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Miércoles, 22 de julio de 2015

TEATRO › ANDY KUSNETZOFF PRESENTA HAPPYHOUR EN LA SALA SIRANUSH

“Este salto a la actuación forma parte de una búsqueda”

Mientras sigue con Perros de la calle y el flamante Sólo por hoy (ambos por Metro), el conductor se anima a las tablas con una obra en la que transita con reflexiones, diálogos y tragos una suerte de camino hacia la felicidad desde el humor, las neurociencias y la música.

 Por Emanuel Respighi

Las canas de su (escaso) cabello no denotan el paso del tiempo. En su caso, más bien, parecen ser un sello que lo acompaña desde su adolescencia. Tampoco ese look urbano, de jeans y zapatillas de lona a tono, casi adolescente, lo sitúa en una edad determinada. Nada de su imagen, en definitiva, ofrece pistas claras sobre los años que transita. De hecho, en su aspecto no parece haber diferencias entre aquel Andy Kusnetzoff que irrumpió en la pantalla inaugurando la categoría de notero zarpado en CQC durante los ’90 y éste que a los 44 años parece haber dejado atrás la era de la boludez. “Estoy parado en medio de la vida”, dice, consciente de que la madurez no se manifiesta desde una determinada forma de vestir. El periodista y conductor, en todo caso, expresa el particular momento de su vida buscando nuevos rumbos, animándose a dar el salto hacia el escenario. En su caso, el de la Sala Siranush, donde acaba de estrenar Happyhour (viernes y sábados a las 21), una obra en la que transita con reflexiones, diálogos y tragos una suerte de camino hacia la felicidad desde el humor, las neurociencias y la música, en la dulce voz de Hilda Lizarazu.

Productor, notero y conductor de TV y radio, el periodista deja de ocultarse detrás de un micrófono para exponerse frente a un auditorio arriba del escenario. Oficiando de barman, el tipo que saltó a la fama por su ingenio y picardía a la hora de abordar a líderes políticos como Fidel Castro y Bill Clinton, ahora prueba nuevas experiencias en teatro con Happyhour. “Es una obra difícil de explicar”, le dice a Página/12 el conductor de Perros de la calle (lunes a viernes de 10 a 14, por Radio Metro). “Me gusta pensarla como una experiencia teatral, donde se cruzan distintas historias y hay algo de neouriciencias dando vuelta mientras hablamos de la búsqueda de la felicidad. La idea es que la gente venga, se tome algo y pase un buen rato mientras todos reflexionamos sobre la felicidad”, agrega. Pero, fiel a su estilo, aclara de inmediato: “Ojo, hablar de felicidad no te convierte en un ser feliz, ¿eh?”.

–¿Por qué decidió ahora subirse al escenario si podría “hacer la plancha” en la radio?

–Siempre fui de salir de los lugares a los que me había costado llegar. Primero fui productor, después notero, más tarde tuve la suerte de conducir, pude hacer radio, primero en AM y después en FM, y hasta me animé a actuar en distintos programas como Graduados y Viudas e hijos del rock and roll. Me gusta sacarme las ganas de hacer cosas que me interesan. En la obra hablo un poco de buscar “la felicidad”, de ir probando cosas. Entonces, por qué no probar subirme al escenario. Puede no funcionar, pero seguro voy a sacar algo positivo. Si es un éxito o no, es otro tema. Desde hace un tiempo acuño la idea de que todo lo que hago no tiene como resultado el “éxito” o el fracaso: o es un “éxito” o es un “aprendizaje”. Lo que sea es un aprendizaje.

–Una filosofía que, imagino, no la habrá tenido siempre.

–Antes me preocupaba mucho más por el resultado. Antes era mucho más exitista. La escuela Cuatro Cabezas es heavy. La binomia Tinelli-Pergolini también fue muy competitiva. Irme de Cuatro Cabezas, hace ya 14 años, y comenzar en la radio, me sirvió para encontrar mi identidad, mi historia y mi personalidad. Mi propio sello lo plasmé en los últimos años. Como notero, uno muestra sólo una parte. El tipo de notero que hacía tenía cierto estilo mío, mi personalidad, pero yo tampoco conocía todo lo que podía hacer. Sólo conocía eso. La radio me ayudó a conocerme, a crecer, a que salieran otras cosas. Entre ellas, la de seguir explorando. Si no me hubiera animado a hacer radio, no sería quien soy hoy: me hubiera quedado en lo otro. El salto a la actuación también forma parte de esa búsqueda: probé con Graduados, me divertí, y después seguí con Viudas... Fueron participaciones especiales y ahora me animé a este espectáculo, que es una mezcla de actuación y de hablar con la gente, que más me gusta.

–La necesidad de buscar otro ámbitos, ¿es personal o profesional?

–Creo que se vinculan. No puedo disociar lo personal con lo profesional. Me gusta reinventarme. A mí me sirvió. Tengo una manera de ser, una naturaleza, pero quiero expandir todo el tiempo mis horizontes. No me quedé en la fácil, que era ser notero, un rol que me encanta. O estaría sólo en la radio, que a esta altura ya es mi espacio.

–De cualquier manera, este año empezó también con un programa nocturno, Sólo por hoy (lunes a las 21, por Radio Metro), en el que parece hacer lo que quiere.

–Es un programa que me encanta. Empecé a hacerlo por el puro placer de hacer radio. No tengo ningún otro interés. Es un gusto radial en el que hago lo quiero. El otro día me di el gusto de juntar a (Alejandro) Dolina y (Gabriel) Rolón...

–Correrse de la presión mediática.

–No es casualidad que todo esto surja después de los 40. Si no arriesgo ahora, ¿cuándo? ¿De qué me sirve quedarme en la cómoda? ¿Para mantener qué? ¿Mi ego? No juzgo a nadie, cada uno hace lo que quiere: a mí me pinta tomar nuevos caminos. Hay quienes optan por quedarse siempre en el mismo lugar y está bien que lo hagan si es lo que sienten.

–Lo que pasa es que trabaja en un medio que no sólo etiqueta sino al que además le cuesta romper con las fórmulas probadas.

–La mejor forma de salir de la “fórmula probada” es probando. Ojo que para encontrar mi identidad me comí un par de piñas. Y es lógico. La vida es prueba y error. Argentinos somos como somos o Argentinos por su nombre fueron programas en los que crecí un montón. La manera de relacionarme con la realidad cambió después de esos cuatro años de Argentinos...

–¿Dejó de ser un cronista canchero de la realidad para empezar a asumir su rol de comunicador desde una postura más social?

–Fue una evolución. Durante años cubrí como notero toda la cosa frívola de Hollywood o la política desde la ironía y la humorada. Tuvo que ver con los momentos personales y con la coyuntura de país. En el menemismo cubrí mucha campaña en CQC y lo hacía por un estilo y porque era lo que había. Llegó la Alianza y eso se cortó. La crisis de 2001 nos llevó a quienes trabajábamos con la realidad a posar nuestra mirada en otros lugares, en los márgenes de una sociedad devastada. Me gusta la calle e involucrarme con la realidad. No me gustan los periodistas de escritorio. Tampoco los políticos que hablan de la pobreza y nunca pisaron una villa. La realidad en primera mano es muy diferente de la mediatizada. Hablar con la gente, sin que nadie me lo cuente, es la mejor manera de conocer la realidad. No necesito que me lo cuente ni un político ni un dato oficial ni de un medio opositor. Mi manera de hacer periodismo es vincularme directamente con la gente.

–¿Una conciencia que tomó con posterioridad a su explosión mediática?

–El periodismo despertó mi conciencia. Y en los últimos años tengo la necesidad de ayudar a los demás. La Argentina es la que se conoce caminando, no la realidad que vivo yo desde un estudio de radio o TV. Por eso desde hace años organizo las misiones solidarias de radio Metro y pude llevar adelante Extreme makeover, que nos permitió construirle casas a gente que necesitaba. Ese tipo de programas son los que haría en la tele.

–¿Eso quiere decir que en TV no volvería a hacer cualquier tipo de programa?

–No estoy convencido de hacer tele. Me interesa hacer tele siempre que el programa pueda aportar algo, que deje algo. No tengo ganas de hacer un programa en el que tiramos un tema para debatir y listo.

–¿No tiene necesidad de “estar en la tele”?

–No, ninguna. Nunca me gustó exponerme fuera del laburo. Nunca me interesó exponer mi vida. Uso Twitter por trabajo u opinar sobre algo. Tengo un Instagram cerrado a gente que conozco. No me interesa tener más exposición. Siento que, con lo que tengo, estoy muy expuesto. A mí me cuesta subirme a un escenario. Soy bastante tímido, me cuesta tener la atención. Esta obra es un gran desa- fío.

–¿Hay algo de terapéutico en la obra?

–En la radio muestro algunas cosas de mi vida, pero la exposición de la imagen televisiva es tremenda. En el teatro habrá que bancar la mirada de quienes vienen a verme. Sobre un escenario uno siente las miradas. No cuento mi vida arriba del escenario, hay un personaje que cuenta cosas en medio de una puesta teatral. De hecho, no quería hacer un show de stand up.

–¿Por qué?

–No siento que sea lo mío. A mí me gusta interactuar. No siento que esté capacitado para hacer stand up, ni que disfrutaría hacerlo ni que me gustaría ir a ver un show de un tipo sólo sobre el escenario durante hora y media. Sólo puedo ver el de (Sebastián) Wainraich, porque además de tener experiencia, construye personajes. Este es un show más teatral. Es muy visual y tiene el aporte de Hilda Lizarazu cantando, que está muy bueno.

–La obra habla de “buscar la felicidad”. ¿Algo que cuando empezó en los medios no tenía?

–No me interesaba. Cuando empecé a trabajar me hacía feliz estar en los medios. Simplemente eso. Mi felicidad era laburar de lo que me gustaba. Eso sigue pasando, pero ahora puedo pensar y cuestionarme lo que hago, en búsqueda de una felicidad profunda.

–¿Y eso es posible conseguirla trabajando en los medios?

–La felicidad no depende del lugar que ocupes en los medios. Trabajar en los medios es difícil. Trato de no transar con algunas cosas y mantenerme auténtico y fiel. Es difícil, lo conseguí después de mucho tiempo. En la radio siento que hago un programa fiel a mí, no siento que me traiciono.

–¿En qué cosas no transa cuando se pone al frente de un proyecto mediático?

–En la tele he transado en cosas que después no me hicieron feliz. Qué sé yo, desde la forma en que me vistieron para salir al aire hasta programas que no tenía ganas de hacer. En la radio soy auténtico y fiel a lo que siento. La radio es mi casa; la tele es otra cosa.

–Tiene 44 años y sigue vistiéndose como en su adolescencia. ¿Eso es parte de no transar?

–No siento ponerme zapatos. No sé, tal vez sea una señal de viejazo: seguir usando zapatillas cuando ya estás para otro calzado. Qué sé yo.

–¿Y dar el salto de la FM a la AM?

–Ojo que empecé en la AM, en Mitre, donde estuve un año.... No me interesa hacer un programa más serio ni la AM. Siento que en la FM puedo entrevistar a todos los candidatos políticos sin problemas. A veces siento que nuestra entrevista puede aportar más que la que hacen a diario los periodistas políticos. Uno ya sabe qué van a preguntar los periodistas “serios” y qué van a responder los dirigentes. Mi estilo es tratar de sacarlos de ese lugar obvio. El periodismo más informal no es menos interesante o revelador que el periodismo político. No hay que subestimar al periodismo con zapatillas. El periodismo con zapatillas te puede hacer conocer más de la persona que el periodismo de traje. Hay que desconfiar más del traje que de las zapatillas.

–¿Lo aburre el periodismo político actual?

–El que veo, sí. No siento que haya alguien que pueda ser incisivo y atractivo a la vez. No hay programas como Día D o Periodistas de hace quince años, con Lanata en su mejor versión, Zlotogwiazda, Paenza, Verbitsky, Sietecase... Hoy es distinto. Hoy no me sorprende ningún programa periodístico.

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“No es casualidad que todo esto surja después de los 40. Si no arriesgo ahora, ¿cuándo?”, se plantea Andy Kusnetzoff.
 
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