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Domingo, 6 de septiembre de 2015

CULTURA › MARIA EUGENIA LUDUEÑA ESCRIBIO LA BIOGRAFIA DE LAURA CARLOTTO

“El libro fue una forma de meter la lupa sobre ese dolor”

Laura, vida y militancia de Laura Carlotto es la reconstrucción de la vida de la hija –desaparecida y luego asesinada– de Estela de Carlotto, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Acaba de salir la segunda edición; la primera fue previa a la aparición de Ignacio Guido.

 Por Cristian Vitale

El origen del libro fue cosa del azar. Y a la vez, de una llamativa paradoja. Concretamente, la de una nota que la autora le hizo a Estela Barnes de Carlotto para La Nación Revista, en noviembre de 2009, cuando Abuelas había anunciado la restitución de los nietos 98 y 99, y estaba al caer la del 100. “En esa entrevista le pregunté si ella guardaba algún objeto especial para darle a su nieto el día que apareciera, y me dijo que tenía guardadas un montón de cosas para ese momento, pero que lo que más le gustaría era que alguien escriba un libro con la historia de Laura”, reflota hoy María Eugenia Ludueña –la autora– sobre el puntapié inicial de ese deseo que finalmente se concretó cuatro años después, bajo el título de Laura, vida y militancia de Laura Carlotto (Planeta), y que acaba de lanzar una segunda edición, ampliada. El acuse de recibo de la abuela–madre no se hizo esperar: “Me duele este libro pero me hace bien. Lo necesito (...) no quiero que (a Laura) la olvide su patria”, escribió ella en el escueto pero sentido prólogo de la rigurosa investigación periodística que demandó unas cuatrocientas páginas. “La coyuntura era complicada a nivel político cuando empecé a hacerlo. Estaba el tema de Marcela y Felipe, los hijos de los Noble, y la polémica sobre si se les debía o no hacer el análisis genético por métodos alternativos. Me parece increíble haber recorrido este camino desde aquel momento hasta hoy, siento que el libro me permitió contar cómo la hija pare a la madre”, sostiene la autora nacida en Santa Fe durante el año del Cordobazo, y licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires.

–Ese camino más cercano por un lado, y por otro el viaje que hizo por los mundos de Laura, como dice en el libro. Por los de sus compañeros y compañeras, familiares, y personas que estuvieron cerca de ella...

–Y estuvo bien así porque, aunque es súper valioso reconstruir la historia de cualquier militante, siempre me preocupó que el libro no fuera solo la de una persona. La cuestión de género pesa, también, porque las mujeres, salvo casos muy puntuales, no ocuparon lugares significativos dentro de las conducciones de las principales organizaciones revolucionarias. Además, me interesaba abordar la vida de una militante periférica de prensa y propaganda de Montoneros como Laura, que resultó ser –vista desde hoy– la hija de la presidenta de Abuelas... La idea fue que, a través de estas historias que van contando la de Laura, se contaran también las demás historias.

Historias paralelas, cercanas, que no solo se revelan a través de largas conversaciones con familiares directos de Laura (secuestrada y desaparecida en noviembre de 1977, a los 22 años, y asesinada en agosto de 1978) como sus hermanos Remo y Kibo, su hermana Claudia, y la misma Estela, sino también de un devenir dramático que se imbrica en el de los Carlotto (el de los Falcone), cuyo testimonio de Jorge (hermano de la desaparecida Claudia) resulta vital para la reconstrucción de esta historia. Tanto como los de los noviecitos de Laura, los de compañeras y compañeros del Normal 1 de La Plata, o los de militantes de la Juventud Universitaria Peronista, que cursaban en la UNLP. “La verdad es que estoy muy agradecida a los Carlotto por cómo me abrieron las puertas, por la ayuda que me brindaron en la investigación, y por la amplitud de miradas, porque no es lo mismo lo que siente una madre, Estela en este caso, que lo que siente un hermano menor, como Remo. Cada uno cuenta a Laura desde su lugar, más allá de que tal historia estaba armada en una memoria como la de Estela, que es prodigiosa y que ha internalizado, a fuerza de haberla tenido que contar tantas veces en busca de justicia”, explica la periodista. “Algo que me parece muy significativo también es que la familia no pone en un pedestal a Laura. Valora muchísimo las posiciones que ella sostuvo, pero pueden pintarla con ciertos matices”.

–Qué fuerte la figura de Guido, el padre, cuando alguien dice que miraba la vida a través de los ojos de Laura...

–Guido, sí. Todos los testimonios coinciden en que la muerte de su hija lo afectó muchísimo. El no volvió a ser el mismo y lamentablemente –además– no tuvo la suerte de ver la restitución de su nieto. El libro fue como un gran rompecabezas, como si metiera en un tapiz hilos de todos los tamaños y de diferentes texturas, porque tenía información de registros muy distintos: declaraciones judiciales, testimonios, documentación de época, bibliografía, fotos, canciones, entrevistas a personas que conocieron a Laura en diferentes momentos de su vida y cruce de testimonios. Con todo eso hubo que hacer un chequeo para ver qué coincidía y qué no. Además, la vida de los militantes estaba muy compartimentada, porque entre ellos se ocultaban información como parte de la estrategia supervivencia, y esto resulta algo complicado de reconstruir.

–¿Cuál fue el “impulso” subjetivo que la llevó a escribir sobre Laura y la militancia de los 70? ¿En qué sentido se refleja en aquella generación?

–En el de haber pasado mi infancia en dictadura, seguramente. En cosas que vi de niña, como por ejemplo haber estado muy cerca de donde mataron a Vicky, la hija de Rodolfo Walsh. Yo estaba en la escuela, muy cerca de donde ocurrió ese hecho, y es algo que en mi familia siempre se recuerda. Viví la dictadura en la infancia y se dice que la infancia tiene bastante de patria, ¿no? Además, si bien mis padres no eran militantes, la mejor amiga de mi mamá sí, y eso también me marcó. Siempre miraba lo que sucedía con ella en las configuraciones familiares, sobre todo durante los momentos en que las papas quemaban.

–¿Qué la identifica de ese período? ¿Se siente emparentada con esa generación?

–La verdad es que es una época que me interpela desde lo que ocurrió, desde su narrativa. Me interpela, porque es mi primera década de vida y a la vez es la época que nos sigue interpelando como país. Haber crecido en dictadura es una marca muy fuerte, igual que atravesar la transición a la democracia de adolescente y vivirla en la juventud. Creo que esto es constitutivo de las identidades, algo que a cada uno le toca de diferente manera. Me interesan los 70, pero no como nostalgia sino como algo que quiero desentrañar para ver cómo los vivieron otros. No sé, me vienen imágenes como la de ir una tarde al Luna Park y ver pasar un auto por Libertador con gente encapuchada adentro. Son marcas muy fuertes.

Ludueña nació en Santa Fe porque era el lugar que su madre, nacida en aquella provincia, elegía para parir a sus hijos. “Pero nunca viví en Santa Fe, más allá de que sea una tierra que quiero”, aclara ella que, luego de haber pasado por la redacción de varios diarios y revistas (Página/12, La Nación Revista, TXT y Hecho en Buenos Aires, entre otras) actualmente trabaja en Infojus Noticias y en el equipo de comunicación de Conectar Igualdad, además de coordinar talleres de periodismo y derechos humanos para jóvenes, en el proyecto de la Asociación Civil Miguel Bru. “Creo profundamente en la política como herramienta de participación y transformación, y creo que a través de la cultura y de ciertos espacios se pueden cambiar cosas”, sostiene ella, con un primer libro de no ficción bajo el brazo que pinta la militancia de Laura –y la de su generación– con una amplia paleta de colores. Un amplio modus cultural que cruza a Herman Hesse, Perón, Rosas, el Che, Pink Floyd y Almendra, con Viglietti, Gramsci, Fanon, Eva, Led Zeppelin, Jauretche y el socialismo nacional.

–En el prólogo, Estela dice que el libro le duele pero le hace bien. ¿En qué punto le duele a usted?

–Me duele todo lo que pasó. Y el libro fue una forma de meter la lupa sobre ese dolor. Valoro toda construcción de la memoria que se haga desde el periodismo, la literatura o desde todos esos géneros híbridos que surgen del cruce de ambos. Me duele el grado de crueldad que puede llegar a tener la condición humana... que alguien puede robar bebés, torturar, matar, tirar gente al mar.

–Es para destacar que todos los testimonios que hablan de Laura coincidan en los rasgos de su carácter. La recuerdan porfiada, coherente, libre, valiente, introvertida, abnegada, austera e intransigente. Si bien varió en sus ideas políticas, su personalidad tenía un núcleo duro, una esencia existencial que la acompañó siempre, una actitud homogénea frente a la vida que no varió.

–Coincidían todos los testimonios en eso, sí. Lo que me fue difícil fue constatar cuándo habían sucedido las cosas y cómo, sobre todo las cosas finas, los datos.

–¿En qué fragmentos de la vida de Laura se detuvo a pensar mientras investigaba?

–Sin dudas, en todo lo que tiene que ver con su secuestro, su maternidad y el robo de su hijo. No puedo imaginar cómo debe ser parir en esas condiciones. No puedo imaginar el grado de crueldad que se infligía a todos en general, pero en especial a las mujeres. El modo en que tenían con los secuestrados, los tratos... Y, a la vez, me conmueve la fortaleza de las mujeres que han sobrevivido a eso.

–El libro está escrito de forma llana, sencilla y contundente. ¿Qué referencias tuvo en este sentido?

–Lo trabajé en un taller literario, sobre todo en la primera parte, que era la de encontrar una estructura narrativa, y también estaba la cuestión que yo no había vivido esa época desde esas edades, y hubo que trabajar mucho contexto en ese sentido.

–La primera edición fue casi un año antes de la aparición de Ignacio Guido, y ésta última ocurrió con él restituido, devuelto a su verdadera identidad. ¿Cómo fue la receptividad del libro en aquella, y cómo en esta, teniendo en cuenta semejante hecho como variable?

–Es muy reciente hablar de la segunda, pero en la primera hizo que apareciera mucha gente que se siente interpelada por esa época, por tratar de reconstruirla, y además gente interesada en lo que son los procesos de construcción de la memoria en América latina, donde Argentina ha recorrido claramente un camino que tiene una base jurídica. Esto me posibilitó un vínculo muy entrañable con Colombia, por ejemplo, un país donde se trabaja mucho la memoria histórica, o en ferias hechas a pulmón donde me vinculé con gente que milita por las causas de derechos humanos; con nietos como Pablo Gaona Miranda, el nieto recuperado 106, por ejemplo. El libro abrió muchas relaciones por ese lado y esto es como un regalo de la vida.

–¿Ignacio leyó el libro?

–A ver... Hay tanta información sobre su familia dando vueltas y tan poco tiempo desde que descubrió su identidad que... no sé. Sé que lo estaba leyendo, pero no sé ahora. Ya lo sabré. De todas formas, estoy muy agradecida de haberme trepado a las lianas de este país a través de una historia como la de Laura, y todo lo que ella implica.

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“A través de estas historias que van contando la de Laura, se cuentan también las demás historias”, dice Ludueña.
 
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