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Lunes, 18 de agosto de 2008

PUTAS, EN EL CENTRO CULTURAL RICARDO ROJAS

Un metarrelato de la prostitución

Bajo la curaduría de Máximo Jacoby, la exposición da cuenta de las variaciones en el registro artístico de la prostitución.

Putas. Así se llama la muestra plástica del Centro Cultural Ricardo Rojas que, bajo la curaduría de Máximo Jacoby, da cuenta de las variaciones conceptuales, perceptivas y de registro artístico de la prostitución en el último siglo. El resultado es una colección esquizofrénica que va de la estética del porno blogger amateur a Picasso, pero también de Spilimbergo a los volantes de “bebotas de Palermo” que empapelan cabinas telefónicas.

“La muestra no es sobre la prostitución, ésa es la primera confusión. Aquí hay tres ejes: una breve historia de la prostitución en la historia del arte, un análisis del discurso sobre la prostitución, y las obras en sí”, explica Jacoby. El análisis de discurso es, más bien, una puesta en muestra de las cosmogonías en torno de la prostituta, la meretriz y la dominatrix, pero también de la lujuriosa, de la exhibicionista, de la “putita linda” y de aquellas que se ganan el cariñoso mote de mi putita.

El verso “¡Cómo conforta sentirse piadosa! Dulce es la simple bondad de mi cesto”, de Clara Beter (en realidad, César Tiempo, una suerte de “timador” literario que causó escozor y –más– conflicto entre las vanguardias de Boedo y Florida) aporta la perspectiva en primera persona, con la puta al habla. Lo mismo sucede con la obra de Daniela Luna, la turgente jovencita que, luego de descubrir a los ocho años que “quería ser stripper”, cumplió su sueño, se cansó, se retiró y hoy es propietaria de las sedes argentina y norteamericana de la galería Appetite. Fotos caseras de Daniela y sus ex, planos cerrados de bustos contra un espejo y baile de caño: la puta convertida en artista por fuera de la artesanía amatoria.

Ambas obras tienen al protagonista como cronista, pero parten de disciplinas distintas: la poesía y la fotografía digital. Manifiestan, como las demás, diferencias de observación, de estética, de textura y de disciplina. “Eso está buscado –revela Jacoby—, como curador, puedo mostrar qué pasa con el concepto de la ‘puta’ en el arte, pero no puedo definirlo. Las muestras suelen ser tautológicas, bajan línea; aquí sólo hay visiones autorales sobre un tema, con mi pequeña edición.”

Quizás el catalizador sea el pasaje de El capital que acompaña dos fotografías ampliadas a plotter: “La fuerza de trabajo es la suma de todas las actitudes físicas e intelectuales que residen en la corporalidad”. Y es la corporalidad de las obras lo que, extrañamente, sobrevive al tema. Las texturas del collage Lengua de gato 2008, de Kuki Benski, que reelabora hacia el lado de la geisha las celebraciones del año nuevo chino; o de Todas las relaciones son sexuales, un trabajo tipográfico sobre telgopor de Gustavo Marrone invitan a la interacción sensorial por fuera de la expectación pornográfica, erótica, de las obras.

“Las obras tienen un diseño estético que debe pensarse desde lo sensorial. No serán obras de alta alcurnia, pero son construcciones interesantes”, dice Jacoby. Y una visión autoral de Tolouse Lautrec, de Spilimbergo, de Ernsrt Kirchner, siempre es interesante. Les demoiselles D’Avignon siempre es interesante. La sorpresa está en autores como Ariel Authier, que logra captar el romanticismo y la realidad de Gabriela Schevach, convertida en una empleada doméstica sólo abrigada por una escoba y replicada en una femme fatale de oficina porteña. O en la ocurrencia periodística de Marcelo de la Fuente, que pone a discutir la tradición de los “servicios clasificados para el hombre y la mujer” a mediados del siglo pasado con los minúsculos y sensacionalistas volantes actuales.

Mujer cantando, pintura de Silvina Aguirre, es magnética: una espalda, una palma abierta sobre la cintura, una boca abierta con un “micrófono” y una expresión fantástica en el rostro dibujado. Incluso la serigrafía, como técnica, es abrazada por la muestra: Puta pero limpita, una serie de seis serigrafiados sobre tela, solventa aquello de “una puta en la cama y una dama en sociedad”. No hay (y no se requiere) una linealidad en la espectación: como en el sexo, los movimientos son azarosos.

Buena parte de ese espíritu la aporta una publicidad de Fabulous Nobodies, con producción de Roberto Jacoby (tío de Máximo), fotografías de Alex Kuropatwa, y Liliana Maresca frente al obturador. Se trata de una suerte de secuencia de striptease, magnífica para explicar la ruptura con el cartesianismo que plantea Walter Benjamin en torno de la cuestión del observador. Es que Putas funciona como un metarrelato de la prostitución. Uno desordenado, es cierto. Y, desde ya, no uno semiológico, más allá de las pretensiones. Lo interesante es que, en medio de todo el fandango, estas putas cumplen su cometido: regocijar la vista, el tacto y la fantasía.

* La muestra Putas puede visitarse, con entrada gratuita, en la galería del Centro Cultural Ricardo Rojas, Corrientes 2038.

Informe: L. P.

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La muestra puede visitarse, gratis, en la galería del Rojas.
Imagen: Jorge Larrosa
 
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