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Sábado, 21 de junio de 2008

MUSICA › COMIENZA EL CICLO SONIDOS PROHIBIDOS EN LA BIBLIOTECA NACIONAL

La música tratada como a un enemigo

El programa de estos conciertos incluye composiciones que escaparon del nazismo y el stalinismo, entre las que se destaca la escrita por Viktor Ullmann en el campo de Therezin.

 Por Diego Fischerman

Hitler y Goebbels amaban la música. No eran los únicos. Alemania, ya se sabe, es un pueblo melómano; Wagner ya había escrito acerca de las miserias de la música judía y de su nefasta influencia en la cultura germánica; los jerarcas del nazismo tomaban las cuestiones musicales como asuntos de Estado, la Filarmónica de Berlín tocaba en los cumpleaños del Führer y las discusiones acerca de los valores como directores de Wilhelm Furtwaengler o del joven Herbert von Karajan, con la marina y la aeronáutica alineadas a favor de uno y otro, ocuparon más de una reunión oficial. En realidad, era precisamente la fe en el poder de la música lo que llevó al régimen a suponer que algunas podían ser perniciosas y a dictaminar sobre ellas. Había habido una exposición de artes plásticas denominada Arte Degenerado, donde se mostraba todo aquello que la pintura y la escultura no debían ser. Y, a su imagen y semejanza, se ideó la Entartete musik o “música degenerada”. Allí se incluía la compuesta o tocada por judíos, desde ya, pero también la atonal y las influidas por el jazz, el music hall y el cabaret.

El caso del nazismo, de todas maneras, no fue el único. Josef Stalin, por ejemplo, se ocupó personalmente de escribir en Pravda la crítica de la ópera Lady Macbeth del Distrito de Msensk, de Dmitri Shostakovich. Y más cerca, en el tiempo y en el espacio, el teniente general Juan Carlos Onganía dio instrucciones, en 1967, para que el Colón no estrenara la ópera Bomarzo, de Ginastera, en razón de su supuesta inmoralidad. Decadencia estética, pesimismo, procacidad o simple falta de espíritu patriótico, los argumentos esgrimidos por el poder político para reglamentar los gustos musicales de la sociedad fueron variados. Las músicas proscriptas, en el siglo XX, lo fueron por múltiples motivos. Pero siempre subyació la creencia de que la música, tal como creían los teóricos de la Iglesia medieval, podía ser tanto un valiosísimo aliado como el más avieso de los enemigos. Al fin y al cabo, podía llevar a una persona a la exaltación o el abatimiento en cuestión de segundos y sin que nadie pudiera explicar demasiado bien por qué. El ciclo Sonidos prohibidos, que incluye conciertos, conferencias y películas relacionadas con el tema y que comienza hoy en la Biblioteca Nacional, recorre esa problemática y, más allá de la reflexión acerca de la historia y del valor documental de las obras incluidas, permitirá escuchar mucha música magnífica que casi nunca se escucha.

Ideado y coordinado por la violinista Haydée Seibert y la pianista Bárbara Civita –fundadoras del Trío San Telmo–, el ciclo incluye un abono a cuatro conciertos de cámara que se desarrollará en el auditorio de la Fundación Amijai –Arribeños 2355– todos los lunes desde el próximo 23 de este mes hasta el 14 de julio y una presentación de la Sinfónica Nacional en la Facultad de Derecho, el viernes 27. Con el auspicio de la Fundación Szterenfeld, la Secretaría de Cultura de Presidencia de la Nación y la Dirección General de Música del Gobierno de la Ciudad, Sonidos prohibidos permitirá conocer, entre otras obras, algunas de las escritas en el supuesto campo modelo de Therezin, donde fueron prisioneros músicos como Viktor Ullmann, Hans Krasa y Pavel Haas. Justamente de estos dos autores podrán escucharse, este lunes, Tema con variaciones, para cuarteto de cuerdas, del primero, y Suite Op. 17, para oboe, clarinete y fagot. El concierto se completará con el Trío para cuerdas, de Gideon Klein, la Sonata para piano Nº 5, Op. 45, de Ullmann, y Divertissement para oboe, clarinete y fagot y Hot Sonata para saxo alto y piano, de Erwin Schulhoff. El lunes 30 el concierto estará dedicado a composiciones de Felix Mendelssohn, Ernst Krenek, Paul Hindemith y Franz Schreker. El 7 habrá obras de Mahler, Schönberg, Berg, Webern y Zemlinsky y el 14 el repertorio corresponderá al cabaret berlinés de la República de Weimar, con puesta en escena de Daniel Suárez Marzal. Los intérpretes convocados están entre los más destacados de la escena musical, incluyendo a cantantes como Víctor Torres y Susanna Moncayo, a pianistas como Fernando Pérez, Agustina Herrera y Alicia Belleville, a la excelente saxofonista María Noel Luzardo y a los violinistas Luis Roggero, Haydée Seibert y Grace Medina. A modo de apertura, hoy habrá, por su parte, dos mesas interdisciplinarias en la Biblioteca Nacional, coordinadas por Noé Jitrik. La primera, a las 14.30, versará sobre “Políticas de la prohibición” y participarán Eugenio Zaffaroni, Ricardo Forster, José Milmaniene y Horacio González. La segunda, a las 17, tendrá como tema las “Políticas prohibitivas del silencio” y participarán Eduardo Grüner, Gastón Burucúa e Isidoro Gilbert. El ciclo se completará con la proyección de ocho clásicos del cine organizada por la Sala Leopoldo Lugones del Complejo Teatral de Buenos Aires y la Fundación Cinemateca Argentina, con la colaboración de la Embajada de Francia y el Goethe Institut. Se han programado El Angel Azul (martes 24), La ópera de tres centavos (miércoles 25), Kuhle Wampe (jueves 26), Los verdugos también mueren (jueves 26), El trío de la estación de servicio (viernes 27), Comedian Harmonists (viernes 27), Los visitantes de la noche (sábado 28) y Sombras del paraíso (lunes 30). También se proyectará, el domingo 29, El violín de Rotschild, de Edgardo Cozarinsky.

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Haydée Seibert seleccionó los conciertos y las conferencias.
Imagen: Alfredo Srur
 
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