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Domingo, 8 de enero de 2012

MUSICA › EL QUINTETO TIEMPO GRABO CLASICOS DEL FOLKLORE ARGENTINO

Con las canciones de toda una vida

 Por Cristian Vitale

No es un compilado, es una deuda saldada. El Quinteto Tiempo está llegando a los 40 años y lo festeja con Clásicos, un disco poblado de temas famosos del folklore nacional que nunca antes había grabado. Los mismos que lo integran hoy (Alejandro Jáuregui, Eduardo Molina, Santiago Suárez, Rodolfo Larumbe y Ariel Gravano) fueron los de los inicios (1972), cuando este quinteto asomaba sus voces protegido por los destellos de aquel “boom” folklórico que aunó cantidad popular con calidad artística. “Como somos los mismos, y siempre tuvimos como referencia a los grandes de la música popular argentina, decidimos darnos el gusto”, introduce Jáuregui, uno de los dos portavoces del Quinteto para la ocasión. Los Tiempo tomaron piezas de ésas sin fecha de vencimiento (“Milonga de mis amores”, “La Telesita”, “Tonada de un viejo amor” o “Pedacito de cielo”), las tiñeron con un sinfín de matices corales y las defendieron con su impronta, una estética llana y “horizontal”. “Nunca nos habíamos metido con estos temas que Las Voces Blancas, Los Cantores del Alba, Los Trovadores, el Cuarteto Zupay o Mercedes Sosa llevaron a la fama, y decidimos hacerlo por varias razones: la fundamental es que crecimos y nos desarrollamos cantando estos temas. Hay pocos lugares en el mundo donde la poesía y la música del folklore tengan el nivel que tienen aquí. Tejada, Dávalos y Castilla mezclados con el Cuchi, Falú y toda esa gente... hicieron bellezas. Escucho mucho jazz, pero sus letras no tienen este nivel”, sostiene Larumbe, sobre el motor inicial del trabajo, que presentarán el 5 de febrero en el Anfiteatro de Villa Gesell y en la Serenata Cafayateña a mediados de ese mes.

–¿Cómo acordaron el repertorio?

Alejandro Jáuregui: –Fue lo más complejo, porque cada uno vino con doce, trece canciones, y hubo que discutirlo mucho.

–Y no da la matemática, porque quedaron once y ustedes son cinco... Alguno eligió de más.

Rodolfo Larumbe: –(Risas.) No da, porque en la que resta coincidimos los cinco: tomar “Canción con todos” y hacer una versión nueva. Fue un riesgo, porque si a vos te conocen por una canción tan famosa no la cambiás, ¿no? Nosotros afrontamos el desafío: la rehicimos e incluso la cantamos cuando fuimos a Cosquín, y pasamos la prueba, un golazo.

A. J.: –La diferencia es que la versión clásica la hacíamos con un prólogo de Nicomedes Santa Cruz, un poeta peruano extraordinario, y ahora la hicimos con la introducción de Jaime Dávalos. Recuperamos el recitado del poema “Sudamérica”, que hizo en 1981 cuando lo invitamos al Decuna (Defensa de la Cultura Nativa) que se hizo en el Luna Park con el fin de protestar contra las listas negras de la dictadura, y le agregamos un fragmento de “Pequeña serenata diurna”, de Silvio Rodríguez.

“Canción con todos” es el sello del Quinteto ante el mundo. Armando Tejada Gómez y César Isella terminaron de hacerla en la casa de Guillermo Masi, un ex integrante del Quinteto en los albores de la década del ’70, y así salió, arreglos corales mediante, y cuatro años después de que Jorge Cumbo –amigo en común de todos– decidiera quiénes iban a ser los componentes definitivos del combo coral. “Vino a un ensayo y dijo ‘me gusta éste, éste, éste’, y así quedamos. Desde 1972 somos los mismos integrantes”, refresca Jáuregui. El Quinteto editó una seguidilla de discos por EMI-Odeón (uno por año, antes de la dictadura) hasta que en 1976 cayeron en las redes del Operativo Claridad. Los tres discos fueron a parar al museo de “la subversión”, los dejaban cantar poco y, cuando podían, solían llover amenazas de bomba. “Armábamos una fecha y en la puerta nos paraba la policía. ‘El Quinteto Tiempo no va a venir’, nos decían... ¡y éramos nosotros! Llegaron a detenernos junto a Mercedes Sosa, en La Plata, y fue entonces cuando ella nos convocó para acompañarla en algunos recitales: ella cantaba primero y después no- sotros... era un hecho heroico”, dice Larumbe. “Hubo cosas insólitas. Una vez íbamos a cantar en un teatro de Pinamar y no permitieron hacer el espectáculo porque faltaba una canilla del baño. Vinimos en el auto de Mercedes, con ella manejando y llorando todo el viaje. ‘Me voy a Europa’, me decía. No me olvido más.”

–¿Cómo sobrellevaron la dictadura sin exiliarse?

R. L.: –Fue una especie de exilio interno, porque seguimos viviendo acá y haciendo lo que podíamos, pero también viajamos mucho por Europa y por Latinoamérica. Hasta nos llamaron de Finlandia para grabar un disco.

A. J.: –Hubo un momento en el que nos confundieron con chilenos, porque habíamos salido en las tapas de los diarios de Chile cantándole a Salvador Allende en la Casa de Gobierno. Fuimos con Isella y Zitarrosa y en un momento, los Quilapayún nos dijeron: “¿Por qué no le cantan un tema a Salvador, que es su cumpleaños?”. Lo hicimos y nos invitó a la casa... Nos quedamos tocando y charlando con él hasta las seis de la mañana. Momento inolvidable, como cuando fuimos a Panamá dos meses antes de la invasión de Estados Unidos, o la cantidad de veces que fuimos a cantar a todas las escuelas, universidades y teatros de El Salvador, incluso durante la guerra.

–Acaban de terminar una gira por ese país que les llevó un mes. ¿Se tiene registro del pasado común entre ustedes y la gente de ese país?

R. L.: –En El Salvador nos hicieron un reconocimiento en la Asamblea Legislativa. Es como nuestra segunda patria, porque nos metimos muchísimo en la gente. Después de 18 años sin ir dijimos “no nos va a conocer nadie”, pero nos llevamos una sorpresa agradable: gracias a la transmisión oral, pibes que no habían nacido cuando nosotros cantábamos allá sabían todas las canciones.

A. J.: –Nos pasó, aunque en menor escala, en Costa Rica, Venezuela, Guatemala o Nicaragua, donde hicimos “Canción con todos” cuando fue lo de Abril en Managua. Nunca habíamos ido, pero nos conocían porque los partes de guerra del Frente Sandinista se pasaban en la radio Venceremos junto a “Canción con todos”. También nos invitaron de Ecuador, para festejar el bicentenario, y de Paraguay para hacer el bicentenario para los paraguayos en la Argentina, que se hizo en el Cervantes... Como síntesis, diría que nos llena de orgullo estar acompañando lo que Cristina transmite cuando dice que los presidentes se parecen cada vez más a sus pueblos. Hasta acá llegamos, y las transformaciones son las que se vienen.

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Larumbe y Jáuregui, dos quintos de un grupo nacido al calor del “boom” del folklore.
 
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