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Jueves, 29 de enero de 2009

MUSICA › EL DUO MALOSSETTI-GOLDMAN COMANDO UNA EXPERIENCIA INOLVIDABLE EN COSQUIN

En la capital nacional del charango

“No es un genocidio de mulitas, son casi todos de madera”, bromeó Rolando Goldman: el escenario congregó a 122 charanguistas en una velada hipnótica y emocionante. Anoche cerraban Peteco y el Chaqueño, hoy se espera una de las lunas más fuertes.

 Por Cristian Vitale

Desde Cosquín

Encarada desde el agorero mundo de los números, la jornada parecía estar marcada por el cuatro: Opus 4, de riguroso negro, festejaba sus 40 años de existencia con esas relecturas vocales que hacen a su esencia: en este caso con “La añera” y “El día que me quieras”; Los 4 de Córdoba, igual: un puntual permiso médico le permitía al histórico Lalo Márquez volver a cantar con ellos con las excusa de soplar las 40 velas del grupo, después de cuatro años de ausencia. Y “La pura verdad”, el “hit” del verano que se escuchaba en dos de cada tres bocas, es de... Canto 4. Pero Rolando Goldman rompió el molde: su número fue el 100. El probable nuevo subsecretario de Cultura de la Nación, bajo una sugestiva sugerencia de la comisión organizadora, encaró la ciclópea tarea de reunir a tal número de charanguistas –al final fueron 122– y hacerlos tocar en el escenario mayor del folklore argentino. La patriada terminó transformándose en el momento cenit de lo que va del festival: seis lunas, incluida la que se desarrollaba esta madrugada con el Chaqueño Palavecino y Peteco Carabajal. Y así fue, primero por la alta dosis de emotividad que implicó ver tan alta cantidad de charanguistas reunidos bajo un mismo techo, desplegados a lo largo del escenario.

Segundo, por la exactitud en la ejecución. Y tercero, por esa electricidad natural que recorre el alma cuando lo que se escucha es un carnavalito, o un huayno, o una selección de bailecitos, en este caso desbordando los sentidos mediante la magnificencia visual. “Alguno puede pensar que es una especie de genocidio de mulitas pero no, los charangos son casi todos de madera”, aclaró Goldman, medio en chiste, antes de invitar a esa especie de seleccionado inclusivo –sin derecho de admisión ni permanencia– compuesto por charanguistas de casi todas las provincias, más un francés, un alemán ¡y un japonés! El dúo Malossetti-Goldman arrancó como tal con una fina lectura de “La bolivianita”, cueca que el organizador del ensamble dedicó al reciente triunfo de Evo Morales en el referéndum; luego entregó “Un día de agosto”, pieza del guitarrista, para que la Compañía Nacional de Danza Contemporánea debute en Cosquín –sus miembros fueron echados del Ballet San Martín, que gestiona el gobierno de la Ciudad–, y al fin, el llamado colectivo: los 122 charanguistas en escena. Tres generaciones, mucho colorido y todo el país representado en el instrumento tal vez más hipnótico de los que existen. “Hay gente que cree que en Argentina hay cuatro o cinco charanguistas... no, somos muchísimos más”, expresó Goldman, cuyo rostro indicaba una transparente emoción ante la concreción del sueño.

También, ante el resultado de una ardua tarea. Porque hubo de ocurrir un esfuerzo colectivo para que el encastre pudiera ser. En principio, tras la convocatoria abierta de Goldman, solamente los charanguistas de Buenos Aires pudieron juntarse a ensayar. Cada 15 días, el combo se reunía con el fin de elegir el repertorio, tocar y adaptar cada individualidad al todo. “El material que íbamos ensayando se iba grabando, filmando, y después se colgaba en un sitio de Internet, para que los músicos del interior pudieran estudiarlo desde su casa. Las partituras también se distribuyeron por correo electrónico”, contó Goldman. El coste del traslado y la estadía de los musiqueros también significó un esfuerzo casi invisible. Cada quien se pagó su pasaje, su comida, y Jorge Espinoza, luthier amigo del artista–funcionario, ofreció la casa serrana para instalar las 15 carpas que albergaron a casi todo el grupo.

Hay pocos antecedentes similares. Podría contarse, en otro limbo, a los tarragoseros, los 150 acordeonistas que el polémico Tarragó presentó durante su estadía en el festival; o, en el caso específico del charango, las 100 mujeres que se reunieron en el Teatro Luz y Fuerza, hace ya 14 años. “Muchas de ellas estuvieron hoy con nosotros. Hubo músicos profesionales, estudiantes y gente que no toca en público, pero ama el instrumento”, indicó Goldman una vez finalizado el recital. También estuvo el director de Markama, Arcenio “Archi” Zambrano, que se perdió como una pieza más entre la máquina humana. Sonido encantador, emotivas visitas a “Viva Jujuy” y “Ojos azules”, el viejo clásico de Inti Ilimani, un bis aceptado, otro negado, y 122 remeras con el logo “Cien charangos, Cosquín Argentina”, diseñado por el Frente Popular Darío Santillán. “Pensamos que si llegábamos a juntar 40 o 50 iba a estar bien, pero llegamos a esta cifra sorprendente”, dijo Goldman en otra pausa hablada, y siguió: “Yo no quería apropiarme de esto, porque es algo que nos pertenece a todos. Si se repite, dependerá de la propuesta que surja. Nos ha gustado muchísimo hacerlo”. Cada músico recibió un certificado de reconocimiento y, seguramente, un recuerdo que jamás podrá extirpar de su memoria.

Luego, bien entrada la madrugada, Sergio Galleguillo y sus amigos cerraron una jornada a pura chaya riojana, luego del foco tanguero a cargo de los tres mosqueteros: Rubén Juárez, Raúl Lavié y Guillermo Fernández. Hoy, en tanto, se espera una de las fechas más fuertes –si no la más– del festival: Canto de las dos orillas (con Teresa Parodi y Liliana Herrero), un evento especial sobre La Pampa (La Pampa es un viejo mar), el Dúo Coplanacu, Arbolito junto a La Chilinga y León Gieco como epílogo esencial.

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“Pensamos que si llegábamos a 40 o 50 iba a estar bien, pero llegamos a esta cifra sorprendente.”
 
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