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Lunes, 14 de septiembre de 2009

MUSICA › RESTRICCIONES PARA LOS MúSICOS EN INGLATERRA

Muy lejos del swinging London

Los clásicos pubs y clubs de la escena inglesa deben sortear numerosos escollos burocráticos para programar recitales. Las autoridades sostienen que el objetivo es eliminar la violencia adolescente, pero se filtran denuncias de discriminación a la “música étnica”.

 Por Andy McSmith *

Uno está en un pub –toda una tradición británica–, pasándola bien, y alguien entra con una guitarra. Los tragos fluyen y la gente empieza a cantar un tema viejo, tipo “I Fought the Law (And the Law Won)” (Yo combatí la ley – Y la ley ganó). Antes de que la velada haya terminado, el pobre dueño del pub podría estar peleando contra la ley y la ley volverá a triunfar. La música en vivo está desapareciendo rápidamente de pubs, clubs, vinerías, restaurantes y otros locales pequeños, se quejan los músicos, debido a una ley aprobada en 2003, cuando el gobierno inglés trataba de eliminar la violencia adolescente, que asoció con los eventos musicales mal organizados.

Las esperanzas crecieron hace poco, cuando el Comité de Cultura, Medios y Deportes de la Cámara de los Comunes terminó una larga investigación del Acta de Licencias de 2003 con la recomendación de que no se aplique a los locales con una capacidad menor a las 200 personas. Pero esta semana, el secretario de Cultura británico Andy Burnham dio la respuesta oficial: no importa el tamaño del local, igualmente puede atraer problemas. Burnham estuvo de acuerdo en revisar el tema, pero no antes de “al menos un año”, momento para el cual podría haber un gobierno diferente.

La ley dice que los dueños de bares pueden pasar fútbol en pantalla gigante o tener música grabada a todo lo que da, pero si hay un cantante folk o un rapero en el pub, tiene que haber una licencia especial llamada Temporary Event Notice (Aviso de Evento Temporario, también conocido como TEN). De acuerdo con el Sindicato de Músicos, los locales chicos han dejado de programar música en vivo porque los encargados no quieren soportar la molestia de llenar largos formularios. En Londres, que quizá tenga la escena musical más vibrante de todas, existe el incordio adicional del formulario 696, recopilado por Scotland Yard, del cual alguna gente sospecha que es un deliberado artilugio para suprimir las formas de música que disfrutan los adolescentes negros y asiáticos: dubstep, hip hop, raggae y demás.

“A los poderosos les interesa acallar a esa gente”, afirma John McClure, cantante de Reverend And The Makers. “No tiene que ver con apuñalamientos sino con frenar ciertas clases de música que no quieren que exista.” Lowkey, un rapero británico-iraquí, agregó: “Lo he visto al rapear en los clubs. En una noche en la que esperan público blanco hay un solo patovica en la puerta. A la siguiente, cuando hay público negro, hay patovicas por todos lados, detectores de metal, tenés que mostrar tu pasaporte y dar a conocer tu dirección. Esa clase de cosas. Sencillamente asumen que donde hay mucha gente marrón va a haber violencia. Los problemas existen, pero es muy condescendiente poner tanto énfasis en la música como catalizador. Lo que deberían encarar antes es la cultura del alcohol y la cultura en la industria discográfica de aprovechar la glamorización de la violencia”.

Pero Bradshaw dijo que su departamento “ha considerado eximir a los lugares chicos, pero no se ha podido poner de acuerdo en excepciones que vayan a resultar en un incremento de la música en vivo que al mismo tiempo mantengan la protección esencial para los residentes de la comunidad”. Luego aseguró que “no existe lazo directo entre el tamaño del público o el número de intérpretes y la molestia por ruidos o desorden”. Su decisión provocó una furiosa reacción de algunos músicos. Feargal Sharkey, líder de la organización caritativa UK Music y ex cantante del grupo punk The Undertones, afirmó: “Después de cinco años de legislación, ocho consultas, dos proyectos de investigación del gobierno, dos procesos de revisión nacional y un informe de un comité especial parlamentario, todos los cuales resaltaron el impacto negativo que estas regulaciones tienen en la industria musical británica, la única reacción del gobierno es hacer una revisión más”. Algunos de los ejemplos que da Sharkey sobre cómo funciona la ley en la práctica son casi cómicos. A los organizadores de una “farsa”, bajo la cual una troupe de performers viajan de pub en pub para interpretar obras folklóricas estacionales, les dijeron que tienen que tener un TEN para cada pub de su ruta. Ellos acortaron su agenda de 26 pubs a ocho, pero hacerse de las licencias sigue costándoles más que lo que reunieron para caridad.

El formulario 696, que se aplica en Londres, ganó particular notoriedad debido a que requiere detalles personales y antecedentes étnicos de cada performer. A un concejal que organizó un evento para ayudar a una fundación de lucha contra el cáncer, en el cual no iba a venderse alcohol, se le prohibió realizarlo después de que se negó a llenar el formulario 696. John McClure agregó: “Lo triste es que la prensa musical, con muy, muy pocas excepciones, ha estado muy callada sobre este problema. ¿Dónde están nuestros John Lennon y nuestros Joe Strummer para levantarse y decir ‘Esto es terrible’? La vanguardia de la música británica de hoy han sido estos raperos. Lo que ha hecho grande a Gran Bretaña es su variedad cultural. Si pudiéramos mezclar las culturas tendríamos una música bellísima”.

El detective en jefe Richard Martin, del escuadrón de pubs y vicios de la Policía Metropolitana, enfatizó que la pregunta sobre los antecedentes étnicos de los artistas fue quitada del formulario 696 hace ocho meses. Se está preparando una versión nueva y simplificada, y él insistió en que su propósito no es borrar a ningún género musical. “Es importante recordar que aunque quizá le pidamos a alguien que llene uno de estos formularios, e incluso si su local es considerado de alto riesgo, muy pero muy raramente lo clausuramos. El año pasado sólo se clausuraron ocho locales de entre miles.”

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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Los shows en clubs y pubs son objeto de una mirada oficial que provoca polémica.
 
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