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Sábado, 25 de junio de 2011

CULTURA › FESTIVAL INTERNACIONAL E INTERDISCIPLINARIO DE ART BRUT EN EL HOSPITAL BORDA

Un encuentro para derribar los muros

Con la idea de “romper con el abandono”, según uno de los organizadores, la muestra intentará ser la expresión de un trabajo colectivo entre pacientes y artistas. Habrá proyecciones, performances, instalaciones, artes plásticas y música.

 Por Emilia Erbetta

“La idea de la muestra es romper con el abandono”, asegura Pedro Cuevas mientras observa cómo el psiquiatra Daniel Camarero recorre, escoba en mano, un laberinto construido con restos de persianas. Juntos, son los responsables del Centro Cultural Borda, donde hoy, desde las 12 (puntual) hasta las 17, se realizará el Primer Festival Internacional e Interdisciplinario de Art Brut El Templo de Sharlin, para el que más de doscientos artistas donaron obras y en el que habrá proyecciones, performances, instalaciones, artes plásticas y música. La ocasión es también una invitación abierta a demoler los imaginarios que crecen alrededor de la palabra manicomio.

Cuevas es artista plástico y cuenta que cuando llegó al edificio donde hoy funciona el centro, “el lugar era indomable, imposible, imprevisible”. Un año y medio después, esos adjetivos todavía valen pero ya no responden al abandono, sino que definen a la criatura en que se convirtió: un lugar en donde todo puede pasar cuando el adentro y el afuera se abrazan. El edificio es el último que queda de la camada de viejas construcciones del hospital, que se levantaron en 1910. Todos los otros se fueron renovando y éste quedó como reliquia. Primero fue espacio de cátedra. Más tarde, depósito, lavandería y taller de producción, hasta que en los últimos años se había convertido en un basurero, el cuartito del fondo del Borda.

“El Centro Cultural surgió con la necesidad de tener un espacio diferente a los ya existentes dentro del hospital, que están ligados a cada estamento terapéutico. El encuentro del paciente con el afuera necesitaba un lugar agradable, colorido y alegre donde el arte predomine y cambie el contexto”, explica Camarero, jefe del Departamento 5 en el Hospital Interdisciplinario y Psicoasistencial José Tiburcio Borda y cabeza médica del Centro. Cecilia Szalay, una de las arteterapeutas que son parte del equipo profesional, que coordina al grupo de estudiantes de psicología que trabaja de forma voluntaria, lo define como “el club social del Borda”, un lugar a donde los pacientes van a divertirse, contagiados por el boca a boca. “Acá no se habla de enfermedad, acá es la libertad.” Por esa razón no se lleva un registro de quiénes son los que participan, porque aunque haya actividades programadas en modo de taller, el Centro Cultural quiere ser un espacio que arranque a los internos de la rutina del hospital para romper la inercia en la que los sumerge la internación.

Aunque persistan indicios de las décadas de abandono, los techos se lluevan y la basura todavía se acumule en algunos rincones, visto por fuera y por dentro el lugar quiebra la escenografía psiquiátrica que delinean los pabellones. En el Centro el olor fuerte del aguarrás se mezcla con los aromas suaves de la cocina casera. Los jueves, cuando los artistas se reúnen con los pacientes para trabajar, es día de menú especial. Desde que no tienen gas, hace más de dos meses, la carta recorre las distintas variantes de los guisos, pero cuando funcionaban los hornos, salían pizzas, pollos y empanadas. El jueves se designó como momento de encuentro y todas las semanas se vive como una fiesta, pero la actividad continúa todos los días y no cierra ni en verano. Todo, sostenido por el bolsillo de los voluntarios, los médicos y los artistas, porque el Centro no recibe subsidios ni tiene presupuesto especialmente asignado. También ayuda la organización Semiyero Rock Solidario, que solicitó donaciones en recitales de Calle 13 o Carajo, y ya les entregó 520 kilos de alimentos y materiales para los talleres.

“Hacen falta movimientos para romper el aburrimiento de las bellas artes”, desafía Cuevas, que llegó al Borda escapando del mundito de las galerías, al que describe como un animalito asustado por vender, pertenecer y figurar. Fueron pocos, casi ninguno, los que lo acompañaron en el salto de ese pequeño universo al alucine del Borda. Nadie los extrañó. Con la campaña Dadores de Arte, el año pasado el Centro se llenó de artistas desconocidos. Pintores, músicos, actores y escultores que trabajaron junto a los médicos y los pacientes para convertirlo en el monstruo de colores que es hoy. A través de un video de YouTube, Cuevas y Nenna Cannale, que lo acompaña en la dirección artística del espacio cultural, convocaron de suma urgencia a artistas de cualquier tipo y factor para que se acercaran al Borda. “No sabía cómo hacer para que esto funcionara, no venía nadie. Y se me ocurrió ese chiste. El proyecto explotó y empezaron a venir. Al principio estaba yo solo con tres pacientes. Después llegaron otros y todo se multiplicó”, recuerda. El Borda les enseñó a él y al resto de los dadores de arte a pensar distinto su obra. “Los pacientes te cuelgan un cuadro con el clavo en el medio. Es otro concepto, otra estética, otra forma de trabajar.” Justo ahí reside la esencia del Art Brut, el nombre que el artista plástico francés Jean Dubuffet eligió para definir el arte carcelario y psiquiátrico.

Para la muestra se está preparando una escultura en tamaño real de un elefante, que custodiará la entrada al Centro. Se pensó como homenaje al inglés Bansky, guerrillero del graffiti y el esténcil que también donó obra para el festival y que para la inauguración de una de sus exposiciones en Los Angeles, en 2006, pintó un elefante que escandalizó a ambientalistas y galeristas por igual. La noticia de que Bansky iba a participar del festival enseguida prendió en los muros de Facebook y en Twitter, porque el artista callejero nunca se mostró en público. Las dudas llegaron rápido y se optó por la furia. En esos mismos muros se acusó al Centro Cultural Borda de querer atraer espectadores con una falsa promesa. Desde su página, tuvieron que aclarar que aunque Bansky confirmó su asistencia, esto “de ninguna manera prueba su presencia”.

“Todos interactuamos con los pacientes. Se arma una fusión entre el loco y el artista”, insiste Cuevas. De esa fusión surge que las obras no estén jerarquizadas. Se amontonan unas al lado de las otras, sin cartelitos que indiquen quién hizo qué. Leticia Arpesella es escultora y recuerda que en sus primeras visitas no podía evitar preguntarse quién era paciente y quién no. “Hasta que un día te das cuenta de que da lo mismo.” Y aunque del corte de cinta va encargarse Milo Lockett, la muestra no pretende ser una vidriera de talentos individuales, sino la expresión de un trabajo colectivo en el que, si se elige prestar atención a las firmas, vale tanto la de Bansky como la de Javier Karad o Elio Fernández, dos artistas plásticos que ya expusieron en galerías porteñas y que además son pacientes del Borda. “La intención no es rellenar el ego del artista, sino abrir el muro del Borda, porque acá hay una situación de abandono extremo con los pacientes. El abandono provoca tristeza y toda esa tristeza explota hacia Buenos Aires”, refuerza Cuevas.

El festival promete todos los excesos. El laberinto de la mente, en homenaje a Jorge Luis Borges y con instalaciones lumínicas, ocupará toda la Sala B, en el primer piso. Un avión va a cruzar el salón principal, mientras que, juntos, pacientes y artistas de distintas disciplinas van a ponerle el cuerpo a una megaperformance coordinada por el stagemanager Rodrigo Peiretti. Los que se animen a bajar al sótano entrarán en Las Catacumbas del Borda, una ambientación multisensorial realizada por Al Ver Verás con proyecciones visuales, efectos sonoros y performances. Además estarán expuestas las obras de todos los dadores de arte que han trabajado en el Borda en el último año. Huesi tocará a las 13.30 un set acústico de tres temas con guitarra y armónica y también estará el artista callejero Javier Gravier con sus intervenciones urbanas. Además, desde hace semanas todo el Centro Cultural viene ensayando la que quizá sea la estrella de la muestra, una carrera lenta en la que va a ganar el que logre llegar en último lugar.

* El Centro Cultural Borda se encuentra al fondo del predio que ocupa el Hospital José Tiburcio Borda, en Carrillo 375, Barracas. En caso de que llueva, no se suspende, los organizadores recomiendan llevar botas y paraguas.

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El Centro Cultural donde se realizará el festival es una especie de “club social del Borda”.
Imagen: Gentileza Felipe Reyes
 
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