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Miércoles, 26 de noviembre de 2014

LO QUE DEJARON LAS DOS FECHAS DEL MUSIC WINS FESTIVAL

El indie ahora juega de local

Los australianos Tame Impala pasaron de tocar para mil personas a las once mil del Mandarine Park: fueron cabeza de serie de un festival que dejó grandes experiencias gracias a Mogwai, Yann Tiersen y los locales Juana Molina y El Mató a un Policía Motorizado.

 Por Yumber Vera Rojas

Quien no conocía el término “indie” deberá comenzar a acostumbrarse a él, ya que el domingo y el lunes se posicionó masivamente en la Argentina, tras la realización del Music Wins Festival, el primer evento internacional, de manufactura local, dedicado a ese movimiento musical. “No hay otro lugar en el mundo como éste porque no hay otro público como ustedes”, afirmó un entregado Kevin Parker, líder de Tame Impala, en el show de cierre de un espectáculo creado a partir del progresivo poder de convocatoria de la agrupación en el país. Y lo más curioso es que, luego de actuar en salas de recitales para mil personas, cuyo éxito fue tan visceral que devino en la demanda de una segunda función en sendas visitas a la capital argentina, el quinteto sólo necesitó dos años para su consagración. Ante las 11 mil personas que se acercaron al estadio Mandarine Park, en Costanera Norte, los australianos desataron una tormenta psicodélica que vibró entre el viaje narcótico de “Mind Mischief” y la torridez poguera de “Elephant”, ambos temas incluidos en su segundo álbum, Lonerism (2012).

Así es: Tame Impala necesitó nada más que dos discos y siete años (surgió en 2007) para convertirse en uno de los baluartes de la nueva generación de artistas alrededor del mundo. Aunque el éxito de su debut, Innerspeaker (2010), así como su manera tan barroca, pop y cada vez más pistera de traducir la psicodelia, fue tan sorpresivo e instantáneo que causó desconcierto en muchos, lo que dividió las aguas para con los de Perth: o se los ama o causan urticaria. Pese a que sus álbumes podrían sugerir en sus tapas “estimúlese antes de escucharlo”, el grupo encabezado por el vocalista y guitarrista de pies descalzos representa la manera de consumir música en esta época. A diferencia de otros momentos históricos, en esta era del indie (apocope de “independiente”), escena que nació a mediados de los ochenta y que se profundizó en los noventa, la libertad creativa y el delirio son la consigna estética, la fragmentación y tolerancia estilística se consolidan, el estudio de grabación es el cuarto de casa, los sellos y la promoción están en Internet y los festivales son los templos del siglo XXI.

Sin este nuevo orden musical hubiera sido imposible que Real Estate viniera por primera vez a la Argentina, además en su mejor momento. La agrupación estadounidense puso a la venta este año Atlas, considerado uno de los mejores trabajos de 2014, y que fue la columna vertebral de su performance en el Music Wins, amén de que coló algunos temas de sus otros dos discos. No obstante, ante el chantaje de la llovizna de tornarse en temporal, el cuarteto de Nueva Jersey, que inauguró los actos internacionales de la segunda fecha del evento, convenció al sol de que fuera parte del festejo a través de un pop sutil, primaveral, rococó y pegadizo. La antípoda de la propuesta de los australianos Pond (donde toca la batería Jay Watson, tecladista de Tame Impala), quienes levantaron la temperatura con una psicodelia tan volátil que orbitaba tropósfera. Aunque Beach Fossils se encargó de tirar toda esa energía para abajo, hacia la oscuridad del under neoyorquino, con un sonido surfista que está impulsado por una ola gris, soñadora y engañosamente inocente.

Antes de que Beach Fossils cerrara la tanda de grupos debutantes en Buenos Aires, en un festival en el que (en contraste con la usanza local) su nombre no se basa en una marca de celular, cerveza o gaseosa, sino en un concepto, Erlend Oye (el apellido se pronuncia “Oh Yeah”) entregó un recital hermoso que se transformó en un homenaje al ritmo. El espigado, colorado y carismático cantautor noruego, en su tercera vez en la Argentina (la segunda en solitario), se dedicó a presentar Legao, su más reciente álbum, que no cuenta con edición en el país, al igual que la mayoría de los discos de los artistas foráneos que formaron parte de esta experiencia. Pero el Music Wins Festival sirvió asimismo para la demorada consagración de Juana Molina. Y es que mientras que en Europa y Estados Unidos se la considera la embajadora del indie local, la audiencia de su propio país se resistía a aceptar su música o por desidia o por incomprensión. Aunque el lunes cayeron rendidos a sus pies con un show demoledor en el que, además de su más reciente Wed 21, repasó su discografía.

Otro de los aciertos del encuentro, que se alza como el batacazo del año en el ranking de los mejores festivales, tuteándole al Lollapalooza, fue la curaduría de su programación. Eso lo demostró al hilvanar una grilla que, si bien giró en torno de Tame Impala, estableció un tête à tête a partir de las estilos, al igual que de las texturas y de las tonalidades. Por eso el bretón Yann Tiersen logró sacarse la costra de Amélie con un espectáculo telúrico, post rocker y oscuro, arreado por su nuevo disco, Infinity, lo que ayudó aparte a introducir a los escoceses Mogwai, quienes presentaron Rave Tapes, su trabajo más electrónico hasta la fecha. Durante hora y media, el quinteto de Glasgow emprendió un tour por lo más alucinante de su obra, en el que su repertorio instrumental, protagonizado por una mezcla de violas y teclados, resultó en una odisea cósmica. Sin embargo, un desfase en los horarios ocasionó que el cierre de la segunda jornada del evento no estuviera a cargo de Tame Impala, sino de los platenses El Mató a un Policía Motorizado. Un presagio de que el indie ya juega de local.

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Kevin Parker, de Tame Impala: dos discos y siete años para consagrarse en la Argentina.
Imagen: Jorge Larrosa
 
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