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Sábado, 17 de octubre de 2015

CHICOS › SINSENTIDOS COMUNES, DE EZEQUIEL ZAIDENWERG

El tesoro de los limericks

 Por Karina Micheletto

Había un chacarero de
Corrientes
que cultivaba soja entre los
dientes.
“Aunque la gente hable,
es lo más sustentable”,
decía el chacarero de Corrientes.

Irónica, disparatada, a veces mordaz y hasta obscena, siempre con el humor como marca, formalmente dura en su estructura, abierta a los más volados territorios, la forma poética del limerick es todo un tesoro en sí misma. Su origen es inglés, y por estas tierras, fue María Elena Walsh la que los popularizó en su Zooloco. Ahora, la editorial Bajo La Luna acaba de editar Sinsentidos comunes, un libro de Ezequiel Zaidenwerg, con dibujos de Raquel Cané: una deliciosa manera de traer para estas tierras ese tesoro del limerick, rindiendo además un tributo implícito a Edward Lear, poeta fundacional del género.

Había una familia de
Fray Bentos
que sólo se nutría de condimentos:
su cena era una taza
colmada de mostaza.
¡Era austera la familia de
Fray Bentos!

“A Lear se lo considera una especie de padre del limerick, y es el autor de A book of nonsense (Un libro de sinsentidos), al que, obviamente, le hacemos homenaje con el Sinsentidos comunes. Sus limericks tienen una estructura muy dura y bastante mecánica, que Ezequiel, que es un obsesivo de la métrica y la rima, homenajea formalmente y actualiza temáticamente con mucho humor”, detalla Valentina Rebasa, quien lleva adelante junto a Miguel Balaguer Bajo La Luna. Y así estos Sinsentidos comunes respetan la estructura de cinco versos, el estricto esquema de rima “AABBA”, la presentación del personaje, la hazaña y el remate final, pero llevan toda esa formalidad a un territorio próximo, sugestivamente cercano.

Había un ricachón que en sus orejas mandó instalar unas pesadas rejas.
Con tales precauciones
no entraban los ladrones
a robar en sus prósperas orejas.

Los dibujos de Cané también son una suerte de homenaje, también con mucho humor, a aquellas ediciones victorianas de Lear. Sinsentidos comunes es además un libro de esos que llaman la atención por su condición de objeto, con una austera delicadeza en su hechura. Ese, comentan los editores, fue otro de los desafíos a la hora de pensar el volumen, sabiendo que un material de este tipo –que ellos descubrieron por Facebook, en las publicaciones que hacía Zaidenwerg– presentado de otro modo, podría pasar inadvertido. El para quién de este libro es tan amplio como sorprendente para los editores: “Por suerte, uno siempre se equivoca. Pensábamos que era para un público juvenil, porque tiene guiños para adultos. Pero después fue trabajado en taller de literatura para chicos y estaban encantados, una nena de 8 años le hizo una crítica increíble a Ezequiel en limerick. Es que, justamente, esa estructura tan mecánica que tiene estimula mucho a los chicos para producir. Nos sorprendió gratamente”, comenta Rebasa. Así, en las librerías, es un libro que puede encontrarse en las mesas de poesía, en la de libros ilustrados, álbumes y libros regalos, o en la sección infantil. Y en las casas, es un libro que puede compartirse sin distinción de edades.

Había una anciana de Las Heras
que tenía tendencias metaleras.
Se tejió con esmero
un pulóver de cuero
y le bordó tibias y calaveras.

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