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Lunes, 8 de junio de 2009

MUSICA › CAFé TACVBA, UNA CEREMONIA CALIENTE EN EL LUNA PARK

Tan contagioso como la gripe

La estación porteña de la gira 20 años, 20 ciudades desató una fiesta descontrolada en el estadio del Bajo. La excelente salud artística del cuarteto le permite ir y venir en su historia, mezclando éxitos bien conocidos y grandes rarezas.

 Por Roque Casciero

La vida será un soplo, todo bien con Gardel y Le Pera, pero Café Tacvba está ahí, arriba del escenario del Luna Park por primera vez, como para discutirle a cualquiera eso de que veinte años no es nada. Con todo lo que hizo Tacvba en ese tiempo... El 27 de mayo pasado se cumplieron exactamente dos décadas desde el día en el que el cuarteto de Ciudad Satélite debutó en El Hijo del Cuervo, un local de Coyoacán (algo así como un San Telmo del DF mexicano, sólo que más lindo y más cuidado). Esa noche el público era de unas 80 personas, entre familiares y amigos, y ni a la más febril de las mentes presentes se le podía ocurrir que Cafeta iba a durar tanto, que iba a hacer algunos de los mejores discos del rock en español y que su nombre estaría ligado a la idea de música de calidad. Hay que recordar, entre otras cosas, que casi no existía una escena rockera en México, que eran pocas las bandas de ese país que llegaban a grabar en sellos grandes, y también que en los primeros tiempos la banda era mirada hasta con desagrado por mezclar rock con las raíces de su patria, en una actitud malinchista que aquí, mucho más al sur, también se consigue. Pero ahí están Rubén, Meme, Joselo y Quique, veinte años más grandes y más sabios, con la energía intacta para bancarse a los saltos un show de más de dos horas y media, ante un Luna Park que desecha las sillas y se entrega al “taconeo” propuesto casi desde el comienzo. Una noche inolvidable de la mano de los Tacvbos. Una más y van...

La gira que los trajo se llama 20 años, 20 ciudades, como para remarcar el aniversario, y tiene una actitud celebratoria que, sin embargo, no deja a la banda pegada a tanto derroche de nostalgia que se ve en el rock en los últimos tiempos. Se trata, claro, de un repaso de varios hitazos, desde “María” y “Chica banda” hasta “Volver a comenzar”, aunque también hay espacio en la lista para algunos temas que nunca sonaron en las radios o incluso en vivo, como “Bicicleta”, “Agua” o “Encantamiento inútil”. Pero desde el principio queda claro que Tacvba no piensa apegarse al manual de autocomplacencia rockera: los músicos salen de a uno cuando el estadio está en penumbras y empiezan a hacer sonar “9”, un instrumental de Revés. El tema culmina con los cuatro marcando un ritmo demoledor en pads electrónicos, mientras en las pantallas pasan viejas fotos del cuarteto. Como para acentuar más lo del inicio inusual, Albarrán sale de escena y Del Real queda en el centro: lo que sigue es la versión hiperpesada de “El borrego” que venía en el disco de covers Avalancha de éxitos (1996), con las luces estallando en la cara del público. Recién después de “Pinche Juan”, que hasta hace poco usaban para cerrar los conciertos, arranca un baile que sólo se detendrá cuando la canción lo requiera, o cuando incite más a despegar los pies del suelo en lugar de a moverlos al compás. Es tiempo de la primera tanda de temas enganchados: “No controles”, “Alármala de tos” y “Labios jaguar” hacen que las sillas se conviertan en una molestia.

“Qué bueno que no le tuvieron miedo a la influenza, a la influenza del Café Tacvba”, bromea Albarrán, con su larga cabellera enrulada ya liberada de cualquier atadura. Pero no hay gripe que pare las ganas de celebrar de estas seis mil personas que casi llenan el Luna Park. Hay algunas que estaban también en Prix D’Ami la primera vez que el cuarteto llegó a Buenos Aires con su primer disco epónimo (1992) bajo el brazo, y que volvieron a verlo en Mar del Plata, cuando ya tenía el maravilloso Re (1994) y le tocó abrir un show para Fito Páez. Pero esos eran unos pocos, porque aunque Tacvba ya hacía hablar al continente, acá todavía se sospechaba del rock mexicano. Recién en Dr. Jekyll (que era el mismo lugar que Prix, con otro nombre), en la época de Avalancha..., el cuarteto se encontró con un público devoto, que creció con cada visita. Incluso en el momento más hermético (a la Radiohead) de la banda, con el doble Revés/Yosoy (1999), fue aquí –más precisamente en La Trastienda– donde se “cantaban” los instrumentales. Después fue todo más sencillo, porque Cuatro caminos (2003) y Sino (2007) llegaron en épocas de grandes festivales en Buenos Aires y la multiplicación de los seguidores se cimentó con notables performances en encuentros multitudinarios. Pero la banda nunca había convocado tanta gente por sí sola como en este “show aniversario”, lo que habla de que su crecimiento en esos términos todavía no se detuvo.

Vuelta al Luna Park, entonces, y a otra mágica comunión de los mexicanos con el público local: siete pantallas LED cuelgan sobre el escenario, que ayudan con la sensación de movimiento de “Bicicleta”, y una serpiente de luces aparece a un costado. “El baile y el salón” vuelve a su forma original –en los últimos tiempos Rubén cantaba un fragmento a capella–, con solo de guitarra de Quique incluido. Después de pegar “Metamorfosis” con “Tengo todo”, el diminuto y movedizo cantante recuerda “el caminito” que recorrió el cuarteto, hace reír (“creo que estamos muy feos y todos los feos formamos bandas de rock”), y recuerda a colegas-amigos como Babasónicos, Catupecu Machu y El Otro Yo, antes de presentar versiones de los chilenos Los Tres: “Amor violento” y “Déjate caer” (con la ya clásica coreografía al final). Tras la mini-suite “Volver a comenzar”, a tres guitarras, entra Arturo Flores, un músico callejero al que Tacvba invitó a grabar en Avalancha... y que hacía un par de giras ya no acompañaba al grupo. “Las flores” y “Ojalá que llueva café” tienen al violinista y cantante en el rol principal y siguen sobre el escenario con maracas en “El aparato” y “Esa noche”, dos temazos del todavía insuperable Re. “María”, “Cómo te extraño” y “El puñal” cierran, aunque todo el mundo sabe que se trata de una convención previa a los bises.

Tacvba vuelve, claro, pero hay una estructura inflable a la izquierda del escenario: desde ahí dentro, Rubén canta “Encantamiento inútil”; desde arriba hace un dueto con Meme en “El espacio”. Siguen “Agua” y “Quiero ver”, lo que marca un segundo comienzo parecido al primero; esto es, bastante inusual. Pero desde que Del Real se planta para cantar el hitazo “Eres”, todo es fiesta aunque no haya torta ni velitas: primero “Chilanga banda”, después “La ingrata” y por fin “Chica banda” mezclada con “El ciclón” desatan el baile. Y así Café Tacvba cierra otro concierto grandioso en Buenos Aires, como tantas otras veces en estos veinte años (que es mucho).

9-CAFE TACVBA

Músicos: Rubén Albarrán (voz y guitarra), Emmanuel Del Real (teclados, guitarra y voz), Joselo Rangel (guitarra y voz) y Quique Rangel (bajo, guitarra y coros).

Invitados: Luis Ledezma (batería) y Arturo Flores (violín, voz y percusión).

Público: 6 mil personas.

Duración: 2 horas 40 minutos.

Luna Park, sábado 6 de junio

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“Qué bueno que no le tuvieron miedo a la influenza, a la influenza del Café Tacvba”, bromeó Rubén Albarrán.
Imagen: Carolina Camps
 
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