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Viernes, 9 de enero de 2009

EL SUEÑERO, DE ENRIQUE BRECCIA, LLEGARA MAÑANA A LOS KIOSCOS CON PAGINA/12, COMO OPCIONAL DE LA REVISTA FIERRO

La historieta que rompió con las buenas maneras

Es el primer libro de la colección Continuará, que rescatará obras notables, difíciles de conseguir. El Sueñero se mete de cabeza en la mitología campera y en la política partidaria. “Para decirlo sin vueltas: peronicé la historieta”, dice Breccia.

 Por Andrés Valenzuela

“De polémica originalidad”, describe tajante Juan Sasturain el estilo de El Sueñero, de Enrique Breccia, que llegará mañana a los kioscos como opcional de la revista Fierro (que, como un juego de cajas chinas, también acompaña a Página/12). Es el primer libro de la colección Continuará con la que la revista insignia de la historieta argentina actual aspira a cubrir algunas grandes ausencias de las viñetas locales.

Hay obras que son difíciles de conseguir. Sea porque cuando se las recopiló la tirada fue pequeña o no alcanzó algunos puntos del país. Ya porque jamás se las reunió en un tomo para el disfrute de los amantes de la buena historieta. Bien porque lo que anda dando vueltas por ahí, bajo la máscara de revistas veteranas, no llega a las manos del lector con la completud ideal o en las mejores condiciones de conservación.

Acá la cosa (indicaría la “mandarina eléctrica” al Ñato) arranca con El Sueñero, una historieta por entregas que originalmente le había sido encargada a Breccia por un editor catalán que “mostró la hilacha no pagando las páginas”. Así que se vino abajo la propuesta original y por esas coincidencias del destino quiso la suerte que la Fierro, en su primera etapa, tuviera el espacio para albergarla.

“Ya sin la obligación de tener que escribir para un mercado no argentino, decidí ‘nacionalizar’ el guión, seguro de ser entendido en mis pagos”, cuenta Breccia. Así, su historia de una espada de alquiler proveniente de un futuro rarísimo en el que las guerras han terminado y la gente muere de aburrimiento, llegó a Mar del Sur. Con ello el relato se metió de cabeza en la mitología campera, en los debates culturales eternos de la Argentina y “en la política partidaria”, marca con firmeza el autor, “porque para decirlo sin vueltas: peronicé la historieta”, declara más de veinte años después de la primera publicación de esta narración en la que las huestes de “Helje Nerhal” enfrentan a alpargatazo limpio a los “Ghori-Lhas” del “gusano Grhin-ghó” en defensa del suelo y las tradiciones autóctonas.

Pero para entender por qué Sasturain llama “polémica” la creación de Breccia hay que remitirse, nuevamente, a la primera etapa de Fierro. Fue tan grande la discusión que generó en los lectores que a partir del número 20 (abril de 1986), la revista inauguró la sección “Piedra Libre” con el objeto de albergar las discusiones que El Sueñero generaba. El intercambio de cartas de lectores se extendió por varios números sin perder un punto de su intensidad.

“Por si las moscas, aclaro para la gilada que en su momento me acusó de ‘monto’ que siempre milité en la ortodoxia peronista, así que quienes gustan de etiquetar y alinear en estantitos a las personas pueden rotularme sin equivocarse como un peronista-peronista (ni yanqui ni marxista)”, se despacha Breccia. Es que en El Sueñero liberales, radicales y anglosajones aparecen casi sin excepción (y con un disimulo tan leve que resulta evidente que sólo quiere destacarlo) en la vereda del enemigo invasor, mientras que entre los defensores están los descamisados guiados por el bombo “del gran Thu-Lá”.

El Sueñero, explica Sasturain, “es una obra maestra absoluta, un ejemplo de cómo llegar a ser un clásico insoslayable desde la ruptura de los géneros y el trabajo sobre los bordes de lo aceptado, de lo estético y/o políticamente correcto, rompió con el buen sentido y las buenas maneras, mezcló épica aventurera y sátira alegórica, Swift y Gargantúa, costumbrismo y panfleto”.

Lo de “panfleto” podría sonar discordante entre tanto elogio. Pero basta remitirse a un ensayo sobre la vieja Fierro publicado por el historietista Federico Reggiani, quien asegura que Breccia “sacó a la luz, por contradicción, por lo violento y maniqueo de su mensaje, la ideología de no confrontación propia del período. Las polémicas llevadas adelante por los lectores entre los números 20 y 23, así como la propia historia, merecerían un análisis detallado”. Re-ggiani señala también que “lo de panfleto no es juicio sino descripción: en general me gustan los panfletos y ojalá todos estuvieran tan bien dibujados”.

“La originalidad de Breccia fue tal que desbordó las categorías”, sigue alabando Sasturain, “hizo algo tan libre, desmesurado, arbitrario y creativo que no admitía clasificación ni calificación sin polémica. Nadie había hecho nada igual y en muchos sentidos no se volvió a hacer”.

Para muchos, El Sueñero fue el punto más alto de la carrera del por entonces cuarentón Breccia, que había comenzado cuando pibe bocetándole las viñetas de Mort Cinder a su padre, Alberto “el Viejo” Breccia, que éste hacía con los guiones de Héctor Germán Oesterheld. El mismo Breccia hijo que firmó por primera vez una historieta al hacer La Vida del Che, también de Oesterheld. Ese mismo que es recordado por los amantes de la aventura por sus páginas de Alvar Mayor en compañía de Carlos Trillo.

El mismo Enrique Breccia reconoce gambeteando la falsa modestia que gráficamente fue un momento de gran nivel en su producción. “Es una historia de calidad, con un lápiz y un pasado a tinta que es de lo mejor que hice junto a La vida del Che, El Matadero y poco más”, sentencia.

En todo caso, el autor matiza al hablar del texto (brillante, por cierto) de la obra. “Hasta el capítulo diez, el texto acompaña bastante bien al dibujo; a partir de ahí, exceptuando el último par de capítulos, desbarranca en la banalidad”, lamenta. Esta falla que Breccia se critica, sin embargo, no empaña una obra completa, comprometida y de gran poderío narrativo, rica en detalles gráficos y literarios.

Sobre Continuará

“La idea”, cuenta Sasturain, “es ofrecer lo mejor de los mejores, pero no lo transitado, sino algo de eso bueno que no había cómo leer”. Así se eligió a El Caballero del Piñón Fijo (y otras historias sin ruido), de Trillo y Mandrafina; Ministerio, de Oscar Barreiro y Francisco Solano López, y Rolo, el marciano adoptivo, de Oesterheld y (otra vez) Solano López, repitiendo la dupla del primer Eternauta.

“Una colección de historieta argentina como Continuará siempre es una idea presente y ahora se dieron las condiciones, porque coincidió nuestro deseo (el de Lautaro Ortiz y el mío desde Fierro) con el gusto y los planes de publicación veraniega de Página/12”, explica el director de la revista antológica de historietas y de la colección. “Vamos a probar, ver cómo anda, con cuatro entregas”, confía y reconoce que queda mucho en el tintero, “la historieta argentina es muy rica, vastísima, así que hemos hecho un recorte”. La clave, sugiere, está en el título de la colección, “Continuará remite a cierto tipo de historieta de aventuras, de entregas sucesivas con un desarrollo argumental más o menos complejo”.

Si algo tienen en común las obras seleccionadas es que todas se apoyan “en el blanco y negro tradicional” y tienen detrás “a autores consagrados de décadas pasadas pero vigentes, con grandes obras difíciles de encontrar o nunca recopiladas hasta ahora”. Los títulos fueron elegidos “simplemente por su excelencia y porque el lector los recuerda y no los ha vuelto a ver”. Entonces repasa: El Sueñero “es un clásico absoluto de los ochenta y uno de los símbolos de la primera etapa de Fierro”. Piñón Fijo “y las historias mudas que lo acompañan marcan el comienzo y la madurez inmediata de una colaboración entre Trillo y Mandrafina en que ambos se potencian para hacer un tipo de historias muy ácidas en que predomina el relato visual sobre lo discursivo con recursos de puesta teatral o propios del cine mudo, son increíblemente originales para su tiempo y para el nuestro”.

Las otras dos historietas “son pruebas fehacientes de la frescura, la vitalidad creativa y la garra incomparable de Solano López”. Rolo, el marciano adoptivo data de mayo de 1957 y Sasturain la señala como una “especie de ensayo general de El Eternauta, al que antecede en pocos meses, sobre todo en la idea de Oesterheld de trasladar el tema de la invasión extraterrestre al Buenos Aires contemporáneo”.

De Ministerio, Sasturain asegura que Barreiro “participa tanto del clima de Brazil de Terry Guilliam como de los más cargados delirios góticos” y que “supo sacar, con su energía y vitalidad, algo de lo mejor que el avezado dibujante guardaba para la última etapa de su obra”.

¿Y cómo sigue esto? “Es prematuro aventurar algo, y tiene que ver con la misma continuidad” de la colección, advierte Sasturain, “pero pensamos en por lo menos cuatro obras maestras más”. “No es fácil a veces, sobre todo con autores desaparecidos, allanar el camino de la publicación. Pero lo intentaremos.” Un deseo valioso que, si a la colección le va como se merece, seguro Continuará.

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La obra de Breccia fue objeto de polémica al ser publicada originalmente, hace más de veinte años.
 
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