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Sábado, 23 de agosto de 2014

CHICOS › LA SIRENITA Y LA BELLA Y LA BESTIA CON ILUSTRACIONES DE GABRIEL PACHECO

Imágenes de ensueño para dos clásicos

 Por Karina Micheletto

Los clásicos siguen sorprendiendo, una y otra vez, con su potencia imperecedera. Dos ediciones recientes vuelven sobre esta potencia, esta vez desde las ilustraciones. En libros de cuidada edición, La Sirenita y La Bella y la Bestia (editorial UnaLuna) redescubren estas historias, esta vez a través de las bellísimas ilustraciones del artista plástico Gabriel Pacheco. Las suyas son imágenes que iluminan nuevas zonas de estos cuentos, que crean atmósferas con mucho de onírico, que abren diferentes caminos de lectura a partir de los personajes ya conocidos, en un abordaje plástico tan clásico como original. Son imágenes que dotan de un carácter nuevo a las historias de siempre.

A medida que se avanza en las historias de Hans Christian Andersen y de Gabrielle-Suzanne Barbor de Villeneuve, se van desplegando ante el lector, página a página, obras de arte trabajadas con un preciosismo que sorprende. Su autor es mexicano, y hace diez años que vive en la Argentina. Por esas cosas del mercado editorial, estas son sus primeras ediciones locales, tras muchos años de trabajo para editoriales europeas –de España, Francia e Italia, principalmente–, y también de Rusia, Corea o Estados Unidos. La versión de La Sirenita, de hecho, fue primero una edición coreana que fue luego comprada localmente, y en ese recorrido radica la que es quizá la única sombra de la edición: la traducción, del inglés al coreano y luego al español, parece haber dejado algunas sutilezas en el camino.

Más allá de esto, desde lo plástico estos libros abren historias aparte: “Hoy por hoy el ilustrador es un generador de contenidos, es un autor más. Así lo entienden, por suerte, cada vez más editores: ya no te entregan el texto para decir más o menos lo que quieren; entregan la obra de un autor a otro autor”, describe su trabajo Pacheco en diálogo con Página/12. En este caso, detalla, el desafío fue introducir en la ilustración conceptos de la pintura clásica, la veladura, el dibujo de línea. “Son pocos elementos, es un fondo con los personajes. Pero en ellos intento sumar la mayor cantidad de variaciones al color y a las profundidades, hasta crear una atmósfera. Estos principios de la pintura clásica, de la academia, no operan mucho en la ilustración, porque los ritmos son otros, pero yo intento rescatarlos”, asegura. Para llegar a esa atmósfera –que imprime un carácter onírico, de ensueño, a los cuentos– las técnicas son múltiples, desde la acuarela hasta los recursos de la computadora, pasando por retazos de plástico para “velar” los colores.

Hay también en las ilustraciones nuevas lecturas que se abren, metáforas alrededor de los personajes. “No quiero hacer libros complejos, pero sí elaborados”, define Pacheco, formado como escenógrafo y devenido ilustrador “por accidente”. Y así, al igual que ocurre con un buen texto, aquí las imágenes despliegan diferentes capas de lectura. Mapas posibles: “Hay una idea muy linda de Saramago, él dice que el escritor y el lector son como dos mapas que se superponen por la lectura. El lector va a hacer recorridos que el autor no va a conocer jamás, y viceversa. A veces coinciden, pero no necesariamente. Y esto es lo que hace que el libro esté vivo. Con las ilustraciones ocurre lo mismo”, advierte el ilustrador.

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