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Jueves, 14 de octubre de 2010

CULTURA › HERNAN CASCIARI, SU NUEVO LIBRO Y EL PROYECTO DE LA REVISTA ORSAI

“El tonto digital es mucho más pesado que el analógico”

Después de patear su tablero laboral, Casciari afronta ahora su revista con el anhelo de un viejo deseo cumplido. El autor de El nuevo Paraíso de los tontos analiza las curiosas dinámicas que imperan en la era digital que trajo el siglo XXI.

 Por Facundo García

“Yo creo que a esta altura no me da vergüenza nada”, tipea Hernán Casciari desde el otro lado del Atlántico. Si hay forma de transmitir tranquilidad vía chat, él ya la debe haber descubierto. No sería raro: saltó a la fama, justamente, a través de Internet. “Blogger”, le decían. Pero con el tiempo muchos se dieron cuenta de que entre su blog y el de cualquier aficionado había una enorme diferencia. Recibió premios, publicó y hasta logró un suceso teatral con Más respeto que soy tu madre, el espectáculo protagonizado por Antonio Gasalla que se basa en su webnovela y todavía llena la sala El Nacional. Hace pocas semanas, incluso, presentó El nuevo Paraíso de los tontos (Plaza y Janés), una colección de relatos que ausculta la vida cotidiana del siglo XXI con humor e ironía. Hasta ahí un ascenso veloz, aunque comprensible. Lo que dejó a sus lectores anonadados fue el anuncio, a principios de este mes, de que iba a mandar todos sus empleos al diablo para lanzar una revista de alcance continental que “pondrá por delante la convicción” y se llamará Orsai, como su bitácora on line.

¿Fuera de juego?

Según Casciari, el portazo obedeció a “una necesidad orgánica”. Renunció a su puesto en los diarios La Nación y El País de España; decidió dejar de publicar en Random House Mondadori, Sudamericana y Grijalbo y tampoco volverá a vincularse con Plaza & Janés. ¿Qué fue lo que pasó? En marzo de 2008 había arrancado con su columna en El País: “A los seis meses –recapitula en su blog– entró una publicidad justo debajo de mi columna y adiós mis cuatrocientas palabras. Mi límite fue de trescientas veinte. Entonces llegó la crisis. Pensé: ‘A ver si ahora, sin tanto auspiciante, vuelvo a mi tamaño original’. No. Le quitaron un pliego al suplemento para abaratar costes (...). No puede ser posible que cuando las cosas les van muy bien a las empresas tengas que escribir menos –porque entra publicidad– y cuando las cosas les van mal a las empresas tengas que escribir menos –porque le quitan páginas al diario–”.

En La Nación el problema era otro. El escritor colgó por la web una recreación de sus diálogos con los editores:

–Hola, Hernán, disculpame la hora, pero estamos cerrando.

–No, todo bien, decime.

–Estábamos editando tu columna y nos asaltó una duda. ¿Qué querés decir, exactamente, en el párrafo sobre Ratzinger?

–En qué parte.

–Donde ponés que a “Ratzinger le gusta que le metan una lámpara de pie en el ojete...” ¿Está contrastada esa información?

–No. Es una sospecha que tengo.

–Pero es muy delicado decirlo sin un sustento. Es una información muy fuerte.

–No es una información, es un chiste. ¿Querés sacar “ojete” y poner “ano”? Por mí todo bien, no soy quisquilloso.

–Me preocupa más la expresión “lámpara de pie...”. A nuestros lectores no les gustan esas referencias lumínicas hacia la Iglesia Católica.

El entrevistado afirma haber aprendido mucho de ese paso por los diarios. “Aprendí, sobre todo, que solamente me puedo divertir en un medio sin publicidad y que solamente puedo dormir los viernes –de un tirón, sin telefonazos intempestivos– en un medio sin ideología.”

El chat entra en velocidad crucero:

–¿Sin ideología? ¿Nunca lucharon en su mente los demonios de Boedo y de Florida?

–Cuando tenía veinte era boedista. Gritaba la frase “¡Prefiero hablar fuerte a hablar bonito!”. A los treinta fui más de Florida. Ahora, si me chupás un poco el culo, te dejo que me metas un farol.

–Eso no es Boedo ni Florida. Es Recoleta. Palermo tal vez.

–Ahora, soy todo. Las dos cosas.

–Pero cuando dice que le incomoda escribir en diarios “con ideología”, uno se pregunta si volverá a escribir en algún diario...

–¡Espero que no! Igual yo me refiero a ideologías tipo “sigloveinte”. Claro que yo tengo ideología. Pero no tiene que ver con derecha ni izquierda o con ser clerical ni laico. Esas son boludeces. Tengo una ideología marcadísima, y es el optimismo por lo que se viene.

La patada en el tablero laboral provocó la admiración de muchos que también se ganan el garbanzo en la prensa, pero no se atreven a salir de un juego que los tiene en jaque permanente. “Renuncio a todo lo molesto y a todo lo incordioso y a todo lo burocrático y a todo lo extremadamente sigloveinte de mi oficio”, insistió Casciari en su post, y no está solo. De hecho, es probable que en la decisión haya influido su amigo el Chiri. En un libro anterior, El pibe que arruinaba las fotos (2009), quedó claro que la amistad entre los dos es cosa seria. “Cuando Mercedes era un pueblo en donde nos conocíamos todos, yo no me llamaba Hernán. Me llamaba Chiri y el Gordo. Y él se llamaba Chiri y el Gordo. Eso fue así desde el inicio de los ochenta y durante un montón de años. Eramos una especie de siameses locos, muy respetados por la gente más espantosa del pueblo. Les caíamos bien, generalmente, a los desequilibrados.”

El dúo dinámico volvió a encontrarse, ya con algunas canas, en España. Chiri y el Gordo se quedaron comiendo y haciendo sobremesas durante doce meses. “La amistad como motor literario es un tema que me apasiona”, revela el más voluminoso de la dupla. “De hecho, Orsai Revista es nada más que ese brindis.”

–A propósito de la revista: usted ha afirmado que uno de los objetivos era encontrar una unidad monetaria que les permitiera calcular un precio accesible “o por lo menos justo” para venderla en cada región de Latinoamérica. Suena a patriada.

–No, no. Es hacer lo que queríamos a los 11 años. Es un guiño a esos chicos que fuimos, que nunca perdieron la esperanza y se mantuvieron expectantes porque confiaban en nosotros.

–¿Chicos a los que la historia les pasó un poco por arriba, también?

–No, ni ahí. Hay solamente optimismo en esto. Nadie nos pasó por arriba nunca. La historia completa de la revista es, en realidad, una novela en directo. Una más. Solamente que vamos contando el sueño mientras lo concretamos. Todo es verdad, pero tiene también un ordenamiento literario: dos pibes soñaban algo y mucho después se gastan todo lo que tienen para cumplir el sueño.

–A una edad en la que la mayoría empieza a decantar por el pragmatismo, ustedes se vuelven –para desesperación de sus esposas– dos soñadores...

–Claro. ¿No es hermoso llevarles la contra a las esposas?

De acá en adelante vendrá lo más difícil. La idea es que Orsai salga con frecuencia trimestral, llegando a toda Iberoamérica a un precio “equivalente a lo que cueste el periódico de mayor tirada de cada país un día sábado, multiplicado por quince”. En Argentina, eso equivale a unos $52,50.

Hansel y Gretel con celu

Tanta novedad opacó un poco el lanzamiento de El Paraíso de los tontos (Plaza y Janés), que es un sensible y acaso involuntario termómetro epocal. Y es, asimismo, un alegato en contra de la estupidez que se cuela junto con el torrente de tecnologías que inundan el presente. Si “en la prehistoria digital el tonto vivía en las calles, en las casas de los otros, en las confiterías a la tardecita o al costado de la cancha conversando con el arquero”, hoy se agazapa en los foros, entre los comments, en la supuesta acidez de un insultador que se oculta tras el anonimato. Para Casciari “el tonto digital es mucho más pesado que el analógico, y mil veces más agresivo y molesto”.

–¿Y qué es para usted ser tonto?

–No tener sentido de adaptación, creo que es sólo eso. No es estúpido el que no llega, sino el que no le da importancia a llegar, el que no se adapta a las nuevas metas. Pienso en las discográficas, o en las editoriales, que niegan la realidad. A veces leo o escucho a artistas que dicen “yo no uso compu” o “no tengo tele”. Lo dicen como si fuera una postura ideológica, política o moral. Creer que las herramientas son buenas o malas “en sí” es de tontos.

–La clase media argentina, por ejemplo, ¿qué nivel de tontera tiene?

–La clase media argentina tiene un problema anterior. Los demasiados golpes la convirtieron en una sociedad paranoica y quejumbrosa, independientemente de su estupidez o su complejidad. Pero no miro eso con rabia. Lo que siento más bien es pesar.

–¿En qué medida fue un alivio el fin de la bloguitis? ¿Le permitió comenzar a ser considerado un “escritor”?

–En lo personal no me va ni me viene. La bloguitis se convirtió en Facebookitis, y después en Twitteritis. Todo es lo mismo. Hace cuatro años, cuando era el supuesto boom, yo tenía miles de lectores. Ahora tengo cientos de miles. Antes había docenas de comentarios, ahora hay cientos.

Uno de los capítulos más conmovedores de El Paraíso... narra la angustia que le produjo a Casciari el ataque de cinco críticos que se regodeaban destrozándolo en sus respectivos blogs, atacando su estilo y sus lectores e incluso acusándolo de ser un invento marketinero. Su narración del hecho es criteriosa y madura, lo que no implica que la actitud del campo literario haya cambiado.

–¿Cómo viene con los críticos?

–Suponen que soy “bloguero”, entonces no tengo críticos serios. Solamente otros blogueros. El Paraíso... no tuvo ninguna crítica, buena ni mala. ¡Un espanto lo mío! No tengo problemas con la crítica, porque me ignora.

En cualquier caso, los comentarios que más escucha son los de su hija Nina. “Anoche –recuerda en uno de los capítulos– le contaba a Nina un cuento infantil muy famoso, el ‘Hansel y Gretel’ de los hermanos Grimm. En el momento más tenebroso de la aventura los niños descubren que unos pájaros se han comido las estratégicas bolitas de pan, un sistema muy simple que los hermanitos habían ideado para regresar a casa. Hansel y Gretel se descubren solos en el bosque, perdidos, y comienza a anochecer. Mi hija me dice, justo en ese punto de clímax narrativo: ‘No importa, que lo llamen a papá por el móvil’.”

Casciari elige quedarse con esa frescura. “Le leo todas las noches, y traduzco a ‘idioma niño’ párrafos enteros. Le encanta cuando los cuentos son sobre ella o de mi infancia. Más adelante, cuando cumpla siete, voy a escribirle en la noche, sabiendo que quizá después publiquemos.”

–A esta altura, ¿hay algún Casciari que le gustaría mostrar, más allá del que se ha dado a conocer?

–Mi cosa pendiente tiene nombre y fecha. Se llama Orsai Revista y sale en enero. En 2011 quiero ser ese gordito de la foto.

–No es poco. Saltar sin red a un proyecto así requiere cierta valentía.

–Me alegro de que parezca eso, pero sin huevos también uno puede hacer lo que se le antoja. Simplemente hay que escuchar al nene interior.

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“Renuncio a todo lo molesto, lo incordioso, lo burocrático y lo extremadamente sigloveinte de mi oficio”, anunció Casciari en su blog.
Imagen: Sandra Cartasso
 
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