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Jueves, 28 de abril de 2011

EMPIEZA HOY LA 3ª EDICION DEL FESTIVAL INTERNACIONAL DE CIRCO

“La proeza en el circo es la excusa para estar en escena”

Durante doce días, quince elencos de la Argentina y de diversos países le darán vida a este encuentro que se desarrollará en el predio Buenos Aires Polo Circo. Tres referentes locales –Chacovachi, Mario Pérez y Gerardo Hochman– analizan el presente de la disciplina.

 Por Facundo Gari

Chacovachi, Gerardo Hochman y Mario Pérez, tres nombres para un circo que se adapta a los cambios.
Imagen: Leandro Teysseire.

Pocos ejemplares quedan de aquellos circos de familias trashumantes que recorrían los terrenos baldíos con una oferta de malabares, acrobacias y magia. Cada vez más, circo es un arte escénico apto para otros espacios distintos de la tradicional carpa, cada vez menos adopta su otrora intrínseco carácter itinerante, con la salvedad de las enormes producciones del Cirque Du Soleil, entre otras compañías con zona de cobertura global. En este marco, la tercera edición del Festival Internacional de Circo, que se desarrollará desde hoy hasta el 9 de mayo, se impregna de romanticismo y se convierte en un espacio para la nostalgia de los que conocieron al viejo y el descubrimiento de los neófitos: sólo la imponente presencia de las carpas montadas en el predio Buenos Aires Polo Circo (Av. Juan de Garay y Combate de los Pozos) hace a la evocación de las antiguas tropas nómades.

Doce días, quince elencos, dieciocho espectáculos y sesenta funciones son algunos de los números de esta propuesta del gobierno porteño que contará con visitas de los conjuntos BAM, Carpe Diem, Akoreacro, Sacékripa, Non Nova y Toron Blues, de Francia; Les Improduits, de Canadá; Les Main Sales, de Bélgica, y Cirque Mandingue, de Nueva Guinea, todos con entradas económicas (entre 20 y 50 pesos). Además, habrá shows de los grupos locales de la Universidad Tres de Febrero, Alegría Intensiva, La Arena y de la Convención Argentina de Circo, Payasos y Espectáculos Callejeros, presentaciones con entradas gratuitas para fomentar la asistencia. Respecto de las ediciones anteriores, y a pesar de que la proposición sea de variados formatos, estilos y temas, esta tercera edición no contendrá otra representación latinoamericana que la de los anfitriones. Tampoco habrá talleres y conferencias pero sí un escenario al aire libre con shows gratuitos.

A contramano del grueso de la propuesta, que es claramente foránea, Página/12 reunió a tres referentes disímiles del circo vernáculo y participantes de este maratón: el payaso Chacovachi, que brindará su unipersonal ¡Cuidado! Un payaso malo puede arruinar tu vida (el sábado 7 a las 21); el acróbata, malabarista y director de la escuela El Coreto, Mario Pérez, que dirigirá la pieza Casual (debuta el próximo viernes a las 19), y el actor, acróbata y director de la escuela La Arena, Gerardo Hochman, que hará lo propio con Tiempos que corren (próximos domingo y lunes a las 20).

–¿Hay un circo propiamente argentino?

Gerardo Hochman: –El circo argentino es el hecho por argentinos. Esos argentinos bebieron circos de fuentes nacionales o extranjeras. No hay un manifiesto sobre el circo argentino con sus variables. Es sano que así sea, porque un sello nacional sobre una producción artística es muy empobrecedor.

Chacovachi: –El artista es el reflejo de la sociedad para la cual trabaja. Yo soy payaso y hay una identidad de payaso argentino y sudamericano. Un trabajador del arte primero tiene que aprender el oficio: entretener, divertir, asombrar. Pero para convertirse en artista debe aprender a criticar, denunciar, delirar. Cada vez que me comparo con otros payasos del mundo, en cada uno veo algo personal. Los payasos populares representan una idiosincrasia popular, así que yo creo que sí hay un payaso argentino, y que no es lo mismo el rosarino que el porteño. Con respecto al circo argentino, tal vez lo que lo marque sea el humor.

Mario Pérez: –Por muchos años, de los ’70 al ’85, el circo argentino tuvo que crecer para adentro de nuestro país. Era muy difícil viajar al exterior. Todo pasaba afuera y teníamos poca información. Cada año teníamos que renovar para sostener un nivel. Porque, en ese momento, la esperanza era ir afuera, y eso dependía del nivel local. Los empresarios venían muy espaciadamente y había que estar listo. Afuera podías abrir el horizonte. Si no, programabas un truco pensando que ibas a matar, y llegabas a Estados Unidos y ya se había hecho.

Ch.: –¡No existía YouTube! Hay payasos viejos que sacaban números con una foto. Evidentemente, la cultura en los países sudamericanos se está creando. El circo sudamericano no tiene nada que ver con el francés o con el ruso, que son las bases de esta disciplina que tiene unos 200 años.

–Durante la presentación del festival, Gabriela Ricardes, directora del Polo Circo, diferenció el circo tradicional del contemporáneo en el pasaje de “la proeza a la poesía”. ¿Coinciden?

Ch.: –La poesía está en todo. Cuando vas a un circo malo, hacen poesía sin darse cuenta. Evidentemente, en el principio el circo era proeza, y por eso estaba lleno de friquis. Si ponés la tele, ves cosas que antes sólo veías en el circo. Entonces, se acaba la técnica y aparece ésta junto a la creatividad.

G. H.: –No creo en el abandono de la proeza porque sería poesía y no circo. Para que sea circo tiene que haber proeza. Pero todo tiene su poética. Lo que caracteriza al artista contemporáneo es el esfuerzo por que el salto mortal esté en función de comunicar algo, de transmitir una emoción.

Ch.: –La proeza en el circo es la excusa para estar en escena. Alrededor, armás algo tal vez más valioso. Me gustan los números en los que hay un triple mortal, pero no es lo más importante: busco un mensaje, una forma de interpretación de sus artistas.

M. P.: –En los últimos años, aprendí algo de ellos (señala a Chacovachi y a Hochman) que no existía en el circo: la interpretación de un director. Ellos son los fundadores de ese tipo de circo en la Argentina, con quienes empezamos a ver los espectáculos con hilo conductor, con forma, historia, estética. Lo primero que vi en ese sentido es el espectáculo de Gerardo con Chacovachi, Emociones simples (1993), una producción a pulmón. El circo argentino es todo a pulmón.

Ch.: –Podés hacer un espectáculo con cinco órganos, uno externo: la cabeza, el corazón, el estómago, los huevos y el bolsillo. El circo argentino, el que siempre hice, nació por puro huevo y estómago. Estómago por el hambre de ser y estar; huevos para enfrentar lo desconocido. Ahora le ponemos cabeza y corazón. Porque cuando se te va el hambre empezás a escribir poesía. Los espectáculos franceses son maravillosos: están hechos con corazón, cabeza... y mucho bolsillo.

–¿Molestan las comparaciones del público, si no tienen en cuenta estas variables?

M. P.: –El público no sabe lo que te pasa, compara. Es injusto pero imposible que no sea así.

Ch.: –He ido a lugares donde triunfaba por lo distinto, no por lo técnico. Cuando veo un espectáculo muy bueno con mucha producción, me gusta. Pero no quiero eso, me enfoco en lo que quiero que el público sienta.

–Recién Chacovachi hacía referencia a la televisión y la sorpresa. ¿Cómo se seduce a un público bombardeado por la tecnología?

G. H.: –El circo es una ceremonia para ser observada en vivo, que sucede en el templo que es una carpa u otro ámbito que involucra al público. Ninguna función es igual. Las nuevas tecnologías son un espacio informativo, no permiten participar en la experiencia. En el momento en el que uno se sienta en un tablón es una experiencia muy distinta a la de la tele. El gran desafío es que vengan al templo y que no se queden mirándola.

–¿Cómo inciden la danza y el teatro en los espectáculos circenses actuales, que ya no son sólo una sucesión de trucos?

G. H.: –No siento que haya una fusión con el teatro ni que hayamos tomado elementos suyos. Hacemos circo con sus premisas esenciales, vibramos con eso.

Ch.: –Danza siempre hubo. Antes aparecían las chicas con plumas bailando y no lo hacían muy bien porque no sabían cómo. El circo moderno metió maestros: coreógrafo, director, vestuarista.

G. H.: –Quizá lo que más diferencie al circo actual del anterior no sea tanto la fusión con el teatro y la danza, que la hay con mayor o menor gramaje, sino un concepto englobador y potenciador de la obra. Este concepto hace que no te puedas ir al baño pensando que “sólo te perdés un número”, que te importe quedarte para no perder el viaje.

Ch.: –Hay tres formas de actuar: interpretar, representar y ser. La interpretación es la que realiza el actor: aprende a interpretar vidas ajenas escritas por otros . La representación es una especie de actuación menor: la hacen los chicos y los payasos. Un tipo que hace malabares con tres pelotitas no está actuando. El tipo es un malabarista. Si además genera un montón de escenas, usa el teatro para mostrar su ser. Al circo le sirve el teatro para reafirmar lo que quiere contar.

G. H.: –Lo que se flexibilizó es el formato. Cerrá los ojos y decí “circo”: ves carpa, gran troupe y números. Ahora no está tan claro...

Ch.: –Andá a discutirle a un tipo que hace malabares en un semáforo que eso no es circo.

–De todas formas, y en buena medida legado de Occidente, persiste en el imaginario la familia circense que transmite sus saberes generacionalmente.

Ch.: –Ya casi no hay. Pero hay dos tipos de circo: están el Ringling, que viene con 500 vagones de tren y 200 elefantes, y el otro circo que es más místico, gitano, que es una forma de vivir y se encierra en sí mismo. Eso tomó el circo callejero, que vino a suplantar al circo de carpas que no se puede sostener sin las condiciones gubernamentales, sin subsidios. El Gobierno debería hacer un censo de circos tradicionales y subsidiarlos como si fueran animales en extinción.

G. H.: –Muchas veces dije: “Eso no se puede sostener”. ¿No será que desaparecieron los empresarios que lo sabían hacer?

M. P.: –Tengo esta versión: nuestro circo tuvo transformaciones, pero es necesario una de adentro. Un diputado o un senador hablan de lo mal que la pasan los animales en el circo, pero nunca de que el artista debería tener un estudio. En mi generación ya éramos semianalfabetos. Y ahora, la mayoría es analfabeta. No hay posibilidad de que el circo tenga un cambio si el sistema cultural no funciona. Yo estudiaba donde el circo iba. Tenía un pase libre e iba de colegio en colegio, porque el mismo programa que tenían en Buenos Aires estaba en Jujuy. Eso ya no pasa. De un barrio al otro cambia el programa. El chico del circo tradicional termina, a lo sumo, la primaria, pero no el secundario. ¿Cuál es el circo que crece? El que viene de escuela, el que propone cultura.

–Sería interesante indagar sobre qué cambió en la Argentina para que el movimiento de los circos tradicionales esté camino a desaparecer.

G. H.: –Me encantaría que hubiera una política en relación con el arte del circo pero requiere una gran discusión. Por nuestra constancia, se abren puertas. Por ejemplo, en la ley de mecenazgo de la Ciudad hay un inciso “circos”. Es un síntoma bueno. Y no tengo problema en vincularme con instancias oficiales como ésta.

–¿Y el circo como espectáculo?

Ch.: –El circo sin templo creció muchísimo. Lo veo en espectáculos callejeros muy bien armados. A diferencia del teatro, el circo es inexacto, podés ver el mismo espectáculo cien veces.

–Hay quienes apuntan que el último salto cualitativo y cuantitativo del circo local fue luego de la crisis de 2001.

Ch.: –Tras una crisis, la gente busca formas de expresión. A partir de los Kirchner, las personas se sienten un poco más libres para encarar estas artes. La libertad artística en las plazas o centros culturales “no oficiales” es una política a seguir. En Buenos Aires se cayó un poco, Macri cerró un montón de centros culturales. Hay una demanda muy grande para aprender estas artes, de expresarse con ellas. El Gobierno tendría que apoyarlas.

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