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Viernes, 4 de marzo de 2011

CULTURA › ESCENAS ILUMINADAS DE LA MEMORIA, EN EL CENTRO CULTURAL HAROLDO CONTI

Cuando la escenografía es la obra

La muestra comprende instalaciones que podrán funcionar como espacios escenográficos y que, según Eduardo Jozami, director del CCMHConti, “se abren hacia aquello que el Centro necesita: ser un espacio de reflexión, debate y vida”.

 Por Hilda Cabrera

La ansiedad que acompaña a toda inauguración tuvo su premio. Escenas iluminadas de la memoria, el trabajo que presentó el martes un grupo de escenógrafos e iluminadores en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (en el predio de la ex ESMA), fue apreciado por un público inquieto y participativo. El director Javier Margulis, a cargo del área de Teatro del Centro, y Eduardo Jozami, director del CCMHConti, dieron la bienvenida con discursos breves y sentidos, con especial agradecimiento a los estudiantes de escenografía que colaboraron en la realización de las instalaciones. Fue Jozami quien, en un aparte con Página/12, amplió algunos puntos sobre este nuevo proyecto que tendrá continuidad en obras de teatro para esas mismas escenografías. “Al principio me sonaba raro esto de crear las escenografías y después las obras, pero más tarde pensé que no era tan extraño, que tenía relación con el espacio. Uno no puede dejar de pensar que aquí funcionó la ESMA. Estos trabajos, creo, le han dado otro significado. Cada uno expresa ideas distintas sobre lo que pasó: no hay una única lectura. Si uno recorre la muestra siente que algo lo sobrecoge, porque está evocando el horror, pero no se queda ahí. Estas instalaciones se abren hacia otras cosas, hacia aquello que el Centro necesita: ser un espacio de reflexión, debate y vida.”

–Personas que sufrieron la desaparición de familiares dicen sentirse contenidas, abrazadas por el afecto...

–Al principio no fue así. Cuando se habló de iniciar actividades en el predio, sobre todo culturales, los familiares se negaron a que en el lugar en el que mataron a los suyos se hicieran espectáculos. Hoy no sucede. Esas personas sienten que es otra manera de recordarlos. No organizamos espectáculos de teatro, cine o música para olvidarlos. La intención es recuperarlos en toda su diversidad. De algún modo, desde la cultura quizá podamos entender mejor qué nos pasó en los años ’70, y desde ahí tener otra mirada sobre el país de hoy.

Angela Lita Boitano, madre de Plaza de Mayo e integrante de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas, recorría el lugar y dio su opinión: “Muchas mamás no pueden ni entrar a este lugar. A mí me pasó al principio, acompañando a los sobrevivientes, porque sin sobrevivientes este lugar era una lista de desaparecidos. No me decía nada, porque lo que tenía en mi cabeza era otra cosa. Pensar que con mi marido y los chicos íbamos al río y al pasar por la ESMA me parecía un edificio lindo. Me atraía el estilo, el verde que lo rodeaba... Eso fue hace 45 años, mi hija tendría ahora 58”. El hijo de Boitano, Miguel Angel, fue secuestrado el 29 de mayo de 1976, y la hija, Adriana Silvia, el 24 de abril de 1977. Angela está entre las que se sienten acompañadas: “Salir a la calle me mantuvo viva y sana desde la cabeza. Muchas mamás que se quedaron en sus casas sufrieron mucho. Juntarnos con otras madres nos ayudaba. Después formamos esta gran familia que tenemos hoy”.

La escenógrafa María Julia Bertotto subrayó el hecho de que el concepto y la idea respecto de su obra le surgieron de inmediato: “Están en el título de mi obra: De la sombra a la luz de la memoria. Para mí, la sombra es el olvido. El olvido está en la sombra y es la memoria la que lo trae a la luz”. Concretar un trabajo es, a su entender, algo complejo: “Tendí a un minimalismo que tuviera en cuenta los problemas de producción. No puedo dejar de pensar que soy argentina y que acá cuesta realmente mucho hacer lo que nos proponemos”. También ella se mostró agradecida hacia las estudiantes de escenografía, “que han trabajado con amor y dedicación”: “Creo que sin amor no se puede hacer nada y que este lugar, que ha sido de horror, puede llegar a generar luz, cultura y hasta alegría”.

El escenógrafo Carlos Di Pascuo, ocupado en sacar fotos, decidió hablar de su obra Los duelos de la memoria, “que son como los duelos del olvido”. “Hay cosas que viene muy bien que uno vaya cubriendo, porque las heridas y los dolores son demasiado intensos, pero hay una memoria colectiva que debe existir. Con estas telas que caen quería expresar ese dolor ‘amortiguado’, pero las cabezas con pañuelos están siempre en el fondo.” Di Pascuo ya venía experimentando con este particular uso de la tela en obras recientes: Las neurosis sexuales de nuestros padres, de Lukas Bärfuss, y Nunca será igual con otro, de Carlos Ares. “La diferencia –observó– es que aquí el punto de partida fueron las cabezas con pañuelos de las Madres, para mí, símbolo de la memoria de todo lo sucedido en nuestro país. Las distintas capas de telas muestran aquello que se olvida y aquello que permanece.”

Una obra de planos inclinados, creada por el escenógrafo René Diviú, lleva un título de apertura: Oxígeno. “Cuando me invitaron a participar, y pensando ya en la memoria, sentí que no quería seguir en la tristeza, que necesitaba ir más allá. Por eso le puse ese nombre –comentó, entusiasmado con el hallazgo–. Después de tanto dolor, tiene que haber una luz, aire fresco... Y esa ventana, que es la de la sala, me tiraba hacia la luz. La ventana fue mi punto de partida y la metáfora de una esperanza. Pienso que tanto dolor tiene que darnos impulso para seguir creando, para imaginar y trabajar buscando más luz, más aire.” A su vez, el escenógrafo Héctor Calmet puso el acento en el timbre de un viejo teléfono que sonaba insistente en una habitación revuelta con saña. “El teléfono llama y nadie puede contestar –señaló–. Con mi hijo Pablo quisimos mostrar una escena desgraciadamente conocida en nuestro país. Esta es una escenografía realista con una puerta violentada y una casa destruida.” El título de la obra es 26 de abril de 1976 - 20 horas. “Esa es la fecha en que se llevaron a un amigo abogado, el doctor Héctor Sobel, al que trajeron acá, a la ESMA. Por eso, cuando me preguntaron qué título quería ponerle, elegí ése. Es un homenaje.”

Al escenógrafo Norberto Laino se lo había visto días antes de la inauguración trabajar muy duramente, a la par de un obrero. El mismo se considera un obrero, pero del barroco. “Mis escenografías son una muestra del barroco del proletariado”, bromeó. Su obra muestra un fragmento de lo que sería un tríptico (una casa completa). Aquí se tomó sólo una habitación en un entorno devastado. El título es El insomnio de los monumentos, y lo expuesto está inspirado en La balsa de la Medusa (óleo del francés Théodore Géricault). Laino relaciona el agua con el Río de la Plata, y el conjunto, con “la Patria profanada y adolescente”. Se ve la figura de un hombre que intenta atrapar la luz y una jauría de perros “que tratan de invadir el lugar”. A este trabajo hecho junto al iluminador Marcos Pastorino quiso imprimirle humor. El público tendrá que descubrirlo. “Se puede leer como una protesta –apuntó–, y como una esperanza. Apuesto a la juventud que vi trabajar todos estos días y a que me critiquen. Me da placer haber vivido esta experiencia. De acá me llevo muchas cosas, pero, sobre todo, esto de darme cuenta de que no todo es ese catálogo prostibular que aparece por televisión, que se viene una camada de chicos que saben trabajar con alegría.”

* Escenas iluminadas de la memoria continúa hasta el 3 de abril, con entrada gratuita, en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti. Entrada por Av. del Libertador 8151. Teléfonos: 4702-7777/3033. www.derhuman.jus.gov.ar/conti

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“Este lugar, que ha sido de horror, puede llegar a generar luz, cultura y hasta alegría.”
Imagen: Jorge Larrosa
 
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