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Sábado, 29 de septiembre de 2007

OPINION

De radios y voces vivas

 Por Eva Giberti

¿Qué debemos entender por “espacios destinados a temas de género”?

¿Habrá algún espacio que no convoque a los géneros? Todos los espacios están atravesados por ellos, pero políticamente corresponde recortar la frase porque de lo contrario se arriesga que ese “todos los espacios” se asemeje a “todos somos responsables”, con lo cual no hay quién pueda responder, dar razones, explicaciones, debates y tomar decisiones. Cuando nos referimos a esos espacios lo hacemos concretamente para marcar un espacio que históricamente es de lucha, y que actualmente no cede en la necesidad de avanzar con propuestas esclarecedoras. Si un programa de radio se ocupa del tema género incluirá denuncias por discriminación contra mujeres y niñas, así como va a mostrar creaciones y competencias de las mujeres y a posicionar los derechos del género como derechos humanos que sistemáticamente corren el riesgo de ser vulnerados.

Cuando se encienden rumores que anuncian el levantamiento de un programa radial de esa índole, con el sólido argumento del presupuesto insuficiente, resulta muy complejo, a pesar del argumento, separar los contenidos de ese programa del propósito de silenciarlo. Quienes estamos habituadas a analizar complejidades sabemos que una primera acción reside en avanzar con una contrapropuesta grupal, que reclama por el derecho a mantener la continuidad de ese programa. Es decir, que silenciarlo cometería el error de desconocer la importancia que los géneros tienen hoy en día. O sea, la insuficiencia de un presupuesto no alcanza para justificar un error político. Este es uno de los puntos que derivan del análisis de la complejidad del tema. Sobre todo porque se trataría de un error político que quedaría teñido por la sospecha, que por cierto ningún político quiere asumir, de protagonizar discriminación o ataque contra las palabras, los cantos y las músicas con que las mujeres desarrollamos nuestras luchas y estrategias referentes a los derechos humanos.

De modo tal que, así como resulta penosa la ausencia de Marta Dillon y Rosa Benvenister de los micrófonos que abrían El desmadre, podemos esperar que Liliana Daunes con La rosa brindada persista en el aire. Persistir quiere decir mantenerse avanzando. Es decir, sin límites ni recortes que apunten a cercenar los “espacios de género”. Que como sabemos, son espacios propios de los derechos humanos narrados desde la perspectiva de quienes han luchado por su derecho a la palabra. En este caso, las mujeres. Hoy en día, cerrarles la boca a las mujeres, ¿sería políticamente recomendable?

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