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Miércoles, 29 de abril de 2015

HISTORIETA  › ZAPATOS EN LA HELADERA, EXPOSICIóN DE OBRAS DE TOMáS SANZ, EN EL MUSEO DEL HUMOR

El costumbrismo desopilante

Curada por Meiji, la muestra, que tiene como subtítulo 50 años de dibujos en busca de un lugar, recorre la extensa trayectoria del dibujante que llegó a dirigir la revista Humo(r).

 Por Andrés Valenzuela

Si de algo sabe Jorge Meijide –es decir, Meiji–, es de dibujo. Sobre todo, de dibujo humorístico. Así que cuando se pone a curar la muestra de un colega, mejor prestar atención. Y si el otro dibujante en cuestión es nada menos que Tomás Sanz (1937), hay que prestar muchísima atención. Eso sucede con Zapatos en la heladera (50 años de dibujos en busca de un lugar), la exposición que se puede visitar hasta el 21 de junio en el Museo del Humor porteño (Av. de los Italianos 851) y que recorre la extensa trayectoria del dibujante, que llegó a dirigir la revista más emblemática de Ediciones de la Urraca: Humo(r). En las paredes de la primera sala de exposiciones temporarias del MuHu se parte de los primeros bocetos en la escuela de Bellas Artes hasta sus trabajos profesionales más recientes, pasando por cada experiencia en Satiricón, Humo(r) o El Ratón de Occidente, los encargos que le llegaban desde el mundo de la publicidad y su actualidad escribiendo e ilustrando textos en el diario deportivo Olé.

Asegura Meiji, a propósito de su colega, que “esos increíbles escorzos dibujados con maestría en sus desopilantes escenas costumbristas son la consecuencia de los estudios sobre modelo vivo laburados en el taller de Estímulo de Bellas Artes” y agrega que “las escenografías que contienen esas escenas abrevan en cada trazo dedicado a la ilustración publicitaria”. Los trabajos de Sanz son los de un tipo que conoce y estudió con atención el medio en el que tuvo que desempeñarse. La exposición lo grafica con las reproducciones que él mismo hizo a mano alzada sobre páginas de sus antiguas lecturas.

Juan Sasturain, por su parte, afirma que “esta exposición de maravillas busca un orden sin necesidad, un lugar que siempre estuvo ahí” y compara su visita con “recorrer una casa chorizo de barrio, reciclada, con pasillo embaldosado que da a una vereda de Calé, pero con bar de Medrano en la esquina”. También propone tomarse la visita como la experiencia de “abrir un ropero de tres cuerpos con espejo tipo Alicia y fotos de cantores y jugadores de bigotito clavados con chinches en la parte interna de la puerta con el corbatero vacío y cajones llenos de tesoros secretos y maravillosas boludeces: un disfraz de carnaval de El Zorro, pantalones Oxford, pulóveres de cuello alto que no pudo tirar”. Y algo de eso hay, porque en sus dibujos, en su tarea como director de El ratón de Occidente y de Humo(r), Sanz puso el ojo en la política y la sociedad argentina y la desmenuzó para reírse con y de ella.

Lo notable y curioso de todo esto es que, además, Sanz lo hizo desde el bajo perfil, sin recibir la atención que se le dispensaba –también merecidamente– a sus compañeros. Cantidad de guiones suyos fueron publicados sin su nombre. El firmaba como Humor, revela Meiji, como si la idea hubiera salido de la redacción y no de su cabeza, y así dejaba pasar el aplauso que le hubiera granjeado cada pequeña joyita.

En ese proceso de lectura, además de las caricaturas políticas en las paredes con sus dibujos del Museo del Humor se advierte otra faceta fundamental del conjunto de su obra, que es el humor deportivo. El mismo que lo llevó a publicar en 1994 y de la mano del Negro Fontanarrosa el Pequeño diccionario ilustrado del fútbol argentino, en el que la dupla soltaba definiciones tales como “un partido donde no hay dos puntos en juego y en el que los jugadores practican como se agarraran a piñas cuando los haya”, para hablar de “amistosos”. Un ejemplar de ese diccionario también se expone en Zapatos en la heladera.

De todo el espacio que la muestra le dedica al humor gráfico deportivo –que es bastante y se centra especialmente en el fútbol y el tenis– es interesante notar que Sanz consiguió intuir y capturar un momento de cambio en la figura del deportista de elite. Sanz (re)construye en sus personajes el proceso por el cual dejan de ser sencillamente “ídolos” del “balompié” o del “deporte blanco” para ser estrellas (casi) de la farándula. No en vano empiezan a aparecer en los chistes junto a políticos y actrices, y la circulación de sus nombres por las revistas del corazón también es motivo de risas para el humorista, que incluye desde chistes con la paternidad de Guillermo Vilas hasta elaboradas parodias sobre César Luis Meno- tti y Mónica Mihanovich.

La muestra incluye además fotografías suyas con otros colegas, como Tato Bores, y momentos compartidos con figuras como Diego Armando Maradona. Sanz es un humorista notable y un gran dibujante, pero sin embargo no está entre los primeros nombres que saltan a la mente cuando se piensa en la época en la que hizo sus principales trabajos. Pese a ello, fue una figura esencial de toda una etapa del humor gráfico argentino. Por eso Zapatos en la heladera sirve no sólo para admirar, sino también para redescubrir su figura.

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López Rega caricaturizado por Tomás Sanz.
 
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