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Domingo, 19 de octubre de 2014

CULTURA › DOS DIAS DEL 32 TANTANAKUY INFANTIL EN JUJUY

Con la identidad como motor

En Abra Pampa y Humahuaca, el encuentro creado por Jaime Torres –y llevado adelante por su mujer Elba y los hijos de ambos– desarrolla talleres, debates y música, esta vez con la participación de dos periodistas de La Garganta Poderosa.

 Por Cristian Vitale

Desde Abra Pampa y Humahuaca

Altas alturas. Tres mil quinientos dos metros sobre el nivel del mar. Abra Pampa –la Siberia argentina, dicen– vive un mediodía normal. El sol, habitualmente demoledor, juega a las escondidas y facilita las cosas. El paisaje, áspero, de pausa llana en plena puna, abriga un vaivén de niños en plan escolar, trabajadores a punto de la siesta o mujeres que van de feria en feria. Un biorritmo cotidiano, natural, que se topa con un giro: el día uno del Tantanakuy infantil número 32. “Estamos muy felices de estar aquí, en esta tierra de mineros y pastores, inaugurando otra edición del Tantanakuy”, dispara Ricardo Acébal, todoterreno del folklore argentino, en el rol de presentador. El lugar es el comedor municipal donde, además de un sustancioso almuerzo colectivo, activa sus voces el coro de la Escuela Maestro Diehl, de Córdoba. Más de veinte jóvenes que, tras los talleres matinales, le ponen magia al convite. Cantan “El negro mar” (guajira de Nicolás Guillén); “Cantares”, de Serrat; y una hermosa versión de “Zamba para olvidar”. La imprescindible idea de Jaime Torres, férreamente defendida por su mujer Elba, sus hijos Juan Cruz, Claudia y Soledad, y un sinfín de colaboradores voluntarios, nace una vez más.

Y vive en la colorida Escuela 245. Allí se suceden varios números artísticos: Manuel Ríos, niño bombisto y cantor de Humahuaca; el grupo local Canto y Baile; Billy Dylan, malabarista de Humahuaca; copleritas y pequeños poetas de la escuela anfitriona; el circo salteño Vagamundos; además de dos periodistas de La Garganta Poderosa, haciendo patria a 1900 kilómetros de su origen: Villa Zavaleta. “Hace cuatro años que esta revista fue creada para hablar con voz propia, y que no venga ningún ajeno a hacerlo por nosotros”, dice Alejandra, una de ellas, mientras niños y niñas pugnan por un ejemplar. Y se desternillan de risa luego, cuando el dúo de teatro Bang Bang cierra la jornada.

El día dos amanece duro. El duro sol de Humahuaca obliga a buscar sombra. Qué mejor, entonces, que la de los diferentes espacios de la Casa del Tantanakuy donde, por la mañana, se desarrollan diversos talleres para chicos. Unos treinta hacen sus primeras armas en arcilla. “La tierra nos habla y nos dice en qué se quiere transformar”, lanza la profe Cecilia, y el piberío concreta en forma de vasijas, cardones y duendes. Bajo el mismo techo, otros pintan. Reproducen la iconografía andina sobre una tela inmensa, que incluye montañas, llamas, bombos y charangos. Otros filetean al compás del profe Marcelo. “El motivo que elegimos es la Bandera argentina”, apunta él. Las actividades se multiplican en varias aristas: hay taller de teatro comunitario, debates con las visitantes de La Garganta Poderosa (apoyadas por el programa Puntos de Cultura, de Cultura Nación), malabares y muchísimos musiqueros, concretando sus primeras grabaciones en el estudio apadrinado por Gustavo Santaolalla. Todos ellos (niños y jóvenes de Humahuaca, Iturbe, San Salvador, Tilcara, Palpalá, Abra Pampa y Cieneguillas) se llevan un CD con el resultado, y le ponen sonidos de profunda raíz andina a una tarde en la que el sol deja paso a una lluvia sorpresiva, pero no impide que el encuentro cumpla una vez más con su fin: encontrarse, dar y recibir, con la identidad como primer motor.

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A 3502 metros sobre el nivel del mar, la Escuela 245 albergó el primer día del Tantanakuy.
 
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