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Martes, 20 de septiembre de 2011

MUSICA › ENTREVISTA A PHILIP GLASS, QUE ACTúA ESTA NOCHE EN EL TEATRO COLISEO

“Hacer arte para nadie no tiene mayor sentido”

Para ser considerado el fundador del minimalismo, es un artista con infinidad de facetas, recursos y posibilidades de expresión. Pero en estas presentaciones se concentrará “en el instrumento que toco al levantarme y el que toco antes de acostarme”.

 Por Diego Fischerman

Compuso, con Einstein en la playa, la primera ópera que permitía al público, de manera explícita, entrar o salir cuando le diera la gana. Es uno de los creadores del minimalismo, o escuela repetitiva y, en todo caso, el inventor de su vertiente más pop. La literatura y el teatro están entre sus obsesiones y trabajó con directores de escena como Bob Wilson, poetas y cantantes como Leonard Cohen y cineastas como Woody Allen, para quien escribió la banda de sonido de El sueño de Cassandra. Philip Glass estuvo aquí en 2001, como parte del FIBA de ese año, presentando en el Colón la musicalización del Drácula de Tod Browning. Y hoy regresa para dar un concierto en el Teatro Coliseo en el que tocará obras para piano. “Es el instrumento que toco al levantarme, y tocarlo es lo último que hago a la noche antes de acostarme”, dice a Página/12. Y agrega: “Estos conciertos donde toco el piano son la experiencia musical más íntima de todo lo que hago. Representan la totalidad de mi ser como intérprete y como compositor. Son los momentos en que yo soy exactamente yo mismo, con mi música y con el público”.

El programa incluye obras compuestas para piano y transcripciones de otras concebidas originalmente para órgano o diferentes combinaciones instrumentales: los Estudios para piano Nos 1, 2, 3, 6, 9 y 10, de la serie de 16 compuesta entre 1994 y 1999, Mad Rush, de 1980 –una pieza encomendada por Radio Bremen y compuesta originalmente para órgano que fue más tarde coreografiada por Lucinda Childs–, Metamorphoses Nos. 2, 3 y 4, de 1989, extraídas de la película A Thin Blue Line de Errol Morris, basadas en La metamorfosis de Kafka y utilizadas como parte de La Trilogía de Kafka (El Proceso) de Gerald Thomas, Dreaming Awake, de 2006, escrita originalmente como obsequio para un Centro de Estudios Tibetanos de New York y coreografiada más adelante por Molissa Fenley, y Wichita Vortex Sutra, compuesta en 1990 como fruto de una colaboración con el poeta Allen Ginsberg. “Yo no sé si soy minimalista ni nunca me preocupó serlo”, dice. “Siempre estuve más pendiente de mi propia experiencia musical, de mis sentimientos al crear y de lo que le pasa a la gente al escuchar que de las teorías.” Esa es, por supuesto, también una teoría: “En todo caso es una teoría inconsciente y tiene que ver con quiénes somos, lo que escuchamos y cómo nos fuimos formando como músicos y personas”.

Nacido en Baltimore, Maryland, en 1937, Glass se graduó en la Universidad de Chicago y en la Julliard School. En los ’60 estudió en París con Nadia Boulanger, en su conservatorio dedicado a compositores estadounidenses, y allí trabajó transcribiendo la música de Ravi Shankar a notación occidental. A su retorno a Nueva York probó técnicas orientales en su música. En 1974 fundó la Mabou Mines Theater Company y, para tocar lo que componía para los espectáculos, el Philip Glass Ensemble. Einstein en la playa es de 1976. “No me gusta cuando se habla de minimalismo”, dice. “Es una forma esquemática de referirse a un conjunto de música escrito entre 1965 y 1979. Y sólo sirvió para diferenciarnos enfáticamente de los boulezianos, lo que, de todas maneras, no estuvo tan mal. Siempre busqué hablarle a una audiencia más amplia que la de los conocedores. Quería salir de ese nuevo ghetto donde las mismas 200 personas iban de concierto en concierto y de los que la mayoría eran compositores. Mis amigos y yo buscábamos nuestro público en museos de arte y en el teatro. Era también una cuestión generacional. Y fue maravilloso ver lo rápido que apareció el público. Para 1976 yo ya estaba tocando en el Met, después de tan sólo nueve años. Steve Reich había dicho que eso es lo que iba a pasar y yo aseguraba que llevaría décadas. El tenía razón y el equivocado era yo.”

Autor de la música para Kundun, de Martin Scorsese, por la que fue nominado al Oscar, y ganador del Globo de Oro por la de The Truman Show, de Peter Weir, una de sus obras fundantes fue Koyaanisqatsi, de 1983, donde lo sonoro es el eje constructivo del film de Godfrey Reggio que abrió su trilogía acerca de la relación destructiva del ser humano con la naturaleza. En 2004 Glass estrenó Orion, en colaboración con seis artistas internacionales y cuyo debut fue en Atenas para celebración de los Juegos Olímpicos. Dos de sus sinfonías, Low y Heroes, están basadas en temas de David Bowie y las últimas, la No 7 y No 8, fueron estrenadas en 2005, con la National Symphony Orchestra y en el Kennedy Center for the Performing Arts de Washington la primera y, la segunda, con la Orquesta Bruckner de Linz y en la Brooklyn Academy of Music. Ese mismo año estrenó Esperando a los bárbaros, ópera basada en el libro de Coetzee. El tributo orquestal de Glass al líder espiritual indio Sri Ramakrishna, The Passion of Ramakrishna, se estrenó en 2006 en el Orange County Performing Arts Center. “Creo que la música no está separada de la vida”, reflexiona. “Desde siempre, el ser humano ha cantado y bailado en su vida cotidiana y la música siempre ha sido una parte fundamental de sus fiestas. Creo que en la vida contemporánea el teatro es una de esas fiestas. Es una magnífica situación social donde se cuentan historias y se las vive en grupo. Y la música se integra con la luz, con lo que sucede en el espacio del escenario, con los textos. Es una clase de experiencia que me fascina, Eso no quiere decir que no crea en el efecto de la música por sí sola. De hecho eso es lo que haré en mi concierto en Buenos Aires. Tan sólo música y tan sólo con el piano. Pero hay allí también una comunicación dramática. Siempre que hay algo o alguien en escena hay un hecho teatral.”

Glass no se considera un gran pianista. “Decente”, define. “Quiero decir que nadie estaría interesado en escuchar mi Schubert o mi Beethoven, pero no es eso lo que voy a tocar. Me gusta escuchar a compositores tocar su propia música, a Gershwin o Rachmaninov. Rachmaninov fue un gran pianista; Gerswhin probablemente haya estado más cerca de la clase de pianista que soy. No un virtuoso, sí alguien de tocar su propia música con una cualidad de intimidad que, tal vez, otro no podría lograr.” Budista y sumamente crítico con la política exterior de los EE.UU. (Esperando a los bárbaros funciona como un ataque explícito a Bush), Glass dice que “el músico no está aislado de la sociedad; le preocupan las cosas que le preocupan a cualquier ser humano. Uno toma posiciones, desde ya. Creo que el artista tiene una misión, en el sentido de comunicarse con los demás y, obviamente, de comunicar aquello que vale la pena que sea comunicado. No tiene mayor sentido hacer arte para nadie. Y si se lo hace para mucha gente, debemos ser muy conscientes del poder que tenemos. Es un poder que no debe malgastarse”.

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“Estos conciertos son la experiencia musical más íntima. Representan la totalidad de mi ser como intérprete y como compositor.”
 
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