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Viernes, 11 de julio de 2014

HISTORIETA  › LA FIERRO QUE SALE MAñANA CON PáGINA/12 VIENE CARGADA

Para la previa de la final

Desde la fantasía de Noelia en el país de los cosos hasta Lo blanco del ojo, o las tiras y páginas de los habituales Gustavo Sala, Max Cachimba y Adao Iturrusgarai, entre otros, forman parte de un número con tapa e historieta propia de Emilio Utrera.

Dice Juan Sasturain que la Fierro que mañana acompaña en los kioscos a Página/12 está condenada a ser recordada como “la revista que leímos de ojito en el entretiempo”. O “la que estaba sobre el sillón el día de la final”. Vaya uno a saber. Para algunos, este número de la revista señera de la historieta argentina será un modo de aguantar la ansiedad previa al cotejo del domingo. Para otros, un modo de restarle importancia a ese premio consuelo que disputarán Brasil y Holanda el sábado. Ojalá, para muchos, muchos más, sea un modo de resistirse a bajar a tierra, en plena alegría, varios días después del domingo. Porque lo cierto es que, más allá de la gloriosa coyuntura futbolera que la cobija, esta edición de Fierro tiene lo suyo para anotarse algunos porotitos en el listado de números que valió la pena leer. Y esto, por varios motivos.

En principio, porque como cada mes impar, la revista comparte con sus lectores una buena cantidad de páginas de Ignacio Minaverry y su Noelia en el país de los cosos. Veintidós páginas de fantasía (o realismo disimulado, según a quién se atienda). Y el staff de habitués de la publicación tampoco falta a la cita: Fernando Calvi con su Lo blanco del ojo, la dupla Maicas-Sposito con Barrio Gris, las tiras y páginas de Gustavo Sala, Max Cachimba, Adao Iturrusgarai, Ariel López V. y Jorge Quien, o el cuento de Pedro Lipcovich.

A todo esto hay que sumar la sección de ¿crítica? ¿reflexión? ¿opinión? que coordina Laura Vazquez Hutnik y que esta vez invita a cuestionar el lugar del editor (de historietas) en el campo. Las plumas invitadas son Federico Grunauer (Agua Negra Ediciones) y el mexicano-uruguayo Rodolfo Santullo (Grupo Belerofonte), de extensos lazos con las viñetas argentinas y con la revista misma. Consultada por este diario, Vazquez Hutnik anticipa que la pregunta-consigna lanzada a los escribas invitados fue “El editor, ¿un mal necesario?”.

La académica –también es directora del Congreso Internacional Viñetas Serias– asegura que la pregunta siempre “es disparadora de escenarios”, y que “puede ser arbitraria, provocativa y hasta molesta”. Incluso, reconoce que a ella misma le molestaría que le hicieran esa misma pregunta que hizo a Grunauer y Santullo. “Pero la intención es que el columnista tenga la posibilidad de abrir su juego y marcar posición.”

La Fierro clásica ubicaba buena parte de su espíritu rupturista en su suplemento “Oxido”. Esta Fierro pone lo nuevo en el cuerpo y utiliza su suplemento “Fierrito” de distintos modos. Uno que se impone mucho últimamente es el de ejercer una labor de rescate (ahí está el enamorado de los clásicos, Diego Parés, oficiando de maestro de ceremonias). El rescatado, este mes, es Don Pascual, de Roberto Battaglia. En un artículo, el especialista Andrés Ferreiro advierte que la tira comenzó, con otro nombre, en 1945 y que cambió de nominación algunas veces hasta alcanzar el nombre que la inmortalizaría recién en 1957, pero siempre en la revista Patoruzito. Clásico entre clásicos de la historieta argentina, Fierro ofrece ocho páginas para conectar, aunque sea mínimamente, al lector de hoy con una obra indispensable del acervo comiquero nacional.

El número de julio se completa con otras dos propuestas. Una es Mujeres de Manila, que ofrecen en conjunto Lautaro Ortiz –también jefe de Redacción de la revista– y El Tomi. La dupla ofrece unos versos, que el dibujante ya compartió en su perfil de Facebook, como anticipo: “Las mujeres de Manila se abren despacio,/ a la luz de la siesta,/ al poderoso silencio”. Ni falta decir que a sus páginas las recorre un voluptuoso erotismo.

La última propuesta del número es, también, la más osada. En el número de junio Fierro había invitado a un autor joven, Emilio Utrera, conocido en el ambiente por su trabajo en el fanzine autoeditado Barras, que narraba con cierta épica conurbanense una suerte de guerra civil de las barras bravas. Utrera cumplió y este número hace la portada de la revista y una historieta propia en la que explora el universo de las whiskerías, en el que –reconoce– tiene “abundante trabajo de campo”.

“Dentro de Barras aparecen unos personajes que son unas minas medio bravas, que se la bancan, van al frente y tienen sus códigos –cuenta–, así que la idea de trabajar algo de ese mundo la tenía hace rato.” Aunque su proyecto original seguía circulando en torno del fútbol, eventualmente giró hacia el universo más sórdido de las “coperas”, y reconoce que en ello influyó mucho la amplia cobertura que la cuestión de la trata de mujeres y niñas está teniendo en la prensa. “Con los medios se fue desentrañando un poco el mundo, con las cámaras ocultas y el caso Marita Verón, eso me fue decantando la idea”, explica.

Lo suyo, sin embargo, no surge de una mirada militante ni política. “No es investigación, pero quería mostrar que a pesar de toda la mafia y corrupción que hay, esas minas son altas laburantes que se bancan de todo –comenta–. Muchas se lo toman como un laburo, otras lo sufren, pero están al límite todo el tiempo.” ¿Qué más le interesa del tema? “Que genera controversia de opinión, debate.”

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