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Sábado, 28 de enero de 2006

MUSICA › LEON GIECO FUE LA GRAN FIGURA DEL SEGUNDO DIA DEL COSQUIN ROCK

Con los patovicas en el escenario

Christian Aldana, de El Otro Yo, fue perseguido en escena por personal de seguridad. Después del incidente, Gieco generó una fiesta con clásicos y un puñado de obras más recientes.

 Por Cristian Vitale
Desde Comuna San Roque

Poquito después del crepúsculo, habiendo tocado Los Pericos, La Mancha de Rolando y Las Manos de Filippi, subió El Otro Yo. De movida, era un show como todos los que da la banda de Temperley: temas cortos y en cantidad, energía y actitud. Recurrencia histórica –Traka, 69, Cortá el pasto–, más algún que otro rescate innovador. Pero antes del tema 17 de la lista, al cantante Cristian Aldana le dio por anunciar tres canciones extra y lo hizo público: “El Otro Yo, cinco años en Cosquín. Nos lo merecemos, ¿no?”, preguntó, y los pibes de abajo aprobaron. La primera era No me importa morir y, en verdad, parecía que le importaba poco: la producción le cortó el sonido y encendió las luces blancas, y todo intento de Aldana por comunicarlo fue en vano. Entonces, agarró el pie del micrófono y empezó a destruirlo contra el piso. Dos segundos pasaron para que cuatro gigantes de seguridad se le abalanzaran e intentaran darle una paliza. Lo salvó Ray Fajardo, su compañero, antes de la destrucción. Igual que con Jóvenes Pordioseros el año pasado, el Cosquín Rock tuvo el porcentaje de caos necesario para cumplir con su cuota de rock desprolijo y visceral. Bien por Aldana: hay una tradición rebelde y romperreglas que respetar. Mal por los patovicas que, en vez de persuadir, intentaron agredir.

Pero la música estuvo en otro lado. No en Los Violadores que, más allá de ofrecer buenas versiones de Fuera de Sektor o Mercado indio, o Pil embistiendo contra la farándula “cabeza de mierda”, a través de un tema nuevo: Va sangrando –vieja verba punky–, suena como una rémora lábil de su época gloriosa. Y encima sin Stuka. Mucho menos en la carpa electrorrock o en la banda rocanrolera que la organización optó por ubicar para el cierre. Cuando subió La 25, la misma peregrinación rockera que había surcado metros y metros por calles de tierra para llegar a Skay –la noche anterior– tomó el camino inverso y se fue. Contramarchó. ¿Por qué? Simple: El cierre de la segunda contraluna debió haber sido indefectiblemente León Gieco.

No hay que escarbar demasiado para encontrar las razones. Con un set bastante más corto que el del Teatro Opera, cuando presentó Por favor, perdón y gracias, el coloso mayor del rock popular argento se metió a más de 17 mil personas en el bolsillo. Secundado por el magistral Kubero Díaz y Dragón Moglia en guitarras, Aníbal Forcada en bajo y Marcelo García en batería zigzagueó por canciones de las que cuesta muchísimo encontrar puntos flacos. Cinco siglos igual –en dueto vocal con Andrés Giménez–, Bandidos rurales, Los salieris de Charly, Pensar en nada –casi a la altura de Ji Ji Ji versión Skay en términos sísmicos—, Los Orozco. Y tres temas nuevos que ya habría que introducir como material de enseñanza en escuelas, para comprender la historia: Padre Mugica, Yo soy Juan y la maravillosa El ángel de la bicicleta, por fin una buena cumbia trasvasada al rock. Detalle al margen, Leoncito fue al frente y cerró con la grabación de Un minuto, voz del Pato Fontanet incluida. No lo tocó, pero igual estuvo, como en Gesell. Así, Gieco fue el jamón del medio, que emparedaron Rata Blanca y Kapanga. De Rata, a esta altura, no hay más para rescatar que su celo profesional. Y de Kapanga, una sentencia del Mono que seguro rankeará altísimo entre las frases rockeras de la historia. “Charly, dejate de hinchar las pelotas. Viejo choto, señaló el cantante, que recordó que “mientras algunos viajan en limusina, los demás músicos nos tenemos que pagar los pasajes”. Hacía falta que alguien hiciera justicia, brutal y sincera.

Más allá de Los Violadores, el escenario temático –punk rock– encendió su primera noche con algunos shows para rescatar. Por caso, la persistencia de 2 Minutos y su ascendente entre los punks de la nueva generación. Además de clásicos inoxidables, la bandita agitadora del Moscamostró parte del material a editar en febrero (Mundo de sensaciones) a través de Pandora Box. Buen show, enérgico y tonificante. También el de Cadena Perpetua, que lo antecedió, igual que Topos y Nativo. Dato marginal –y contrastante–, Soziedad Alcohólica, grupo español promocionado con bombos y platillos, cerró el temático sin la menor atención popular. Enfrente tenía a León. Ayer, en una jornada muy esperada, tocaban Las Pelotas, La Vela Puerca, El Tri, Carajo, Karamelo Santo y un personaje del que, se espera, doble en rebelión a Cristian Aldana: Pity, el intoxicado más entrañable.

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Gieco y Andrés Giménez, de Animal, en una emocionante versión de Cinco siglos igual.
 
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