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Miércoles, 26 de julio de 2006

CHICOS › “PASION ANIMAL”, EN LA ESCUELA DE CIRCO EL CORETO

“Un homenaje a los animales”

Así definen Mario Pérez y Gabriela Ricardes su espectáculo, en el que los artistas llevan a cabo los números que el viejo circo reservaba a animales en una situación de sometimiento.

 Por Silvina Friera

La jirafa apoya sus patas delanteras en el banquito y tiembla. Después baila un tango y salta una diminuta barrera haciendo trampa, pero quizá por ese aire despreocupado que tiene o por su picardía, los espectadores la aplauden. Tres ranas contorsionistas juegan y se abren de piernas. Los monos –siempre tan simpáticos– forman pirámides humanas, saludan a los chicos y les hacen recordar a los adultos un viejo parentesco ancestral que revela de dónde venimos. Y cualquier otra semejanza con el modelo original no es pura coincidencia. Los colibríes trapecistas quedan suspendidos o vuelan en el aire y dos tigresas caminan por la cuerda sin perder el equilibrio, la gracia y seducción tan propia del reino felino. No es que el espectador entró por error al zoológico ni a la carpa de circo al que lo llevaron sus abuelos o sus padres y que hace tiempo es una especie en extinción. Es la escuela de circo El Coreto (Soler 4637) y son las vacaciones de invierno “Odisea 06”. Las escenas y rutinas que ofrecen los artistas cautivan a la nena de tres años que tras la función de Pasión animal se lanza sobre la colchoneta. Y aunque la madre le dice que todo terminó, la obra está por comenzar: ella quiere ser como la rana y salta, se revuelca, patalea un poco y disfruta. Otros chicos se van sumando; algunos tratan de imitar al mono; otros, a los perritos o los conejos.

La obra, dirigida por Mario Pérez y Gabriela Ricardes, que ganó el premio Estrella de Mar 2005, rescata las rutinas circenses que habitualmente realizaban los animales y que ahora representan los artistas. “Los animales hacen reír cuando se parecen a los hombres”, cuenta Ricardes a Página/12. “Nos causa gracia ver al mono tomar cerveza o al perro bailar clásico, números típicos de las rutinas de circo. Pero en Pasión animal (con funciones diarias a las 16 y 18) invertimos esta relación: el público se ríe porque los hombres nos parecemos a los animales. Para encontrar esas semejanzas, los artistas (Alejandro Aquino, Brenda Cabrera, Melina Escapil, Flavio Galarza y Javier González, entre otros) tuvieron que ponerse en la piel de los animales y observar sus conductas. “El principal desafío fue encontrar la energía del movimiento de los reptiles, monos, perros. Hicimos un trabajo físico intenso, porque nuestro cuerpo no está adaptado a estar permanentemente en flexión. Y además, como cada artista tenía que interpretar a muchos animales, el desafío se multiplicaba. Fue una experiencia muy divertida.”

Pérez, sexta generación de una tradicional familia de circo, dice que lo importante es que se entienda el mensaje. “Es un homenaje a los animales, pero no estamos de acuerdo con utilizarlos en los espectáculos.” El fundador de El Coreto (que en el vocabulario circense es el espacio de la carpa en el que los artistas esperan para salir a escena) nació “accidentalmente” en Catamarca, en 1955. Su madre, que trabajaba en el circo Tachuela, muy tradicional en Córdoba, estaba de gira por esa provincia. Su familia se había especializado en equilibrio en cuerdas y esta disciplina se fue transmitiendo de generación en generación. Pérez estuvo en los circos más prestigiosos de la Argentina, Sudamérica, México y Estados Unidos (Tihany, Rodas, Ataide, Boston, Orfeo y Ringling Bros., entre otros), hasta que en 1992 decidió abandonar la carpa. “Estaba enojado con el circo nacional porque, a pesar de la crisis, se resistía a todo tipo de cambios. En ese momento trabajaba en el mejor circo, el Rodas, pero veía un futuro muy incierto. Y aunque tuve muchas dudas al principio, en realidad no me arrepiento de haber tomado esa decisión.”

–¿Qué función cumplían los animales en el viejo circo?

M. P.: –Los animales estaban para ser exhibidos y no para que hicieran números. En los lugares donde no había zoológico, el circo llevaba sus animales como si fuera un zoológico ambulante. Con el advenimiento de un circo más moderno, el animal empezó a trabajar. Para mí no fue un aporte, porque se fueron reemplazando números de personas por animales, y esto llevó a que en un momento hubiera un 70 por ciento de números con animales y un 30 por ciento con personas. No pasó sólo en el circo nacional, fue una tendencia mundial, y en algunas partes en Europa se sigue manteniendo esta tradición de circo con animales. Cuando los circos dejaron de ir a esos pueblos pequeños de pocos habitantes, cuando empezaron a querer estar en las grandes ciudades, se descartó el uso del animal, porque para eso estaban los zoológicos.

–¿Hay margen para que vuelvan los animales al circo en la Argentina?

Gabriela Ricardes: –Para trabajar en un circo hay que tener muchas ganas, determinación, vocación y voluntad. En el caso del que quiere ser artista de circo hay una decisión de involucrar su cuerpo y su tiempo en este oficio. Pero el animal no tiene esta misma posibilidad y, cuando se lo usa en el circo, se lo está sometiendo.

M. P.: –El problema de la Argentina, y muy grave, es que no hay legislación para los animales. En Europa se estableció que los animales que habían tenido un accidente en el circo no podían trabajar más dentro de los espectáculos, entonces eran retirados y vendidos a Sudamérica. Los animales que trabajaban acá “no servían más”, pero se los seguía usando, continuaban teniendo accidentes y no pasaba nada. Ahora la mayoría de los circos dejaron de trabajar con animales. Es un tema que está superado, pero creo que todo vuelve...

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“El principal desafío fue encontrar la energía del movimiento de los reptiles, monos, perros.”
 
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