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Viernes, 31 de julio de 2009

HISTORIETA  › RESTAURARON LA CASA DONDE JERRY SIEGEL CONCIBIO A SUPERMAN

Con una ayudita del planeta Krypton

Gracias a una colecta organizada por los fans, el hogar de Cleveland donde fueron dibujadas las primeras aventuras del superhéroe fue reciclado a nuevo. La anécdota trivial esconde otras historias sustanciosas, como la suerte que le cupo al dueño actual de la casa.

 Por Facundo García

La casa en la que el creador de Superman imaginó al héroe por primera vez acaba de ser restaurada a nuevo gracias a una colecta organizada por los fans. Fue en una de esas habitaciones que Jerry Siegel elaboró, hace más de siete décadas, “un personaje que se llamaría Samson y que encarnaría en sí no sólo a Hércules sino a todos los forzudos de los que había oído hablar. Sólo que más”. Ese fue, también, el escenario que el autor eligió para ambientar las viñetas que mostraban los años de infancia y adolescencia de aquel deux ex machina en calzas que parece volver cada vez que el Imperio anda en problemas. Vista con lupa la noticia revela una constelación de pequeñas historias; entre ellas la del dueño actual, un obrero que compró la propiedad hace veinticinco años sin saber nada del asunto y ahora disfruta de la ayudita que le cayó del planeta Krypton.

Hijo de un crimen

Si se abre el cajón de las historietas, se descubre que el primer hogar del Hombre de Acero es una copia fiel de la construcción ubicada en Kimberly Street al 10622, en el vecindario de Glenville (Cleveland, Estados Unidos). Lo que hay detrás de esa coincidencia se deja contar de muchas maneras. Se puede empezar diciendo, por ejemplo, que en ese sector de la ciudad nunca hubo demasiado dinero. Lo que en los treinta era una vecindad de judíos golpeada por la recesión es hoy un barrio de afroamericanos que no están mejor. Desde luego, la pobreza en el noreste norteamericano es diferente a la sudamericana, lo que no implica que cada tanto no haya uno que otro atraco violento.

De hecho Bradley Ricca, que dicta un seminario sobre superhéroes en la Case Western Reserve University de Ohio y el año pasado presentó Last Son –un documental sobre los orígenes de la supermanía– afirma que el “nacimiento” del paladín fue consecuencia de cierto robo que sucedió a pocas cuadras de allí. El altercado se produjo el dos de junio de 1932, cuando Mitchel Siegel fue asaltado en su negocio de ropa usada y el susto le provocó un patatús cardíaco que lo mandó a tocar el arpa. Desde entonces, el hijo menor de la víctima –Jerry– se obsesionó fantaseando con la posibilidad de que alguna persona buena y fuerte hubiera intervenido para defender a su papá. La anécdota parece salida de una miniserie con Baby Etchecopar, pero el mismo Jerry Siegel contaba que meses después del incidente, durante una noche de insomnio que lo encontró solo en su habitación, pergeñó la idea que cuajaría en uno de los grandes mitos del siglo XX. Corrió unas cuadras hasta la casa de su amigo Joe Shuster y le contó la ocurrencia, a lo que el otro pibe respondió con unos bocetos. De ahí en adelante el dúo cosechó éxito tras éxito.

Carmine Infantino –ex presidente de la editorial DC Comics– admite que el ídolo de uniforme rojiazul se transformó en “el abuelito de todos, la clave de la industria que vino después”. Y tiene razón. Hubo radioteatros, películas de dibujos animados, films con actores en los años cincuenta y las más conocidas Superman: la película (Richard Donner, 1978), Superman II (Richard Lester, 1980) y Superman III (también de Lester, 1983). El fenómeno fue tan amplio que se generó un universo de monigotes calcados del original, que los editores de mediados de siglo denominaron “el mercado de los calzoncillos largos”. Los musculosos con capa, doble personalidad y poderes sobrehumanos se multiplicaron sostenidamente, y no sólo en las fotografías de Federico Klemm.

La restauración conservadora

En 2009 se cumplen setenta y un años del lanzamiento de Action Comics. En su número inaugural, la revista presentó a aquel huérfano extraterrestre y volador que pronto excedió el marco de los entretenimientos infantiles para convertirse en símbolo de la hegemonía estadounidense. Los pormenores alrededor de la restauración de la ex casa de Siegel dan cuenta de esa larga trayectoria: bastó con que el autor de best sellers y comics Brad Meltzer se juntara con otros admiradores de la serie y fundara la organización Ordinary People Change the World (“La gente común cambia al mundo”, www.ordinarypeoplechangetheworld.com) para que los cambios se concretaran en tiempo record.

Los fanáticos pusieron en remate obras originales, perlitas de colección y hasta se vendió una participación como extra en la serie de televisión Héroes. Al mes habían juntado más de cien mil dólares. Lo que hubiera sido un granito de arena para arreglar la mansión de Batman/Bruno Díaz alcanzó de sobra para reacondicionarle el rancho al de la capa roja. Fue una vuelta de tuerca: “Antes Superman salvaba a la gente común, y esta vez la gente común salvó a Superman”, se cebó un medio local. Por su parte, el escritor Meltzer –que aprovechó la volteada para darle un empujoncito a su carrera– ha informado que todo se pintó de acuerdo a los nada llamativos colores originales. “Me volví loco al ver que ponían esa guarda verde oscuro –se sinceró–, ¿verde en la casa de Superman? ¡Kriptonita! En fin, lo fundamental es que se conserve.”

El obrero y las cien lucas

Hay aún otro punto de vista para leer al acontecimiento, y es tal vez el más interesante. Porque cuando Meltzer estaba ocupado en su novela Book of lies y decidió rastrear el lugar exacto que había marcado la prehistoria de Superman, quien le abrió la puerta no fue la Mujer Maravilla ni Superchica sino Jefferson Gray, un obrero negro que no tenía un peso y había comprado la casa en los ochenta, sin tener la menor idea de la importancia que algunos daban a ese sitio. Paradojas yanquis: la cuna de uno de los iconos del Sueño Americano mostraba la trastienda de la ilusión. Jefferson aseguró que en 1986 había recibido una carta de la Municipalidad de Nueva York declarando que su casa era un “monumento importante”. Luego nadie le había propuesto nada, y a sus sesenta y un años no tenía intenciones de iniciar una campaña en solitario. Si de repente aparecía Meltzer con su proyecto, él no lo iba a desanimar. “Me parece bueno que finalmente hayamos marcado dónde empezó todo. Para mí, vivir en la casa de Superman es un gran honor”, opinó el veterano. Después de ganarse la vida modestamente, casi se puede adivinar la cara que puso cuando vio lo que le vino encima en menos de un mes: “¿Es un pájaro? ¿es un avión? ¡No! ¡Son cien lucas verdes!”.

Para conocer “el vecindario de Superman” a través de Google Street View, ingresar en http://www.tin yurl.com/supeshouse.

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Una casa con 71 años de historia.
 
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