita comparado con Buenos Aires y Carlos Paz. No subió en relación con el año anterior.

J. F.: –No, porque aumentamos menos de lo que aumentó el costo de vida. El tema de que el teatro está caro está muy instalado y es difícil dar vuelta eso. Pero no considero que esa sea la razón principal. Porque de hecho a los espectáculos más baratos la gente tampoco fue y los que tuvieron más público fueron los más caros. Además, los precios de las entradas hace cinco años que no suben al ritmo que venían subiendo.

P. K.: –Estamos viviendo un proceso inflacionario y las entradas de teatro, como otros productos, suben porque suben los costos, los insumos, los sueldos de los personajes involucrados, los costos de la publicidad. Comparado con las necesidades más urgentes y básicas, el teatro es un bien secundario, lógicamente, pero comparado con muchas otras actividades creo que el precio de las entradas tiene su razón de ser.

–En medio de esta crisis del verano se habló de que el gobierno provincial, a través del Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires, que preside Jorge Telerman, otorgara subsidios a los espectáculos teatrales. ¿Por qué rechazaron masivamente esa propuesta?

C. R.: –En lo personal, no lo podría haber aceptado porque entiendo que el riesgo empresario no debe depender del Estado. Sobre todo cuando desde los años 50 hay una eximición de impuestos como contraprestación a que por ley los edificios teatrales no se puedan dedicar a otra cosa que no sea el teatro. Con las urgencias que sabemos que tiene la comunidad me parece que eso no estaba bien. No se puede ser capitalista para el éxito y socialista para el fracaso.

S. B.: –Sí me parece maravilloso que haya iniciativas para apoyar al teatro independiente, a grupos, salas y espacios a los que les cuesta mucho mantenerse. En ese caso cualquier iniciativa puede ser buena.

–¿Creen que la actividad teatral, por lo menos la comercial, puede crecer más o ya llegó a su techo?

P. K.: –Como todo, es un mercado que se maneja de acuerdo al contexto. Creo que puede crecer en tanto y en cuanto crezca la economía del país. Y también en cuanto nos preocupemos todos por renovar al público, por generar la buena costumbre de ir al teatro. Además el crecimiento o decrecimiento no sólo está ligado a lo que podamos hacer quienes trabajamos de esto, sino que también depende de los estándares de educación y formación del país. Si eso funciona bien, entonces probablemente el teatro ande bien.

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