espectaculos

Martes, 27 de octubre de 2009

INTERNET › JUAN FAERMAN Y FACEBOOM, EL NUEVO FENóMENO DE MASAS FACEBOOK

¿Para qué sirve Facebook?

Con humor, el libro de Faerman viene a suplantar al tedioso apartado de “Condiciones de derechos y responsabilidades” y a las “Preguntas frecuentes” desde la perspectiva de un usuario crítico y no desde la de Mark Zuckerberg y su legión de empresarios.

Facebook (FB) como campo de análisis bien podría suscitar abordajes sociológicos, estadísticos, antropológicos e incluso fenomenológicos –si se enmarcara la dualidad de la psiquis usuario-alter ego virtual–, que se multiplicarían según la elección y convergencia de marcos teóricos aplicables. Pero ese tipo de ensayos no les interesaría a más de uno o dos de los doscientos millones de usuarios que la red social ha atrapado cual si fueran moscas en una enorme telaraña virtual. Juan Faerman probó por otro lado: se dispuso a examinar las herramientas, los manuales de uso y los comportamientos de sus “amigos” y, combinando sus conocimientos en publicidad, su intuición y el humor fresco que hace dos años le valió el primer puesto en el concurso de autores de Les Luthiers, escribió Faceboom, el nuevo fenómeno de masas Facebook (Ediciones B), su segundo libro. “Hay una investigación, pero no es como para que alguien diga: ‘¡Guau, man, este tipo me abrió los ojos!’”, concede el autor en diálogo con Página/12. Y es cierto: más que abrir los ojos, el libro permite que el lector desvíe la atención del hipnótico panal lumínico hacia un punto de cuelgue reflexivo, tal vez situado en un muro real, sobre lo que los individuos hacen y dejan hacer en el universo de aplicaciones que FB pone a disposición. ¿Qué estás pensando? Que Faceboom viene a suplantar al tedioso apartado de “Condiciones de derechos y responsabilidades” y a las Frequently Asked Questions (FAQ), desde la perspectiva de un usuario humorista comprometido, y no desde la de Mark Zuckerberg y su legión de empresarios.

Para desgranar el complejo entramado de vínculos entre sujeto y objeto, Faerman se puso como norte una pregunta sencilla: ¿para qué sirve FB? Y lejos de la paranoia de un plan malicioso de los servicios de inteligencia norteamericanos para obtener informaciones de la población mundial (versión que aún circula en spam), que además es una observación vinculada con la instancia de producción, el examen motivacional del autor arrojó tres estimaciones de consumo: “Una puerta de entrada es el contacto con los antiguos compañeros de escuela, porque el usuario promedio tiene entre 30 y 35. Luego, hay gente que labura con el FB, que abre una cuenta para facilitarse contactos profesionales. Y finalmente, claro, están los que lo utilizan para conseguir un garche, que son favorecidos por la posibilidad de que cada usuario pueda reinventarse, dosificando la información que da, la foto que expone”. Englobando a esa triple apreciación, una observación general: “FB es un placebo para la autoestima. A todos nos gusta que nos hagan mimos, que nos aprueben. Y no hay nada allí que puedas hacer que no admita un feedback. En cada posteo aparece la opción de tildar un ‘Me gusta’. ¿Por qué no ‘No me gusta’? ¡Porque se pudre todo! Siempre tiene que ser buena onda, porque el fundamento de la web 2.0 es generar interacción”. Incluso, el autor reproduce la “Pirámide de las necesidades” del psicólogo estadounidense Abraham Maslow e intenta ubicar las pulsiones que llevan cada mes a unas 25 millones de personas a crearse una cuenta en la red. La tipología agrupa necesidades según sean fisiológicas, de seguridad, de afiliación, de reconocimiento y de realización personal. “¿Podríamos decir que, aunque sería literal, obvio y hasta ingenuo situarlo en una necesidad de afiliación, FB podría ubicarse como vínculo entre el hombre y la satisfacción de cualquiera de sus necesidades?”, se pregunta Faerman. Tal vez suene a mucho, pero es indudablemente un punto a discutir.

A lo largo del libro, las inquietudes pragmáticas del autor harán que analice uno a uno los widgets de la red boom. Por ejemplo, el “Muro”, donde los usuarios plasman casi lo que se les cante: videos, saludos, fotos, notas o links, todo para compartir con sus contactos. Cada perfil es dueño de uno y, cual se tratara de la pared del fondo de casa, su dueño puede hacer con éste lo que quiera, dentro de las posibilidades técnicas del sitio, claro. ¿Pero por qué se llama “Muro”? ¿A Zuckerberg no se le ocurrió pensar, antes de bautizarlo así, que históricamente los muros han servido para dividir antes que para conectar personas? ¿Y qué es un “Toque”? “Estoy convencido de que en algún país de Medio Oriente es algo muy zarpado, una posición de kamasutra increíble, porque en la cultura occidental no tiene sentido”, bromea Faerman. Otros de los conceptos que analiza son el de “Noticias” –que en el FB refieren a las actualizaciones de los contactos de un usuario–, el de amistad –“Según FB, si un amigo conoce a alguien, por extensión también nosotros conocemos a ese alguien”– y el del imperio de la imagen en la era tecnológica –1700 millones de fotos, 2200 millones de personas etiquetadas, 3000 millones de vistas de álbumes por día, cifras que no se pueden pasar de largo–.

Por esta sinuosa autopsia que Faerman realiza a la mayor red virtual de todos los tiempos, Faceboom se erige como la única bibliografía de consulta para aquellos que quieran encarar una nueva investigación, al menos si se descartan los libritos didácticos para usuarios, que explican cómo agregar un amigo, cómo etiquetarlos, etcétera. La pregunta que surge es cuántos analistas se “rebajarían” a tomar el trabajo de un humorista como punto de partida para un nuevo abordaje de campo. Por ello, Faerman hace hincapié en el desprestigio al que se encuentran sometidos los escritores humoristas, cuyas obras son menospreciadas desde el vamos, por su finalidad. “Generar humor escrito es muy difícil. Cuando tenés a un capocómico enfrente, un texto choto te hace reír. Pero cuando el capocómico es tu propio cerebro, hay que ser muy guapo”, salva.

La historia de Faerman parece la del sueño del pibe, que abandona un trabajo que no lo hace feliz para dedicarse a uno que sí. En su caso, lo que dejó fue la publicidad (es el creador de aquel comercial de la revista El Gráfico que salió durante el Mundial de fútbol de 1998: el marcianito que cae del cielo en una nave con forma de pelota y canta: “Hoy es lunes, comienza la semana...”) y se dedicó al humor escrito. Fue redactor de la revista NAH! y allí publicó, el año pasado, su primer libro, 36ª edición ¡¡¡200.000 ejemplares vendidos!!! y otros cuentos breves, que compila poco más de setenta chistes. De hecho, fue en su redacción en donde comenzó a cuestionar al FB. “Hace dos años, en la revista era el patriarca, porque eran todos muy jóvenes. Allí, una compañera me dijo que me abra una cuenta. ‘No, si te quiero decir algo, te lo digo, si te tengo a un metro’. Me insistió y la abrí. Empecé a hacer observaciones casi de inmediato, porque no podía creer lo que estaba pasando”.

Y, claro, intuitivamente utilizó su experiencia en publicidad para criticar a la red. “FB es más publicitario que otra cosa –asegura–. Estoy tremendamente podrido del discurso publicitario vacío de contenido. Hace poco había una campaña de teléfonos celulares que decía: ‘BlahBlah te cambia la vida’. ¡Y no, que se te muera tu papá te cambia la vida! Hay otra de una barra de cereal que dice: ‘Cambiamos por vos, cambiá por nosotros’. ¡Mentira! Cambió porque era horrible y no la compraba nadie. Cosas así pasan en FB, porque cada uno es su propia agencia de publicidad y, a la vez, el producto que quiere vender”.

Informe: Facundo Gari.

Compartir: 

Twitter

“FB es un placebo para la autoestima”, afirma Faerman.
Imagen: Rafael Yohai
 
CULTURA Y ESPECTáCULOS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.