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Lunes, 5 de enero de 2015

TEATRO › ENTREVISTA A ADHEMAR BIANCHI, RICARDO TALENTO Y EDITH SCHER

“El teatro comunitario se legitimó a fuerza de construir”

Los responsables del Grupo de Teatro Catalinas Sur, el Circuito Cultural Barracas y Matemurga celebran la sanción de la Ley de Promoción del Teatro Comunitario, lograda a fines de 2014 en la Legislatura porteña. “Es un logro histórico”, afirman.

 Por Candela Gomes Diez

Aun en tiempos de sociedades atomizadas e individualismos exaltados, las comunidades crean y reinventan espacios de organización y resistencia a través de iniciativas novedosas que invitan a transitar otros caminos posibles. Uno de ellos es el del teatro comunitario, que ya lleva 31 años aportando su sello identitario a la cultura nacional. El director teatral uruguayo Adhemar Bianchi fue quien se lanzó a dar los primeros pasos en 1983, y así formó el Grupo de Teatro Catalinas Sur, pionero del género. Más tarde, en 1996, apareció en escena un segundo colectivo: Circuito Cultural Barracas, dirigido por Ricardo Talento, que siguió los pasos de su antecesor para apostar al arte como herramienta política transformadora. Así, la necesidad de fortalecer el entramado social, debilitado por los sucesivos embates políticos y económicos, hizo que la experiencia se consolidara y en tiempos de la crisis de 2001 surgieron otros grupos como el de Matemurga, encabezado por Edith Scher, y que echó raíces en Villa Crespo a partir de la convocatoria que hiciera su mentora a través del programa de radio Mate amargo, en 2002.

El pasado 11 de diciembre –y luego de tanto andar, legitimado por la calidad y el compromiso de la experiencia–, la actividad fue finalmente reconocida por la Legislatura porteña, que sancionó la Ley de Promoción del Teatro Comunitario (ver recuadro). Votada por unanimidad, la normativa introduce modificaciones en la Ley No 156 de Proteatro (El Instituto para la Protección y Fomento de la Actividad Teatral No Oficial de la Ciudad de Buenos Aires), y “tiene por objeto la protección, promoción y difusión del Teatro Comunitario en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”, al tiempo que aborda la disciplina en su especificidad como “teatro realizado por vecinos y para vecinos, cuya integración al grupo se mantiene abierta a la comunidad y no persigue finalidad de lucro”.

El acontecimiento inédito trasciende su sentido jurídico e instala un cambio simbólico que promete abrir al mismo tiempo un horizonte de posibilidades a otros proyectos similares. Desde ahora, los grupos de teatro comunitario contarán con el apoyo económico del Estado, fundamental para garantizar la continuidad de su actividad, y sobre todo con el reconocimiento que valoriza su trabajo en el campo de la cultura. “Esta ley implica un avance que ha tenido el teatro comunitario sobre la vida cultural del país, porque éste es una necesidad. Nada crece si la sociedad no lo necesita”, sostiene al respecto Bianchi.

El espíritu de la ley contempla las particularidades que convierten al teatro realizado en el interior de la comunidad en un evento singular. “La comunidad volvió a darle sentido a la ceremonia profundamente humana que es el teatro. El teatro comunitario está en sintonía con lo que le pasa a la comunidad, y por eso tanto los grupos que lo hacen, como el público que asiste a los espectáculos, son numerosos. La actividad religa continuamente lazos sociales que se han roto de mil maneras, a la vez que apunta al futuro y visualiza que la identidad es una construcción de todos los días”, advierte Talento, y en este sentido su colega Bianchi destaca también que una de las virtudes del género es que “refleja el momento histórico y político que se está viviendo”. “Es una elección estética, cultural y, por lo tanto, ideológica que hemos tenido, porque creemos en la necesidad política de resanar lo social y de volver a hablar del ‘nosotros’”, agrega. La ley, que sin dudas marca un camino y un “faro” para el desarrollo de estas propuestas, es producto, como subrayan ambos directores junto con Scher, de “un proyecto colectivo”.

–¿Cómo surgió la propuesta que dio lugar a la ley?

Edith Scher: En 2012, a partir de la iniciativa de Orlando Santos, un compañero del grupo de teatro El Epico de Floresta, le acercamos a la diputada Gabriela Alegre (Frente para la Victoria) nuestras necesidades. Ella había decidido reconocer a los grupos de teatro comunitario que cumplíamos diez años y a partir de ese momento se inició una serie de conversaciones. A los pocos meses se hizo un proyecto de ley, que contenía todas las necesidades que le habíamos planteado, y estuvo mucho tiempo dando vueltas hasta que en diciembre del año pasado se dio la posibilidad de tratarlo, con alguna modificación, en el marco de Proteatro, y se aprobó por unanimidad. Para nosotros es un logro histórico, más allá de lo que haya que pelear aún por el reconocimiento, porque que el teatro comunitario tenga una ley que lo fomente en la Ciudad de Buenos Aires es un hecho sin precedentes y que puede generar consecuencias en otros lados.

Ricardo Talento: El teatro comunitario, como se da en la Argentina, nació con características propias de la Ciudad de Buenos Aires: urbano, con sectores medios y con distintas clases sociales juntas. Lo loco es que la ciudad tardó 31 años en darse cuenta de estas singularidades. Les hemos preguntado a casi todos los gobiernos por qué no estábamos en sus publicidades. Este es un tema más profundo, que no tiene que ver con las particularidades ideológicas. En el fondo, siento que desconfían de las construcciones comunitarias.

–¿Por qué cree que desconfían?

R. T.: Porque son construcciones que no pueden digitar, que no manejan. A veces, ante construcciones comunitarias exitosas, los gobiernos arman un organismo para imitar lo que esa comunidad hizo bien, en lugar de apoyarla. Esta ley quizás apunta a esto último, por primera vez. Esto tiene que ver con nuestra construcción política; en algún lado desconfiamos de las construcciones que no podemos intervenir, e incluso cuando se llega a apoyarlas es para tener intervención y no por lo que hacen. Nosotros siempre estamos poniéndonos trajes ajenos. Si necesitás un subsidio, te disfrazás de teatro independiente, porque éste sí está dentro de la normativa.

E. S.: La ley fue un proyecto nuestro, por eso tiene su valor. Pudimos decir qué necesitábamos y aparecieron los rasgos específicos del teatro comunitario. Nosotros no podemos pensar nuestra realidad económica como la piensa el teatro independiente, y mucho menos como la piensa el teatro comercial, y está bueno que se hayan contemplado estas particularidades.

Adhemar Bianchi: Lo más gracioso de todo es que el reconocimiento de lo que es el teatro comunitario en la Argentina ha sido más fuerte en el exterior que acá mismo porque, como fenómeno cultural, de afuera se estudia de otra forma. Todos los grupos de teatro hemos tenido becarios, y se han hecho múltiples tesis y trabajos. Por otro lado, hay algo más fuerte, desde lo cultural, que es el prejuicio culturoso de lo popular. Por todo esto es muy importante que alguien haya tomado nuestra propuesta.

E. S.: El teatro comunitario ha crecido pero además se ha legitimado durante los últimos años, a fuerza de construir. Ahora hay muchos más grupos, empieza a existir un entramado muy fuerte e innegable y esto empieza a hacer peso. Quiero destacar, más allá de la iniciativa nuestra, la comprensión de la diputada Alegre, que fue más amplia y no desde ese prejuicio culturoso del que habla Adhemar.

–Ese prejuicio es el que subestima cualquier expresión popular...

A. B.: El mundo culturoso no nos veía, y cuando empezó a vernos se dieron cuenta de que no éramos “una fiesta de fin de curso de la escuela”. El teatro comunitario no es imitación del teatro, como eran los viejos teatros amateur, sino que es una intencionalidad que cuida muchísimo la calidad.

R. T.: Nosotros hacemos lo mejor que podemos hacer. Hay quienes salen de ver un espectáculo nuestro y nos dicen: “Qué genial. Tendrían que estar en la calle Corrientes”. Y no, no queremos estar ahí, estamos en Barracas, orgullosos de emitir señales desde este territorio, y es justamente por eso que la sala se llena y viene gente de todos lados a un lugar que de otra manera no vendría. La gente viene porque recibe esas señales, y además porque las necesita.

A. B.: Este teatro sirve también como prenda de unidad en los barrios. Los grupos tenemos vinculaciones con otras organizaciones, con las escuelas, con los clubes. En los barrios populares, que se atomizaron mucho a partir de lo que ocurrió en la dictadura, hablar del “nosotros” comienza a ser una necesidad. Tenemos un reconocimiento importante en el territorio y eso es un orgullo.

E. S.: Todo este trabajo implica un sostén económico que parece invisible, pero que es necesario y, en este sentido, que desde la ley se empiece a pensar en fomentar la actividad es muy importante, porque ésta no se sostiene de la nada.

A. B.: Además, a nadie se le ocurriría hacer un hospital comunitario sin médicos, que son profesionales. Quienes coordinamos, formamos y dirigimos estos grupos también somos profesionales. Hacemos esto porque elegimos hacerlo y creemos en ello. Reconocer la necesidad del teatro comunitario es reconocer que hay todo un mundo profesional de gente que ha elegido esto.

–Otro valor importante parecería ser la conciencia política, porque, a diferencia de otras experiencias artísticas, el teatro comunitario se asume como proyecto colectivo transformador.

E. S.: Desarrollar la creatividad en la comunidad es algo profundamente político, porque queremos cambiar un estado de cosas para mejor.

R. T.: En este momento se está discutiendo una Ley Federal de las Culturas, y desde nuestro lugar aportamos esta construcción política que somos con conceptos novedosos, como el derecho esencial del ciudadano a desarrollar su capacidad creativa, que es en definitiva el eje de quienes hacemos teatro comunitario.

A. B.: Nosotros también tenemos otro mandato, que es influir en las políticas públicas, y lo hemos hecho. La ley se reconoció porque alguien prestó atención.

–¿Qué cambia la sanción de esta ley en el desarrollo de la actividad?

A. B.: El cambio más importante es simbólico e implica la percepción de la necesidad de volver a una cultura colectiva. A futuro, además, también la ley funcionará como promoción para los grupos que se vayan formando.

R. T.: La ley va a funcionar como incentivo. En la ciudad somos once grupos, y somos pocos. Debería haber, por lo menos, un grupo por barrio.

–La ley se aplicará en la Ciudad de Buenos Aires. ¿Qué ocurre en el resto del país?

A. B.: En otras provincias y municipios no existen leyes, pero sí existen otro tipo de apoyos y reglamentaciones. Pienso que cuando se sancione la Ley Federal de las Culturas ésta será una ley marco que posiblemente permitirá que todas estas expresiones tengan su lugar.

E. S.: A partir de la sanción de esta ley en la ciudad, también existirá la posibilidad de llevar el proyecto hacia otros lados.

R. T.: Nosotros estamos en una red latinoamericana de teatro en comunidad cuyos países celebran el reconocimiento que se dio en Buenos Aires, y esto posiblemente les permita emular la experiencia.

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La Caravana, espectáculo de Matemurga, y Venimos de muy lejos, un clásico del Grupo Catalinas Sur.
 
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