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Lunes, 27 de abril de 2015

SERIES › SEGUNDA TEMPORADA PARA SILICON VALLEY POR HBO

En la incubadora de negocios

Los protagonistas son genios en computación con sueños banales. La serie vuelve a ubicar a Mike Judge entre los autores obsesionados con la medianía humana. Y la comedia es más que una versión cínica del mundo nerd aportada por The Big Bang Theory.

 Por Federico Lisica

Si es cierto que Jerry Seinfeld fue un auténtico Atila del humor, recién ahora empiezan a aparecer algunos productos audiovisuales que germinan en la tierra arrasada. Silicon Valley (viernes a las 22.30 por HBO) es uno de esos brotes a tener en cuenta. La comedia, cuya segunda temporada acaba de ser estrenada, versa sobre un grupo de emprendedores digitales anclados en esa zona de California. El prejuicio por sus posibles similitudes con The Big Bang Theory acabó, para su suerte, con su corta temporada inicial de ocho capítulos. Difícilmente Sidney Sheldon le parta la cara de un bife a un dealer de doce años o que sobre una típica casa suburbana dibuje un mural con un dios azteca teniendo sexo anal con la Estatua de la Libertad. Derivaciones de esta creación de Mike Judge, otrora cerebro de Beavis & Butt-head, en la que, principalmente, se destripan los modos, vocabularios, personajes, vicios y luchas de egos propios de la meca tecnológica.

Más que grandes realizadores montando sus Segway, lo que tenemos es a un grupo de veinteañeros muy idóneos en eso de crear interfaces, pero viviendo amuchados en una típica casa de suburbio (ampulosamente descripta como una incubadora de negocios). En la primera temporada, Richard Hendricks (Thomas Middleditch) pasaba de ser un programador junior a descifrar un logaritmo capaz de volverlo el nuevo Mark Zuckerberg. Lo secundan cuatro sujetos con menos actividad social que un espantapájaros. Quien se destaca es Erlich Bachman (T.J. Miller), auténtico robaescenas que recuerda a Will Ferrell en sus interpretaciones físicas y a Federico Luppi en su faceta de maestro del insulto. Sus compañeros no demuestran más tacto o sentido de la ubicación que este adicto a los sitios porno y fumador empedernido de marihuana en bong. “¿Te gustaría cogerte a mi código?”, le lanza uno de los cerebritos a otro de la pandilla y el chiste grafica el tipo de humor del programa. Serán genios en computación, futuros millonarios y posibles dominadores globales, pero sus gustos son bastante ramplones. De hecho, la primera temporada terminaba con un brainstorming en donde se planteaba una masturbación masiva y a partir de allí surgía la epifanía matemática. En estos diez nuevos episodios (recientemente se confirmó una tercera temporada), su proyecto quedará en el centro de la tormenta, objeto de disputas judiciales varias y valuado en más de seis ceros.

Mike Judge asegura que su intención no fue la de criticar al universo tecnológico. Puede decirse que la misantropía y el nihilismo son su sello. Ya lo había demostrado en las películas Enredos de oficina –sobre lo laboral y antes que The Office– e Idiocracia –notable y ácida mirada sobre una democracia del futuro donde gobernantes y gobernados son unos completos idiotas–. También en animaciones como El Rey de la Colina y Beavis & Butt-head, versión más adolescente sobre la nada misma que su contemporánea Seinfeld. ¿Cuál es el sueño de los nuevos emperadores del sistema representados en Silicon Valley? “No los vas a ver manejando Maseratis, pero esta gente aspira a llegar al espacio, tener su propia isla, supuestamente están diseñando un mundo mejor para la humanidad, hay algo muy hippie, por eso nadie te va admitir que en realidad lo que quieren es matar a la competencia”, sentenció.

La propuesta inicial fue hacer un falso documental sobre el mundo de los gamers, pero Judge recurrió a su memoria cuando, antes de dedicarse a la producción audiovisual, trabajó para una startup tecnológica y, por lo visto, no se llevó un buen recuerdo. “Empezamos a imaginarnos a Falcon Crest o Dallas pero con los programadores de computadoras. Hay tanto dinero allí y todo es tan poco glamoroso. Está basado en sujetos que tienen una personalidad muy extraña, algunos parecen no disfrutar de sí mismos, es un universo muy interesante”, dijo su creador. Y así es como en una escena de Silicon Valley, hay un pirotécnico recital de Kid Rock en una fiesta privada para una audiencia compuesta por tres o cuatro tipos que le dan la espalda a la estrella de hip hop.

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Silicon Valley, un puñado de emprendedores digitales con gustos dudosos.
 
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