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Viernes, 21 de marzo de 2008

TEATRO › JUAN CARLOS GENE Y LA PREPARACION DE FACTOR H: WILLIAMS HNOS. S.A., QUE REABRE EL CELCIT

“Para mí, el teatro siempre pasa por el actor”

“Me producen ‘ironía interna’ los directores que creen que ellos son el teatro”, señala Gené, que para darle forma a esta puesta apeló no sólo a Williams y Chejov, sino también a las experiencias personales de los intérpretes.

 Por Hilda Cabrera

“Ya no recuerdo si fui Abel o Caín.” La confesión extractada de un relato de Jorge Luis Borges pone en presente la mítica confrontación entre hermanos en el inicio de Factor H: Williams Hnos. S.A., pieza que con dramaturgia y dirección de Juan Carlos Gené inaugura el nuevo espacio del Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (Celcit). A la incertidumbre que produjo meses atrás el hecho de tener que dejar el edificio que la entidad alquilaba desde hace años y su dueño puso en venta, le sucedió la satisfacción de encontrar el apoyo necesario para refundar el teatro, ahora en Moreno 431, donde además se dictan talleres y seminarios. En diálogo con Página/12, Gené, presidente del centro que dirige Carlos Ianni, adelanta aspectos de lo que será una trilogía. La segunda parte tiene nombre, Factor H: Moscú, y las dos compartirán la nueva sala con otros dos montajes de Ia-nni. “Factor H... es el resultado de una actividad que comenzamos hace dos años. Este es nuestro primer invento”, apunta Gené.

–Los títulos sugieren un tono político. ¿Es así?

–Uno no puede dejar de expresar lo que es ni lo que piensa del mundo. En ese sentido, el trabajo tiene algo de político, pero, salvo en la época en que uno hacía teatro militante, lo político no es la propuesta inicial. La particularidad de este trabajo es la convivencia, en un mismo espacio y tiempo, de fragmentos de distintas obras de Tennessee Williams y Anton Chejov y de experiencias personales de los actores. Factor H quiere decir “factor hermano”, con todo lo bueno y todo lo malo que tiene esa relación. Y esto se cuenta en escenas que no se suceden en el sentido causa-efecto.

–¿Quiere decir situaciones a punto de estallar?

–La mayoría tiene semejanza con los incidentes que se producen en la calle. El que observa no conoce los antecedentes del incidente: sólo recibe impresiones, pero arma su historia. En la obra se agrega a esos hechos una fantasmagoría de personajes muy clásicos y las vivencias de los actores.

–¿Se refiere a hermanos de sangre o al concepto de fraternidad?

–Sería muy bonito hablar de Libertad, Igualdad, Fraternidad. La obra pasa por el hermano de sangre, por la auténtica fraternidad, la que genera amor y odio. Es la contradicción ante lo que no hemos elegido y se nos impone. No elegimos a los padres ni a los hermanos. Imagino estas relaciones en la forma de una cruz: vertical, de padres a hijos; horizontal, de hermanos a hermanos.

–¿Cómo nace un experimento de este tipo?

–Un grupo de actores con el que trabajo desde hace años se interesó en hacer un entrenamiento con personajes y escenas de autores clásicos. La elección recayó en obras donde aparecían hermanos. Trabajamos a partir de una palabra, de un impulso corporal, y fuimos incorporando el relato de cada uno de los actores y la relación de éstos con sus hermanos. Esos relatos fueron escritos y al llevarlos a escena se fragmentaron.

–¿Le extraña la coincidencia respecto del tema?

–No me sorprende. Las relaciones con los hermanos nos afectan profundamente. En esa cruz del parentesco de la que hablé antes, ya no tengo ascendientes ni horizontales. Mis dos hermanos murieron. El día que murió mi hermano mayor sentí que mi infancia había terminado. ¡Recién entonces! ¡Y yo había pasado los 60 años! Los sentimientos están ahí, pero no se ventilan. Además, el nombre Factor H lo tomé de una nota publicada en el diario Clarín sobre una disciplina que estudia los vínculos y destaca el “factor hermano” como determinante de la individualidad en la familia, y con tanta o más fuerza que los padres, porque el hermano los sobrevive. Al hermano no hay necesidad de contarle: lo sabe todo.

–¿Qué se le puede ocultar?

–Nada, y por eso uno se siente desamparado. El hermano (o la hermana) sabe de las experiencias terribles, crueles, de la infancia, de las situaciones que los niños viven como tragedia: que les quiten un juguete, por ejemplo.

–Está el que quiere matar al hermanito...

–Hay varios de ésos en el espectáculo, aunque algunos actores optaron por el costado más agradable. Ahí no me meto. Los relatos aparecen tal como ellos los plantearon, y se intercalan como cuento y como representación.

–¿Se trata de un rompecabezas?

–Uno no puede evitar que el espectador se desconcierte. Lo ideal sería que no tratara de entender. Durante dos años vivimos obsesionados con esta obra. La clave del éxito es para nosotros que el espectador coincida con nuestra obsesión.

–¿Y la clave de este experimento?

–El actor. El teatro es el actor, y estoy hablando desde el lugar del que dirige y no desde mi trabajo como actor. Me producen... ¡cómo diría! “ironía interna” los directores que creen que ellos son el teatro.

–¿Qué une aquí a Tennessee Williams con Anton Chejov?

–Hay una especie de geografía estética muy semejante en ellos. Los dos hablan de lugares perdidos. Es una característica de sus dramaturgias. Siempre hay un grupo de personajes hermanados rondando el núcleo de la obra. A veces son protagonistas, como en El zoo de cristal y Tres hermanas. Los hermanos son además personajes de grandes mitos.

–¿Abel y Caín?

–En la obra tomamos un fragmento de un texto de Jorge Luis Borges que dice: “Abel y Caín se encontraron después de la muerte de Abel (...) Se sentaron en la tierra, hicieron un fuego y comieron. Guardaban silencio, a la manera de la gente cansada cuando declina el día. En el cielo asomaba alguna estrella, que aún no había recibido su nombre. A la luz de las llamas, Caín advirtió en la frente de Abel la marca de la piedra...” El espectáculo comienza así.

–Con enemigos...

–En la mitología, los hermanos son siempre asesinos.

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“Factor H... es el resultado de una actividad que comenzamos hace dos años”, señalan Gené y Carlos Ianni.
Imagen: Pablo Piovano
 
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