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Viernes, 27 de febrero de 2009

9ª FERIA DEL LIBRO CHAQUEÑO Y REGIONAL

La cultura como acto de Resistencia

Miguel Angel Molfino, Martha Bardaro, Pedro Jorge Solans y Mariano Quirós, escritores chaqueños que por estos días participan de la feria, cuentan qué significa para ellos sostener una actividad cultural en una de las provincias más pobres del país.

 Por Silvina Friera

Desde Resistencia

Cuando se cruza el puente General Belgrano desde Corrientes, se siente el pulso salvaje de Resistencia. Algo sucede, quizá sea una metamorfosis que galopa ante los ojos del observador con una velocidad que hace que todo sea confuso, inasible. El paisaje, tan guionado y armonioso, se vuelve sombrío, caótico, amenazante, áspero como una lija. De pronto pareciera que la ciudad, con ese sol asesino que amaga con desplegarse en toda su plenitud, recibe al visitante con una carcajada endiablada. Y sin embargo, al rato de andar por el camino asoma la hilacha de una certeza. Un fuego que quema. Ese horizonte hostil, tallado a golpes de hacha, seduce porque es el roto que promete. Invita, de un modo sui generis, a hundirse en el surco de sus contradicciones. A develar, si es posible, sus grietas, sus misterios. En el primer golpe de vista, la geografía expulsa, pero en el segundo ya tejió un hilo invisible que amarra. Miguel Angel Molfino, Martha Bardaro, Mariano Quirós y Pedro Jorge Solans, cuatro escritores chaqueños que por estos días participan de la 9ª Feria del Libro Chaqueño y Regional, reivindican la sorprendente movida cultural de esta urbe tan desprolija como vivificante.

Molfino, el chaqueño de tonada más incierta, sin un canto enfático, nació en Buenos Aires en 1949, pero sus lecturas y recuerdos de infancia están anclados en Resistencia. Y por eso resistieron a las torsiones de sus exilios en Buenos Aires y México. Autor de libros de cuentos como El mismo viejo ruido y Prosas escogidas, y de poemas, el más reciente La mágica aldea del crepúsculo (falsos haikú), plantea que el crecimiento de la feria ha impactado en la actividad literaria de la región. “Es importante que la gente quiera escribir, independientemente de lo que escriba.” Bardaro, autora del ensayo Filosofía y poesía en Eduardo Fracchia, docente jubilada de Filosofía que trabajó en los niveles secundario, terciario y universitario, recuerda que la primera feria se hizo en una carpa. “Cuando fui por primera vez realmente me emocionó ver la gran producción chaqueña que había, mucha de la cual no conocía habiendo vivido toda mi vida acá. Es tanta la cantidad de presentaciones de libros y conferencias que se fueron agregando con los años, que ahora tuvieron que anexar el complejo Guido Miranda.” Quirós, el más joven, director de la revista cultural Cuna, introduce el primer bocadillo: “Acá podés encontrar de todo, hay cosas buenísimas y malas también, pero lo bueno es que se estimula a los que escriben y dan ganas de estar en la feria, con todo lo que implica sostener una feria en una de las provincias más pobres del país”.

Chaco tiene sus leyendas y mitologías. En la ciudad de las esculturas, los cuatro escritores coinciden en calificar de “impresionante” la movida cultural chaqueña, cuyos prólogo y epílogo no son monopolio exclusivo del libro. En el orgullo de ser chaqueño se integra también la Bienal de Arte y los Foros de Fomento del Libro y la Lectura que organiza Mempo Giardinelli. “Si vos comparás lo que pasa en Resistencia con Corrientes, somos dos polos opuestos –dice Bardaro–. Los correntinos mismos reconocen que no tienen el movimiento cultural que tenemos nosotros.” Los complejos, ya sean de superioridad o de inferioridad, se extienden como yuyos: los arrancás y crecen y se multiplican en otras partes. No les temen a la tierra yerma. “Corrientes es una sociedad muy conservadora –azuza Molfino–, en cambio nosotros somos una sociedad joven y dinámica que empezó hace un siglo y pico.” Solans, nacido en Quitilipi en 1959, autor de Crímenes en sangre. Los intereses ocultos que existen detrás del genocidio aborigen en el Chaco, con su cadencia chaqueña intacta a pesar de que hace años que vive en Carlos Paz (Córdoba), subraya el camino que está marcando la feria. “Sin querer, estamos aportando, poquito o mucho, un nuevo pensamiento a nuestra región. En provincias que son pobres e inviables, lo que más queda acotado es el pensamiento. Recuerdo que un día, cuando la feria se hacía en la carpa, llovió mucho y goteaba por todos lados. Y en vez de suspenderla, se puso aserrín en el piso para seguir.” En ese seguir de cara al futuro, pero sin ignorar el pasado, tal vez anide la clave de su singularidad cultural. “Resistencia, como toda capital, como toda metrópoli, siempre ha sido una ciudad culta –explica Molfino–. Eso fue desde que tengo memoria, desde que era chico. Acá estuvo el poeta cubano Nicolás Guillén y yo tuve la suerte de estar con él tomando un café cuando era muy chico, tendría seis o siete años. Se dice que el cine arte de Bergman se proyectó primero en Resistencia antes que en Buenos Aires.” Los cuatro se ríen. Es tan simpática esta leyenda que ya forma parte del folklore cultural de la provincia.

“Algo se sembró para llegar a tener la generación que representa Mariano”, advierte Molfino y señala al joven.

“Nosotros ahora somos los parricidas, venimos a matarlos a ustedes”, dispara Quirós sin anestesia.

No es una impostura o una ingratitud. El propio Molfino, quien presentó en la feria Cuatro perras noches, una antología de cuentos en la que figura Quirós junto con otros autores de su generación, Pablo Black, Germán Parmetler y Luciano Acosta, sabe que todo padre espera inexorablemente el momento en que será asesinado. El benjamín bromea y advierte que si Molfino le paga una cerveza, quizá medite su anunciado parricidio. “Todos los escritores chaqueños hemos sido islotes y no generaciones. Es cierto que antes era mucho más difícil publicar que ahora, pero recién podemos afirmar que tenemos una generación numerosa, muy lectora y talentosa –compara Molfino–. Quirós es parte de la primera generación de escritores que tenemos en el Chaco.”

Quirós, autor del cuento “Contigo dos vidas”, intuye que tiene que recoger el guante, pero necesita unos segundos de silencio para acomodar la estantería de sus ideas. “Esta es una ciudad de lo más despelotada y caótica. Acá hay más mugre y molestias constantes que generan sin duda un malestar vital.” “¿Ese malestar sería un síntoma de su generación?”, le pregunta Página/12. “En algún punto sí, pero también vivimos en una burbuja porque somos chicos con suerte que no hemos pasado grandes apuros, entonces escribir nos ha resultado fácil –razona Quirós–. Supongo que iremos asimilando todo este caos de alguna manera. Pero somos privilegiados porque tenemos tiempo para leer, para escribir y para tener una revista. Y no necesitamos trabajar tanto.” ¿Cómo enfrentar el sortilegio de Resistencia que lleva del rechazo a la euforia y de esta exacerbación hacia un pozo de melancolía? ¡Qué ciudad feroz! Ni los propios chaqueños parecen inmunes a este péndulo. Solans lo confirma: “Chaco siempre estuvo presente de forma dolorosa, aunque ahora viva en Córdoba. No es casualidad que esté en una zona, Carlos Paz, donde los chaqueños son una plaga; una ciudad de 60 mil habitantes que llegó a tener más de 10 mil chaqueños”. Es curioso: la tonada de Solans parece desmentirlo. Se podría decir, sin exagerar, que es un chaqueño que nunca cruzó la frontera provincial. “Quizá no seamos los mejores exponentes del acento chaqueño –ironiza Solans–, pero es un cantito que se frena de golpe, y hablamos muchas veces sin pronunciar las eses del final y con la erre arrastrada.” Molfino cuenta que recién ahora está escribiendo desde “esta orilla”, que siempre extrañó al Chaco cuando estuvo exiliado. “A pesar de todo, me siento muy chaqueño. Lo importante es cómo uno relaciona sus lecturas y la memoria. A mí de chico me llevaban a Barranqueras, al puerto, y eso configuró en parte un imaginario literario que no es del todo real.”

Como todos los escritores, Quirós vuelve una y otra vez sobre las impresiones que provoca la ciudad. “A pesar de su fealdad, Resistencia es seductora”. Ha llegado la hora del bocadillo marca Bardaro. “Con lo fea que es, con lo sucia que es, con todas las cosas malas que tiene, yo digo y repito que éste es mi lugar en el mundo. Estuve en Roma, que será una maravilla, pero me quedo con Resistencia. No podría vivir en un lugar perfecto, prolijo, donde no hay perros callejeros, porque el perro callejero le da vida a una ciudad.” Bardaro repite que su pasión es la docencia. “Aunque estoy jubilada, sigo dando cursos o clases especiales que me piden. La forma en que encaro la filosofía es desde lo cotidiano, a partir de la experiencia de vida, de los datos que nos aporta la ciencia, de todo lo que nos puede servir. No me interesa escribir o dar cursos para intelectuales. Prefiero al ciudadano común porque parto de la hipótesis de que todo ser humano en algún momento de su vida filosofa, aunque no lo sepa. De los especialistas, que se encarguen los profesores de la universidad. Yo trabajé durante muchos años en la universidad, nadando contra la corriente, porque una filosofía de lo cotidiano en la academia no podía tener cabida. Eso me costó que los militares me echaran, pero no me pasó nada comparado con otras situaciones terribles que vivieron otros colegas y compañeros. Escribir para mí es una prolongación de la docencia, pero no puedo permitir que me llamen escritora. Que me encante escribir no significa que sea escritora. Me gusta hacer docencia a través de la escritura.”

Resistencia no sólo parece sino que es peronista. “El peronismo está en el ADN del Chaco”, asegura Molfino. En esa genética peronista que se huele en el aire, se cifra una porción de ese oscuro objeto del deseo que genera la ciudad.

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Los cuatro escritores coinciden en calificar de “impresionante” la movida cultural chaqueña.
 
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