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Lunes, 10 de diciembre de 2012

CULTURA › STREET ARTE Y SU GALERíA AL AIRE LIBRE EN CONSTITUCIóN

“Esto es amor a las calles”

Decidido a reconfigurar un espacio abandonado por los dirigentes políticos (a veces con toda intención), el colectivo artístico que encabezan Katrin Richter y Federico Vázquez puso manos a la obra para darle al barrio una nueva vida.

 Por Ana Asseo de Choch

Cuando la mayor parte de las telas del pintor francés Gustave Courbet fue rechazada en el círculo de críticos oficial de la Exposición Universal de 1855, él, sin pensarlo, tomó sus pinturas, habló con otros colegas y organizó su propia exposición. Su teoría era que “el orden establecido, las academias, los gobiernos autoritarios, son trabas directas para la imaginación y el progreso”, y así lo expresó en el catálogo de su contramuestra, en el que también escribió: “No quise imitar a unos ni copiar a otros, quise hacer arte vivo; no alcanzar el ocioso fin del arte por el arte. Quise ser no sólo un pintor, sino también un hombre”. Más de un siglo y medio después, en el lejano cono sur del mapamundi, podría pensarse que algún átomo de Courbet está presente en quienes conforman el grupo Street Arte BA, en la capital porteña.

Katrin Richter, DJ y cronista de música electrónica, nació en Berlín, y se instaló en Buenos Aires a raíz de una investigación sobre la escena local, luego de la cual decidió quedarse. De la mano de Federico Vázquez, ilustrador –quien firma sus obras como Bla Bla Buto–, con quien se conocieron en una de las intervenciones urbanas, y otros amigos, surgió la iniciativa de generar un arte callejero comunitario. Consiguieron los sponsors que donaron la materia prima, y, a partir de entonces, llevaron a cabo varias “galerías a cielo abierto”. Más conocidos como Kat y Fede, no sólo impulsaron el grupo: son hoy también papás de la pequeña Juno. Y en cuanto al graffiti, Punto de Inflexión es la galería a cielo abierto que desplegaron en el barrio de San Telmo, específicamente en su parte más abandonada: la que linda con el barrio de Constitución.

En este aletargado, mal iluminado, radio, construcciones históricas casi artesanales de estilo rococó son demolidas sin más, tras la degradación producida en su estructura por el pesado, incontrolable tráfico de cuatro ruedas. Grandes edificios de departamentos, cadenas de hoteles y universidades privadas en pleno boom comercial se abren camino, uno detrás del otro. Y tras éstos, llegan más. Estas políticas públicas de descuido, acaso voluntario, del patrimonio edilicio, arrasan no sólo con la identidad del casco histórico, sino también con la posibilidad de los habitantes y visitantes de disfrutar de la gran arquitectura característica del centro-sur de la ciudad. Por otro lado, para los trabajadores y sus familias, la plaza del barrio o la esquina del bar –en otras palabras, para la mayoría de la gente cuya vivienda no son estos grandes edificios con parque y pileta de natación–, suelen ser los únicos espacios de descanso o esparcimiento. Pero cada vez hay más ruido de obras en construcción y menos recortes visuales que permitan el derecho de grandes y chicos de, sencillamente, poder admirar los árboles y el cielo.

Esta contaminación estructural y publicitaria se extiende, claro está, sobre las paredes, que el ciudadano, sin elegirlo, debe ver, una y otra vez, cada día. Pero Punto de Inflexión abarca el área que circunda las calles Tacuarí y Estados Unidos, y esas cuadras que antes trataban de evitarse, hoy son generadoras de detenimiento y disfrute. “Pintar la calle es tomar conciencia de las cosas que pasan en el barrio, donde hay mucha gente en situación de calle –dice Kat– pero hay muchas más casas tapiadas.” En el último de los encuentros de Street Arte BA, unos veinte artistas se acercaron a pintar, en una jornada que no sólo permitió revalorizar el barrio, sino que también significó un intercambio de camaradería y un modelo autónomo de trabajo en conjunto e interacción barrial. Hubo presencia de artistas locales, como así también de visitantes (como el inquieto rosarino Tío Marzetti). Lo que sigue es organizar el primer festival de arte callejero, que no sólo incluirá graffiti, sino también teatro, danza, happening. Se trata de no quedarse en la queja; se trata de devolverle a la comunidad. Se trata de recuperar un entorno que es propio, sin esperar que lo resuelva un gobernante. De esos que se sacan las fotos con los artistas a la hora de la campaña, y acto seguido, de la misma forma los persiguen. Tanto Kat y Fede, como todos quienes participan de la iniciativa, lo hacen por amor al arte, a la ciudad, a sus semejantes. Por amor propio.

–Kat, ¿por qué la sociedad no se organiza para superar la problemática de la demolición avasallante de los edificios históricos?

–Nosotros nos enteramos de muchas chantadas y especulaciones que están haciendo con edificios del patrimonio, llevadas a cabo por los funcionarios públicos y sus amigos. Abandonan palacios históricos para que se degraden y los destruyen gradual e intencionalmente, para que la ley que los protege no pueda seguir haciéndolo. Entonces los llevan a la instancia de la demolición, y pueden construir sus feas torres y ganar su guita sucia. A veces venden los espacios destinados al esparcimiento de los vecinos y los niños para poner un shopping, y otros negociados de ese tipo. Como artistas callejeros, nuestro trabajo también es dar mucho amor a las calles, y así los vecinos también aprecian su hábitat y se enorgullecen de vivir en su manzana, donde antes reinaban el abandono y el miedo que generan las construcciones grotescas. De esta manera, todos juntos cuidamos y protegemos el barrio. Si uno empieza a cuidar su espacio, eso contagia a otros. Donde hay color la gente se pone más feliz, no tiran más basura, levantan el popó del perro.

–¿Cómo sería su ideal de ciudad?

–Una ciudad con menos autos y menos intoxicación. Una ciudad sin tanta agresión. Con más espacios verdes, con huertas en las calles. Una ciudad sin miedos, de poder trabajar tranquilos, de gente que aprecie el arte, y de muchas paredes grandes y chicas, y lindas y lisas. En muchos sentidos, Buenos Aires es ideal, con gente con buena onda y con mucha apertura hacia lo que hacemos. Y, además, hay un potencial enorme de paredes gigantes.

* Más información:

www.streetarteba.com

“Nuestra ciudad ideal es una ciudad con menos agresión”, propone Street Arte.

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