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Martes, 10 de noviembre de 2009

MUSICA › LA úLTIMA JORNADA DEL PEPSI MUSIC

Fiesta con sabor agridulce

Los Auténticos Decadentes, Los Fabulosos Cadillacs, Gogol Bordello, Calle 13 y Catupecu Machu pusieron el moño al festival en el Club Ciudad, ensombrecido por el brutal recorte de sonido impuesto por el gobierno porteño. El saldo final fue de 80 mil espectadores.

 Por Luis Paz

Hubo un día en el que una mujer se asomó a un balcón para reclamar en nombre de muchos y recibió los insultos de decenas de miles que se le opusieron. Le pasó a Evita, claro, pero en este caso se trata de la vecina del Club Ciudad de Buenos Aires que, recurso de amparo mediante, logró que el “ruido” provocado por la jornada final del Pepsi Music 2009 no superara los 95 decibeles. En definitiva, la fecha que Los Auténticos Decadentes, Catupecu Machu, Calle 13, Los Fabulosos Cadillacs y Gogol Bordello compartieron en escena quedó transformada en una fiesta karaoke en la que pasó y se tocó de todo, pero no se escuchó demasiado.

“Silencio que no es silencio”, habían anticipado Los Tipitos temprano. Y la fiesta ocurrió igual, aunque a media máquina. Fue con los Decadentes la primera oportunidad de verlo: el vozarrón de Cucho sonó tan despegado de los solos de Diego Demarco y los splashes de Martín Lorenzo que en el bajo y el bombo quedó la responsabilidad de orientar a todos. Es que al viento (sí, a ese insípido soplido bobo del domingo) no le costó mucho llevarse de aquí para allá las frecuencias altas propias de las seis cuerdas, los platillos y los bronces. Igual, los Decadentes recorrieron su cancionero popular y festivo (“La guitarra”, “Cómo me voy a olvidar”, “Vení Raquel”) y acompañaron a Jorge Serrano en la presentación de dos canciones de Alamut, su reciente disco solista: “Fósforo” y “Emociones negativas”.

Lo de Gogol Bordello arrancó más de un momento de diversión y catarsis. En líneas generales, con ese karaoke por fonética que improvisó el público en un amorfo esperanto de Europa oriental. Pero también en lo particular, con un bajo de dub, un violín balcánico, un frontman gypsy, un acordeón sonando como órgano sagrado, un redoblante apenas utilizado y una docena de canciones cuyos títulos en ucraniano no le representarán demasiado al lector y son difíciles de transcribir, salvo el hit “Start Wearing Purple”.

En el siguiente show continuaron las rarezas: la humanidad curvilínea de Flavio Cianciarulo en viola, el jopo aerodinámico de Nix (Historia del Crimen) en contrabajo y toda la vitina tomada por Astorboy en batería dieron forma a Misterio y su set de surf punk y rockabilly. Subió Vicentico y, mientras en otro escenario a los colombianos de Dr. Krápula les cortaban el sonido antes del estribillo del último tema, el cantante recreó junto a su hijo violero el “Guns of Brixton”, de The Clash.

Eso anticipó la reunión Cadillac sobre el escenario, pero mientras se acomodaban, en algunas zonas del campo se podía oír (por vías milagrosas) lo que Dante agitaba en el escenario Isla: “A partir de ahora el que no la agita es policía, guacho; es comisario, gato; es alcahuete, hermano. Yo soy Miguel Bosé (¿?) así que poneme bien la cola, mami”... Suficiente. Volviendo a Cadillacs, su show “sorpresa” fue para oficiar lo que será una “despedida por un tiempo”. Más palabras fueron innecesarias luego de que terminaron de acomodarse e hilaron “Basta de llamarme así”, “V Centenario”, “Mal bicho”, “El genio del dub”, “La luz del ritmo” y “Carmela”, entre otras, y demostraron que lo suyo es el ritmo y la sustancia (lumínica). Pasó otro rato y, aunque en los recitales de Babasónicos se hayan visto mejores calzas, varios momentos del show de Calle 13 pusieron a pensar en tener hijos. O en practicar para hacerlo. Entonces se reparaba en esos locos bajitos del festival. Hubo dos que en 10 años, cuando empiecen a adolescer, podrán contarlo: “Jugamos al fútbol con una lata de Speed mientras tocaban los Cadillacs”. Y habrá uno que retrucará: “Yo comí helado en el VIP viendo a Calle 13”.

“A ver, periodistas, no se confundan, esto no es reggaetón”, anunció René, el Residente de Calle 13. “Y a ver los vientos, ésta es la esperanza del pobre”, agitó para desatar un show de oscilaciones de caderas y cabezas entre el público acalorado. El “Say No More” que tenía escrito en la espalda no hizo más que confirmar la presencia de Charly en el Club Ciudad. García no dijo ni cantó nada desde el tablado, pero las casi dos decenas de miles de personas enloquecieron con “Nadie como tú”, “Cumbia de los aburridos”, “Fiesta de locos” y “Se vale to’”, en la que seis afortunadas se montaron al escenario e intentaron hacer lo mismo con René, sin demasiado éxito, pero aun así con considerable ritmo. Sobre la solidez rítmica de la banda –Visitante, como siempre, apenas se hizo notar visualmente, pero mantuvo el peso de la dirección musical–, el artista boricua siguió conmocionando: “Buenos Aires, no hay muros ni banderas, eso lo creó el HDP de Bush, no le crean. Y un saludo a todos los presidentes latinoamericanos que están enojados conmigo. ¡Que la chupen, puñeta!”, dijo en su habitual tono mesiánico. El show alcanzó el clímax con “Atrevete-te”. Las doce habían dado y movidas.

Y como si faltara algo, Catupecu Machu llegó a cerrar la jornada (y todo el festival) con la fuerza de un tigre enjaulado. Fernando Ruiz Díaz, Macabre y Sebastián Cáceres tomaron un bajo per cápita para el estreno “Ana Crusa” (de Simetría de Moebius); la vecina del Club Ciudad volvió a despertar alterada con “Y lo que quiero...” y el jefe de Gabinete del gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, se fue entonando “A veces vuelvo”. La reflexión oculta del cantante, que mechó un verso de “Divorcio” de Massacre dentro de “Plan B” (cover de la misma banda) lo dijo todo: “Tan difícil todo se hace”. Pero la fiesta debió continuar.

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Catupecu Machu cerró la fecha y el festival con la fuerza de un tigre enjaulado.
Imagen: Vera Rosemberg
 
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