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Martes, 16 de mayo de 2006

JAVIER MORO Y SU NOVELA “PASION INDIA”

“Estos personajes parecen de ficción, pero son reales”

La historia de Anita Delgada le permitió meterse en el mundo de los maharajás.

 Por Silvina Friera

Del realismo duro a un cuentos de hadas. Javier Moro necesitó pegar un giro de ciento ochenta grados después de escribir Era medianoche en Bhopal, junto son su tío, el escritor francés Dominique Lapierre. En ese libro reflejó la catástrofe industrial más terrible de la historia, cuando de una fábrica de la multinacional Union Carbide se escaparon 42 toneladas de cianuro, el 3 de diciembre de 1984. “Fue un trabajo emocionalmente muy duro, porque estaba rascando una vieja herida que no había cicatrizado y no cicatrizará nunca hasta que no se haga justicia”, explica el escritor. “Entrevisté a 400 víctimas de la tragedia y la gente se me echaba a llorar. A veces me tenía que ir a Nueva Delhi para relajarme un poco.” Y en una de estas visitas, durante una cena, se encontró con una señora de 95 años, muy distinguida, prima segunda del millonario maharajá de Kapurthala, que no paraba de hablar sobre Anita Delgada, la bailarina andaluza que a los 17 años, en 1908, se convirtió en princesa de Kapurthala, pequeña ciudad del norte de la India. Mientras escuchaba el relato de la anciana, que era nada menos que la princesa Usha, el escritor español pensó que era una buena historia –un viaje hacia el mundo fabuloso de los maharajás y de sus bacanales eróticas– que pedía a gritos transformarse en una novela. Y así nació Pasión india (Seix Barral), libro que lleva vendidos más de 325 mil ejemplares en España.

Pero en la vida de esta andaluza epidérmica no todo era glamour, aunque ella se encargó de instaurar una versión edulcorada de su historia en España. ¿Cuántas mujeres españolas de principios del siglo XX soñaron con un destino similar al de Anita? Todo comenzó cuando el riquísimo maharajá de la India llegó a Madrid para asistir a la boda de Alfonso XIII. En un teatro de varietés, el Kursal, conoció a Anita y se enamoró locamente de ella cuando la vio bailar. En la hemeroteca de Nueva Delhi, Moro descubrió el titular de un diario francés que se refería a la andaluza como “una Fedra indoespañola”. El escritor advierte que en su país todos compraron el cuento de Anita: su vida era maravillosa, una filigrana de felicidad y de lujos. “Y si bien era cierto, no era la verdad completa, porque ella tuvo que lidiar con la familia del maharajá y con los ingleses”, señala el escritor español en la entrevista con Página/12. “Nunca le perdonaron ser pobre y haberse casado con un príncipe. Había una razón política: no querían una clase de criollos que algún día les reclamase el poder, como les había pasado en América”, explica Moro. “No podía desaprovechar la oportunidad de contar aquel mundo de los últimos maharajás del final del imperio británico a través de los ojos de una española.”

–Uno de los contrastes más curiosos es la “honra” que esgrimen los españoles, sobre todo la familia de ella, y la permisividad sexual de la India.

–Me di cuenta de que para entender bien esta historia era imprescindible conocer al maharajá. ¿Cómo se educa? ¿Qué visión tiene de la vida, de las mujeres, de la familia? Lo que descubrí es que los educaban con un profesor de física, de matemáticas, un tutor inglés, luego un viejo sabio indio y las cortesanas que les enseñaban el arte del Kamasutra. El arte del amor en las familias pudientes de la India se cultivaba desde tiempos inmemoriales, era una asignatura de la vida. Ellos le daban mucha importancia a este tipo de educación. La libertad sexual era lo que más les atraía a los europeos que llegaban a la India. Llegaban a un mundo de permisividad que no tenía esa carga culpable de nuestra religión judeo-cristiana.

–¿Es cierto que el escritor Ramón Valle-Inclán mandó a investigar al maharajá?

–Sí, hay muy poca invención en esta historia. Con estos personajes que parecen de ficción no necesitaba inventar nada, aunque son más reales quela vida misma. Estaba leyendo La verdad de las mentiras, de Mario Vargas Llosa, sobre lo que significa la verdad en la literatura. Tenía la posibilidad de escoger entre hacer una no ficción sobre el maharajá de Kapurthala o hacer una ficción sobre Anita Delgado, y elegí esta segunda opción por lo que apuntaba Vargas Llosa en su ensayo: para ser más fiel, si cabe, a la verdad de aquellos personajes. Y eso te lo permite la ficción porque puedes recrear un mundo.

–¿Qué representa Anita Delgado para los españoles ahora que se conoce la otra versión de la historia?

–Ella era una mujer moderna que estaba adelantada a su tiempo y que no tenía prejuicios. Y había vivido una vida que le permitía ser distinta. Cuando a los 17 años te meten en un barco y te mandan a la India sola, te casan durante cinco días, con fastos increíbles, y luego te suben a un elefante y te dicen: “Ahora tienes que conocer a tu pueblo”, te hacen madurar de golpe; sobre todo cuando esa misma noche descubres que tu marido tiene cuatro mujeres y no te lo había dicho (risas).

–Con su tío, el escritor Dominique Lapierre, crearon la Fundación Ciudad de la Alegría, que lleva adelante una importante labor social en la India. ¿Qué rol piensa que tiene que cumplir la literatura en el siglo XXI?

–No creo que sea función de la literatura estar siempre comprometiéndose y denunciando. Hay sitio para todos. Si el esfuerzo que hago para escribir un libro puede servir para algo, mejor. No escribo sólo para entretener a las señoras de la burguesía mundial, pero respeto mucho al escritor que las entretiene y lo hace muy bien.

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“Anita era una mujer moderna que estaba adelantada a su tiempo, no tenía prejuicios.”
 
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