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Viernes, 8 de marzo de 2013

HISTORIETA  › PUTREFACCION EN LA EDICION 77 DE LA REVISTA FIERRO, QUE SALE MAÑANA CON PáGINA/12

Dos autores jugando al huevo podrido

La serie de Damián Fraticelli y Ezequiel Couselo traza la parábola del sistema en una heladera desenchufada donde los alimentos intentan sobrevivir al deshielo. Hay pujas de poder, corrupción y sexo, todo con un huevo como protagonista.

 Por Lautaro Ortiz

Mientras un joven Ernesto Guevara Lynch viaja a La Falda para investigar la conexión argentina con los nazis (Edén Hotel); mientras un yanqui que decide morir en tierras extrañas deberá superar pruebas lisérgicas (¡México Lindo!), y una futura peste mundial termina por barrer la razón de la humanidad (Tristeza), en una heladera desenchufada se desata una historia policial de las oscuras, donde los alimentos –con un huevo como protagonista– intentan sobrevivir al deshielo en una medio de una puja de poder y corrupción entre quienes manejan el frío (Putrefacción). Todas éstas, y muchas más, son historias que se juntan en la edición 77 de la revista Fierro que mañana sale junto Página/12.

Y como si la conexión entre esas historias no fuera evidente, la nueva portada realizada por El Tomi (suerte de hada o musa que se une al hombre a través del delicado hilo de la saliva) parece reforzar aquello que el profético André Breton bautizara “vasos comunicantes”; es decir, el inconsciente espejando a la realidad. La revista dirigida por Juan Sasturain recoge pequeñas historias que saltan de la imaginación para hacer pie en lo real: ahí está el “Borges” de Lucas Nine, que asume la tarea de “inspector de aves de corral” que le encomendara un irónico Perón; el obstinado destino de un preso en la cárcel del fin del mundo realizada por Jok-Santullo; la parodia cinéfila de Maicas-Spósito en Barrio Gris o la poética historia del retrete a través de la historia de humanidad contada magistralmente por Lucas Varela.

Quienes hablan de esa conexión entre lo real y la ficción son el guionista Damián Fraticelli (1975) y el dibujante Ezequiel Couselo (1987), nuevos talentos que se incorporaron a Fierro con una serie que ya despertó admiración de los lectores llamada Putrefacción: “Esta historia nació en diciembre del 2001, cuando la crisis terminó de explotar –cuenta el guionista–. Se me había cortado la luz y se me habían podrido las cosas dentro de la heladera. La comparación con lo que pasaba en el país era evidente: la heladera como un sistema dependiente que mantiene las cosas vivas mientras recibe electricidad desde el exterior, pero cuando no, las cosas se pudren y mueren. Era similar a lo que sucedía en aquellos tiempos, con los préstamos que pedía el gobierno al exterior para mantener la lógica de poder que se había instalado en el país. Cuando el gobierno dejó de recibirlos, el sistema se derrumbó, comenzó a pudrirse todo. En ese momento escribí una primera versión, hasta que en 2010 retomé la idea y tuve la suerte de que Ezequiel se entusiasmara”.

Fraticelli, licenciado en Ciencias de la Comunicación y guionista de TV, se encontró con los dibujos de un joven dibujante de Lanús que estudiaba Diseño y Comunicación Visual: “Fue a través de su novia que nos pusimos en contacto. El buscaba un dibujante y ella, profesora mía, conocía mi trabajo. Y ahí empezamos”, dice el dibujante. Esta historia fue presentada a un conocido concurso, y por más que recibiera la admiración de una parte del jurado, no se llevó el premio. Tiempo después sus autores llegaron a Fierro. “Yo tenía en mente Fantagás y El patito Saubon, de Carlos Nine, de esas historias que leí en esta revista me había quedado la voz de ese narrador en primera persona que contaba sus aventuras en un mundo ridículo”, dice el guionista. Enseguida, el dibujante señala como inspiración a Black Hole, de Charles Burns, ya que en él descubrió “cómo se las ingeniaba para lograr la sensación de degradado usando únicamente plenos de blanco y negro”. “Para dar volumen a sus dibujos, lo que hace es poner una sucesión de líneas que van variando en su grosor. Su trabajo me sirvió como referencia.”

–La alegoría sobre el poder, representada por los alimentos que se pudren dentro de una heladera que deja de funcionar, se convierte en un policial negro donde no falta ni la corrupción ni el sexo...

Damián Fraticelli: –Sí, aunque no podemos adelantar mucho para no perder el gancho con el lector, pero sí es cierto que una de las cosas que se van contando es una trama de poder. El huevo descubre poco a poco la forma en que su amigo consiguió su puesto de ministro de Distribución del Hielo. Una forma que iba en contra de los ideales ingenuos que tenía cuando era joven y que de a poco tuvo que abandonar para entrar en la lógica de una política real en la que prevalecen los intereses sectoriales. Mientras que va descubriendo esa historia, el protagonista se contacta también con su pasado y descubre algo siniestro que había censurado de sí.

Ezequiel Couselo: –Y a medida que se cuenta eso, en el dibujo se va avanzando en el estado de putrefacción del lugar y de los personajes, la cosa se va poniendo cada vez más fea.

D. F.: –De todas formas, tratamos de evitar una mirada ingenua y moralista sobre la corrupción que se cuenta. Es decir, no es una historia que viene a dar una lección de cómo deberían ser las cosas, sino que es una historia contada dentro de las reglas de ese mundo que se pudre, donde hasta el mismo protagonista está podrido. Ah, y también hay una historia de amor en medio de esa podredumbre, y hay sexo, que es algo que tuvo su furor en los ’80 y que, me parece, con el vuelco más artístico de la historieta se fue dejando de lado. Claro que es sexo entre productos de heladera...

–¿Cuáles fueron los riesgos de tener que contar ceñido al interior de una heladera?

E. C.: –Lo primero que charlamos fue el tratamiento gráfico. En principio, nos pusimos de acuerdo en el blanco y negro porque la ausencia de color da una sensación más cruda y dramática, con contrastes muy fuertes. Eso encaja perfecto con la trama, ya que es bastante tragicómica. Además, la clave era poner énfasis en las texturas, ya que mientras va avanzando la historia, también va avanzando la putrefacción, y esto se nota principalmente en la piel de los personajes, y en las texturas en general. Pero el desafío fue que tiene que quedar en claro que todo transcurre en el interior de una heladera, hay que mantener al lector siempre metido en ese ambiente. Por eso es importante que los lugares y personajes sean objetos que se puedan encontrar adentro de ella. Por ejemplo, los edificios son recipientes como frascos y botellas. Un problema que surgió es que, al estar en un ambiente cerrado, se supone que no hay nubes, sol, o estrellas para dibujar el cielo, pero usando la imaginación, el vapor del frío de la heladera puede hacer de nubes, y las estrellas podrían ser reflejos de un piso superior dentro de la heladera. También está el tema de los tamaños; por ejemplo, el personaje de “la chica gaseosa” debería ser tan grande como los edificios de la ciudad, ya que también es una botella, pero nos tomamos ciertas “licencias poéticas” para relatar la historia lo más claro posible, sin detenernos en detalles del realismo que no aportarían demasiado.

D. F.: –Sin duda, las dificultades estaban en la forma de encarar el planteo gráfico, porque a mí, como guionista, me resulta cómodo encontrar un mundo que ya tiene sus reglas propias. La heladera es un sistema cerrado, donde el frío tiene un valor porque si no el sistema se pudre y donde hay una jerarquía de frío. La parte superior tiene más frío que la inferior, donde se guardan las verduras. Si al frío le das el valor que tiene el dinero y lo hacés un bien escaso, de ahí puede surgir una buena historia.

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Couselo y Fraticelli, los autores de Putrefacción.
Imagen: Arnaldo Pampillón
 
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