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Jueves, 15 de julio de 2010

CULTURA › EL PABELLON DE LA ARGENTINA EN LA MONUMENTAL EXPO SHANGHAI

El tango se baila en mandarín

Es una ciudad dentro de una ciudad, una muestra imponente que comenzó en marzo y seguirá hasta octubre y por la que pasarán 73 millones de personas. Buena parte de ellos se deja seducir por el arte, la música, la historia y el baile argentino por excelencia.

 Por Karina Micheletto

Desde Shanghai

El pabellón recibió ayer la visita del secretario de Cultura, Jorge Coscia; hoy pasará la Presidenta.

Las once horas de diferencia horaria entre Buenos Aires y Shanghai, que imponen un súbito salto temporal hacia adelante, mientras el reloj biológico se empeña en seguir plantado allí donde estaba acostumbrado, son sólo el comienzo de un salto cultural que golpea la percepción del recién llegado. No se trata de los 19.760 kilómetros que separan ambas ciudades, de haber pasado más de un día de vuelo para llegar hasta aquí, de imaginarse exactamente del otro lado del mundo, patas para arriba. Se trata de asomarse a un mundo que se impone como Otro en todo aquello aprehendido, mucho más allá de las barreras de la lengua, desde las metáforas del habla cotidiana hasta los modos de experimentar el tiempo. En este choque cultural de bienvenida, ningún diccionario de bolsillo ni ningún curso acelerado de mandarín harán fácil lo que cotidianamente debería ser simple.

Para complicar aún más las cosas en términos de diversidad, en medio de esta ciudad se levanta desde hace unos meses una verdadera ciudad aparte: la Expo Shanghai, una exposición universal de dimensiones descomunales, que ha convocado a las naciones del planeta con un objetivo –mostrarse frente al resto del mundo–, alrededor de una consigna organizativa que alude al desarrollo sustentable: “Mejor ciudad, mejor vivir”. Hasta aquí llega hoy la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, como parte de su visita oficial al gigante asiático. Su agenda incluye un encuentro con el alcalde de la ciudad, Hang Zheng, un encuentro con líderes de las principales empresas del sector privado chino, un almuerzo sobre oportunidades de negocios, y finalmente, hacia las seis de la tarde –de la tarde china, mientras Argentina continúa en su madrugada anterior– la anunciada visita a la Expo. Será la primera vez que un presidente argentino visite un pabellón de su país en una exposición de este tipo.

La noticia circuló durante todo el día de ayer en la villa de la Expo, una suerte de Puerto Madero sin parrillas –también a escala china, gigante y reluciente, claro– donde se alojan y se mueven todos los que trabajan en la Expo Shanghai. Miles, y en su mayoría jóvenes, que conforman una Babel paralela con algunos códigos ya propios, después de varios meses de convivencia (la exposición comenzó el 1º de marzo y seguirá hasta el próximo 30 de octubre). Tan pronto como se identifica al argentino, la pregunta obligada de la rutina del día siguiente incluye la visita presidencial.

Lo pudo comprobar el secretario de Cultura, Jorge Coscia, que recorrió ayer los pabellones latinoamericanos junto a la jefa de Gabinete, Alejandra Blanco. La actividad en el pabellón argentino ayer fue intensa. Las parejas de baile de tango fueron uno de los puntos fuertes del día. No es para menos: en sus piernas llevan uno de los emblemas culturales más fuertes del país. Un recorrido por la agotadora cola que cientos de chinos realizan para entrar al pabellón –con la invalorable ayuda de la simpática Felisa, tal el nombre occidental que eligió la traductora Feilú– ubica el imaginario previo: ¿qué esperan encontrar aquí adentro, después de tanta cola? Fútbol. Messi. Maradona. Vino. ¡Y tango!

La programación de las semanas siguientes incluirá mucho tango, pero no precisamente en su formato for export. Artistas como Rodolfo Mederos, César Angeleri y Pablo Mainetti, grupos como la Selección Nacional de Tango, el Quinteto Real y el Sexteto Mayor definen el espíritu de la programación. Y también habrá folklore, en la misma línea, con artistas como Orozco-Barrientos, Bruno Arias, el Dúo Coplanacu, Chango Spasiuk, Raúl Barboza, Jaime Torres, Peteco Carabajal, AcaSeca, Dino Saluzzi, además de una cantidad que ya pasaron desde mayo. Y ballet con Iñaki Urlezaga y la Orquesta de Shanghai.

Dentro del Pabellón Argentino, sin embargo, hay otro artista que se roba todos los pedidos de autógrafos: se trata del orfebre Marcelo Toledo, que trajo aquí la muestra Evita, la mujer del Bicentenario, una colección en plata, oro y piedras preciosas realizadas íntegramente a mano. Toledo está realizando en el Pabellón una obra en vivo, que quedará como donación para el museo de la Expo que se proyecta tras el cierre del evento. Y acepta ayuda de manos de visitantes, enseñándoles a golpear el cincel. Se ha transformado en la estrella del Pabellón, y siempre luce rodeado de chinos y chinas que piden su autógrafo en el pasaporte de la Expo (un documento interno que se compra con la entrada a 20 yuanes, y los habilita a viajar por el mundo por una vez, al menos imaginariamente).

La otra gran concentración de público ayer en el pabellón fue durante la presentación del documental Viaje chino al fin del mundo, que recorre historias de chinos que eligieron –o aceptaron– la Argentina como segunda patria, y reúne estas historias con las de los familiares que quedaron en China. “Vamos a ver una gran aventura que realizan muchos compatriotas de ustedes, hacia el otro lado del mundo, hacia la Argentina”, anunció el realizador, Víctor Ramos. “En Argentina hay cerca de 80.000 inmigrantes chinos. Quisimos mostrar cómo superaron ese choque cultural al que se enfrentaron en el desarraigo, desconociendo el idioma, las costumbres, la religión. Luego de entrevistarlos a ellos, fuimos a buscar a sus parientes a los lugares más recónditos, recorrimos 15.000 kilómetros en China. Descubrimos que hay una cantidad de puntos de contacto entre ambas culturas, muchos más de los que imaginábamos”, explicó.

Afuera sigue la cola en el pabellón argentino, y en todos los pabellones, que se extienden en los diseños más extraños. La cantidad de gente agobia, aunque nunca se transforme en muchedumbre, diseminada en las más de 500 hectáreas que ocupa la Expo. Las taquillas indican que entran aquí cerca de 500.000 personas por día, en su mayoría chinos, muchos llegados organizadamente desde las provincias del interior. Hasta el momento, visitaron la Expo unos 25 millones de personas, y se calcula que para cuando finalice habrán pasado por aquí 73 millones. No es una exageración. Es China.

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