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Sábado, 13 de marzo de 2010

LAURA PAGéS Y SERGIO MERCURIO HABLAN DE BEATRIZ, LA HISTORIA DE UNA MUJER INVENTADA

Una verdadera señora de gomaespuma

Los titiriteros crearon la obra con la idea de “dejar interrogantes sobre cuestiones que tienen que ver con lo femenino”.

 Por Cecilia Hopkins

Vestida de satén floreado y peinada de peluquería: así se presenta ante su público. Apenas comienza a hablar, Beatriz deja de ser una marioneta de tamaño natural tallada en gomaespuma para ser una señora de barrio hecha y derecha. No importa que a su lado, con el rostro convenientemente velado, se vea a su manipuladora, la titiritera Laura Pagés: parece poco probable que haya alguien en la platea que le quite los ojos de encima a la muñeca. Si hasta la han visto parpadear y hacer mohines, algo materialmente imposible. “El espectador completa lo que ve”, explica Pagés, creadora junto a Sergio Mercurio del espectáculo Beatriz, la historia de una mujer inventada. La obra representará a la provincia de Buenos Aires en la Fiesta Nacional del Teatro, a realizarse entre el 15 y el 24 de abril en la ciudad de La Plata. Hasta ese momento, Beatriz... seguirá haciendo funciones todos los sábados a las 21 en Apacheta Teatro (Pasco 623).

Formada en la escuela de títeres de Avellaneda, Pagés no había visto nunca el trabajo de Sergio Mercurio, más conocido como “El titiritero de Banfield”. Mercurio, artista itinerante en gira por América latina, volvió hace pocos años a su lugar de origen. Por entonces, para reubicarse en su medio se presentó en la sala más importante de su comunidad, el Teatro Payró. Allí fue donde Pagés lo vio y decidió pedirle que la dirigiera: “Su modo de trabajar es inusual, por el cuidado, el respeto con el que construye a sus personajes, por el afecto con que los trata”, afirma. Hasta ese momento, ella basaba su trabajo en la historia que quería contar. Luego de conocer a Mercurio, comenzó a pensar que el universo de cada personaje es el que crea la historia. “Me presto a la existencia de los títeres, ellos me exceden”, explica el artista.

Construido a lo largo del proceso de creación por la propia Pagés, el estilo de títere que es Beatriz tiene el sello de Mercurio. “Me gusta trabajar con la caricatura y, en el caso de Beatriz, ella también está entre lo realista y la caricatura”, dice el director. Pagés, acostumbrada a manipular títeres más pequeños, tardó un año en conocer los secretos de su marioneta. Durante todo ese tiempo fueron creadas muchas escenas que luego quedaron fuera del espectáculo. “Beatriz tuvo que aprobar varios cuestionarios”, dice Pagés y explica que la entrevista es uno de los métodos que el titiritero pone en práctica cuando debe construir el universo de su títere. Así, el director conversa con el personaje sobre los temas más variados, para que la manipuladora se esmere en explayar el pensamiento del personaje y encuentre una coherencia general. La voz del títere es una cuestión de mucho peso. En ese sentido, pareciera que Beatriz no podría hablar de otra manera que como lo hace. “Miro al títere a los ojos y hablo como si fuera él hasta identificar la voz que le corresponde”, afirma Mercurio. Es que, una vez construido el personaje, el manipulador debe encontrar todo lo demás –la voz, el vestuario, la forma de moverse– según “lo que dicte la materia misma”.

En cada escena de Beatriz... hay un tema predominante. “El espectáculo habla de una mujer de otra época, que se muestra en el rol de madre, esposa y trabajadora”, describe Pagés. Beatriz mantiene una relación muy diferente con sus dos hijas, las cuales aparecen representadas en escena solamente desde el sonido, cuando son chiquitas, y por la propia titiritera, hacia el final. A pesar de su verborragia, a Beatriz se la ve cuando calla y vacila. Porque hay temas sobre los cuales prefiere no hablar, como la violencia familiar y las demandas de una cultura machista que exige que la esposa agache la cabeza ante los exabruptos del marido. No obstante, se las arregla para tener momentos de desahogo. Como cuando se la ve plumero en mano, cantando un bolero mientras arregla su negocio, en una especie de acto privado en el que da rienda suelta a sus deseos de pasarle factura a todo aquel que promete y no cumple.

“Es una mujer común, muy fácil de encontrar”, coinciden ambos artistas. “Tanto, que nos han dicho que Beatriz es la madre o la abuela de todos.” Este reconocimiento se basa, según el director, en una experiencia compartida: “Será porque uno conoce más las miserias de su madre que de su padre, tal vez porque uno estuvo más tiempo con ellas”. Por otra parte, la posición de género no está para nada ausente del discurso del personaje. “Fue un de-safío dejar interrogantes sobre cuestiones que tienen que ver con lo femenino”, afirma Mercurio. Así, Beatriz opina que el mundo de los hombres es muy hermético, porque usan pocas palabras, no ven matices, saben lo que quieren y actúan como creen conveniente. Y vuelven a coincidir: “No quisimos dejar una moraleja, sino abordar las sensaciones de esta mujer que genera una gran empatía e identificación en el espectador”.

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Pagés vio a Mercurio en el Teatro Payró de Banfield y decidió pedirle que la dirigiera.
Imagen: Pablo Piovano
 
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