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Viernes, 26 de febrero de 2010

MUSICA › COLDPLAY ACTUARA ESTA NOCHE EN EL ESTADIO DE RIVER

La emotividad viene de Londres

En su segunda visita a Buenos Aires, la banda británica volverá a mostrar su puñado de melodías sencillas y efectivas: “Yellow”, “The Scientist”, “Shiver”, “Trouble”, “Clocks” y “Viva la Vida”, entre otras.

 Por Luis Paz

Coldplay no regresa en su mejor momento, aunque tampoco está en franca decadencia.
Imagen: Bernardino Avila.

En 1997, 30 años después del auge del swingin’ London, la capital británica seguía siendo una metrópolis tan cosmopolita como lo habitual (al menos desde el siglo XIX en adelante), pero se había ennegrecido en muchos sentidos. La tribunera pelea multimediática entre Oasis y Blur (y todos los que se les cruzaran a los Gallagher) reemplazó a sus mejores discos. Musicalmente, la gran cosa nueva eran las Spice Girls, con su “Wanna Be”. Un texto que, lateralmente, retrataba en una canción de amor (o algo así) una constante de los jóvenes brit, la pérdida de la ilusión del ascenso social: estancados en el cobro de seguros de desempleo, sus sillones mohosos, su televisor de 21 pulgadas y la PlayStation, todos querían ser o, más bien, lo pretendían públicamente, sin ser nada. En ese clima denso, mohoso y mid-tech sobre el que Radiohead se expresó en OK Computer y del que Tony Blair y su Partido Laborista surgieron como vaga esperanza, el tecladista Chris Martin, el guitarrista Jonny Buckland y el bajista Guy Berryman decidían, con el ingreso del multiinstrumentista devenido baterista Will Champion, cambiar su nombre artístico a Coldplay.

Esto es apenas uno de muchos elementos que pueden explicar la extraña emotividad presente en las canciones del grupo que esta noche tocará en River. Temas espesos de un modo distinto a los de la banda de Tom Yorke, ni tan desangelados ni freaks, pero deliberadamente (a veces forzadamente) heridos, angustiados, acomplejados. Una música sólo practicable en estadios como River luego de la existencia del new romantic de The Cure, el elaborado pop post-new wave de U2 o el de-sángel de Radiohead (y de ellos, sólo sus segmentos oscuros-introspectivos). Aunque, claro, si bien Coldplay ha sido comparada con U2, existe entre ellas una notable distancia: lo que es emotividad en Coldplay es épica en el grupo de Bono y The Edge. De algún modo, son el golpe bajo y el gran cross de derecha.

Es claro que nada de esto importa demasiado cuando, está por comprobarse esta noche, Coldplay es una banda capaz de llenar la cancha de River Plate con mayor crédito musical que otra cosa: el carisma de Martin no es lo que se destaca; la actitud escénica, aunque conceptual con lo sonoro, ya había sido algo liviana en su debut argentino de 2007, casi en la misma fecha (22 de febrero en el Gran Rex); y la puesta en escena, después de que Nine Inch Nails y Radiohead tocaran aquí el último bienio, difícilmente llame la atención. Eso deja, a las claras, una sola razón para la convocatoria: las canciones. “Yellow”, “The Scientist”, “Shiver”, “Trouble”, “Clocks”, “Speed of Sound”, “Viva la Vida”, “Violet Hill” y el artículo se acabaría nombrando a (casi) todas las que documentaron en sus cuatro discos. Composiciones, como mínimo, efectivas. Y, como máximo, raramente bellas.

Coldplay no regresa en su mejor momento, aunque tampoco esté en franca decadencia. Llega a River luego de tres años de plancha, se podría decir, optimista: los transcurridos entre aquella gira latinoamericana que también los paseó por Chile, Brasil y México; el lanzamiento en 2008 de Viva la Vida or Death and All His Friends y la gira por el hemisferio norte para presentarlo. Pero, al menos en las bateas, nunca pudieron recuperar terreno sobre esos 12 millones de copias vendidas de A Rush of Blood to the Head: de X&Y, el disco que vinieron a mostrar al Gran Rex, fueron diez millones. Y de Viva la Vida van ocho. Los mismos críticos ingleses que los habían señalado como “la banda más grande del mundo” o “la gran banda de los 2000”, se entregaron en los últimos años al disfrute del baile punk dance. Lo mismo ocurrió con los públicos. Y hasta con las bandas de la “escena” adosada, por contemporaneidad y estilo, a la de Chris Martin: Keane intentó pasar de ser banda de sonido para el ingreso de las quinceañeras al salón a banda para la pista de baile con su álbum de 2008 Perfect Simmetry, por citar un ejemplo.

Pero, de nuevo, la resistencia de las buenas canciones: por este disco que hoy sacarán a relucir, los cuatro músicos se hicieron con tres Grammy el año pasado, el de Mejor Album de Rock y dos por el tema “Viva la Vida”: Canción del Año e Interpretación Vocal Grupal o a Dúo. Hace prácticamente un año, desde la publicación de su segundo registro en vivo, LeftRightLeftRightLeft, que Coldplay está trabajando en su quinto disco de estudio, nuevamente con Brian Eno en la producción y los mismos delirios místicos de grabar en catedrales medievales y capillas rurales.

En esta gira repiten la fórmula: durante la grabación de Viva la Vida... se tomaron unas “vacaciones” en el centro y sur americanos, aprovechando su Viva la Vida LatinAmerica Tour, para descansar del estudio. Reinciden ahora más cerca de aquella magnificencia con la que se los signó: en 2007 juntaron 10 mil personas en tres noches. Hoy, ¿llenarán el Monumental?

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