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Lunes, 26 de octubre de 2009

OPINIóN

El regreso del músico

 Por Eduardo Fabregat

A veces el trabajo periodístico tiene esas inconveniencias: por cuestiones del cierre en la redacción, quien esto escribe no pudo estar en Vélez el viernes por la noche. Allí fueron Roque Casciero y Luis Paz a mojarse hasta el apellido y comprobar la buena salud artística de un tal Charly García, a la verificación de que la expresión de deseos se convertía en feliz realidad. Me perdí la vibrante interpretación de “Vía muerta”, no pude asistir a un nuevo capítulo de los cruces García-Spinetta de los que sí pude dar testimonio en aquellos Luna de 1984.

Y a pesar de todo, quedó la sensación de una apuesta que salió bien. Porque habrá nuevas oportunidades, porque la carrera de Charly no termina en este estadio apoteósico y épico, sino que bien puede abrir una nueva etapa. Con toda honestidad, los shows noventistas del bigote solían dejarme con un agrio sabor a nada: casi que no podía ser de otra manera para quien se rindió ante conciertos de Seru, ante las presentaciones de Piano Bar, de Parte de la religión, de Cómo conseguir chicas, de Filosofía barata y zapatos de goma, cuando su banda de apoyo era una maquinaria impecable y él, rey mago, rey loco, genial compositor y director de orquesta, nos dejaba invariablemente con la boca abierta. De las caóticas noches de La hija de la lágrima en el Opera en adelante, empecé a olvidarme de él, de su capacidad de estimular cada vez más menguante. El público nuevo se entusiasmó con el happening-García. Este humilde periodista quería que volviera el músico.

Y el músico volvió, y pudo borrar de un plumazo aquella innecesaria aparición en Luján, que sirvió para su terapia pero no dejó de ser una exhibición algo obscena de su proceso de recuperación. Contra todo, contra un clima de infierno congelado –pobre Pichón Baldinú, tanto trabajo para que Eolo volara los papeles–, García tocó todas las que uno quiere escuchar, y su banda volvió a ser un relojito, y cantó, y conmovió no sólo porque era el regreso sino porque él es el dueño de todas esas canciones geniales, y nos permite compartirlas, completarlas.

En los días previos, varios opinators de los medios se empeñaron en presentar su recuperación bajo lugares comunes sobre “qué buen ejemplo es Charly”. Déjense de joder. Ser “ejemplo” nunca fue bueno para él. Lo mejor de todo esto es volver a sentir esa excitación por el próximo show, celebrar que no se quedó en vía muerta, esperar con impaciencia que anuncie otro encuentro.

Y que el cierre se lo coma otro.

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