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Miércoles, 8 de julio de 2009

MUSICA › ARIEL ARDIT, HUGO RIVAS Y JULIO PANE, REUNIDOS EN EL TORQUATO TASSO

En el tango se juntan de a tres

El cantante, el guitarrista y el bandoneonista le ponen el cuerpo a una juntada que viene a complementar sus propios derroteros y en la que hay lugar para lucimientos personales, pero también para un homenaje conjunto a Aníbal Troilo.

 Por Karina Micheletto

“Tres pesos pesados del tango por primera vez juntos”, se anuncia en la promoción, aunque los pesos pesados en cuestión dicen que hubieran preferido, “por razones estéticas”, algún otro tipo de presentación. Son el cantante Ariel Ardit, el guitarrista Hugo Rivas y el bandoneonista Julio Pane los que han unido sus talentos en este trío que por estos días le hace frente a todo –al fantasma de la gripe A, a lo crudo del invierno, por ejemplo– a fuerza de buen tango, en un ciclo que sigue en pie, todos los jueves de julio en el Centro Cultural Torquato Tasso (Defensa 1575).

Se trata de una juntada especialmente preparada para este ciclo, más allá de la cual los tres intérpretes siguen con sus respectivos presentes musicales: Ariel Ardit acaba de presentar su segundo disco solista, Ni más ni menos, junto a un flamante cuarteto. Julio Pane verificó su condición de improvisador nato con la grabación de Instantáneas, el excelente disco que forma parte de la colección El arte del bandoneón, que este sábado será relanzada en La Trastienda, como parte de los festejos por el Día del Bandoneón. Y Hugo Rivas ha protagonizado uno de los acontecimientos tangueros del año: el dúo con el que hizo honor a la tradición de bandoneón y guitarra, junto al maestro Leopoldo Federico, y que quedó plasmado en el exquisito Sentido único.

“Seguimos con nuestras cosas, pero mientras tanto nos damos el gusto de estrenar este trío”, explican ellos. La reunión de Pane con Rivas no es novedad: han tocado varias veces juntos, desde fines del ’80 –la primera, cuando Rivas tenía quince años–. “Nos llevamos muy bien musicalmente, nos respetamos. Ojo, sobre todo nos respetamos como personas, después está la música”, describe Rivas. Juntos emprenden la primera parte del espectáculo en el Tasso, en la que hay lugar para lucimientos personales –solos de bandoneón y guitarra con “Los mareados” y “Nostalgias”, por ejemplo–. Y también para un homenaje conjunto a Aníbal Troilo –“A la guardia nueva”, o “A Pedro Maffia”, entre otras perlitas del repertorio–, un homenaje que el próximo sábado se multiplicará en Buenos Aires, cuando se cumplan 95 años del nacimiento de Pichuco, una fecha que se recuerda como “el Día del Bandoneón”.

Ariel Ardit, por su parte, había trabajado con cada uno de ellos por separado: Con Pane, cuando todavía era el cantante de la orquesta El Arranque, en la presentación del disco Maestros, en una gira por Génova. Con Rivas, gracias a Alberto Podestá –una voz que figura entre sus referentes–, cuando hicieron un ciclo conjunto. “Yo me sumé al repertorio instrumental que ya tenían Pane y Rivas, y lo que hice fue acercar otro repertorio que me gustaría interpretar a mí, tratando de que fueran temas diferentes de los que ya tengo grabados, o hechos hace poco con el cuarteto”, cuenta el cantante.

Lo que Ardit acercó y concretó, finalmente, fueron temas como “Callejón”, “Valsecito amigo”, “Tango de otros tiempos” o “Rubí”, aunque siempre surgen entre el público pedidos puntuales de aquellos temas con los que la gente ya identifica al intérprete, y en la medida de lo posible, el trío accede a dar su versión. Así se entienden y conversan guitarra, bandoneón y voz en el escenario. Una vez abajo, lo que sobran son elogios mutuos: “La verdad que este muchacho Ardit canta muy lindo”, piropea por ejemplo Rivas, muy en su estilo. “Con músicos como éstos se puede hacer cualquier cosa. Son dúctiles y talentosos”, devuelve la gentileza Ardit.

El jueves pasado, sobre el escenario de la tanguería que enfrenta al Parque Lezama, Ardit, Rivas y Pane estrenaron este encuentro que le hace honor al tango, emprendido sin pompa ni circunstancia, por el solo gusto de juntarse. “¿Sabe qué recuerdo lindo me llevo?”, desliza Rivas, sobre el final de la entrevista. “El aplauso del público, que fue muy cálido, y muy largo, sentido. ¿Qué otra cosa podemos pedir?”, pregunta. De ese tipo de búsquedas, se sabe, suele estar hecho el arte.

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“Nos llevamos muy bien musicalmente. Pero sobre todo nos respetamos como personas, después está la música.”
 
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