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Martes, 28 de febrero de 2012

MUSICA › WILLY GONZáLEZ Y AGUA, SU NUEVO DISCO

Otro camino al folklore

De cuna rockera y clásica, con formación jazzística, un día se levantó y dijo: “No quiero tocar más música extranjera”. Desde entonces, construyó una carrera folklórica plena de matices.

 Por Cristian Vitale

Aleatorio, Willy González manotea un huayno de entre su intensa catarata de canciones y lo define con locuacidad, acompañado por una leve sonrisa: “Tiene problemas de conducta”. Se llama “Señorita”, es el que abre Agua, su último disco con el cuarteto (Pepe Luna + Mario Gusso + Hernán Crespo + él) y opera igual que otras tantas composiciones de este prolífico hurgador del bajo de las seis cuerdas aplicado al folklore. De cualquier trabajo que se tome de él podrán extractarse riesgos similares, inquietudes salpicadas. De cuna rockera y clásica, devenir jazzero y presente folklórico, supo construir un camino “al costado del mundo”, sumando a la música de raíz giros inesperados, y lo refrenda en el flamante trabajo junto al nuevo trío (Carlos Sánchez + Claudio Gandolfo + él) que presentará, mini gira por el interior mediante, el 5 y el 12 de mayo en el Teatro del Viejo Mercado. “Es el primer disco que hago sin percusión: es solo bandoneón, guitarra y bajo acústico”, adelanta. El CD–DVD grabado durante dos recitales dados en octubre de 2011 en La Oreja Negra contempla una serie de versiones con varias vueltas de rosca (“20 mineros de San Albino”, “Zamba del pañuelo”, “Hermano Guevara”, entre ellas), y un ajetreado y singular paseo por vidalas, chacareras, chayas y chamamés, que ya es marca registrada en su hacer. “Diría que es un disco netamente argentino, criollito, con un sonido del que no me voy a mover por un buen rato”, afirma.

–¿Toda su música tiene problemas de conducta?

–Absolutamente. Es como de pibe en la escuela. No era de los quilomberos, pero siempre tenía algo para decir. Era el hinchapelotas del fondo, aunque sin llegar a status de bardero (risas).

Eficaz analogía para ingresar a su historia musical, que no es más que un correlato a escala sonora de su historia de vida. Pese a que su nombre empezó a rodar con fuerza mediando los ’90, cuando integraba Monos con Navaja junto al Pollo Raffo, sus orígenes se remontan a un mojón anterior: La Banda Latina, que compartió con el ex Divididos y actual Gran Martell, Jorge Araujo, entre otros. “Pero Monos fue el que más renombre tuvo. Fue la época que tocamos con Scott Henderson y teloneamos a Zawinul”, evoca.

–¿Siempre vinculado con el jazz? ¿Su cuna fue el jazz?

–No. Yo empecé a tocar jazz medio por accidente. Mi data primaria viene por el lado de King Crimson y Spinetta, de la música clásica y del rock sinfónico, hasta que a los 15 años empecé a tocar el bajo fretless, vi a Pastorius en vivo, y ahí empecé con el swing, porque no encontraba con quien tocar la música que más me llamaba la atención, que era la argentina. No había músicos de folklore ni de tango en los ’80.

–Otra Argentina...

–Una Argentina que no reconocía sus raíces. Yo iba a ver a Dino Saluzzi y a la Negra Sosa, o escuchaba grabaciones de Hugo Díaz y me encantaban, pero no tenía con quién tocarlo, hasta que me llamó el Pollo Raffo, empecé con Monos y un día, a la mañana, me levanté y dije: “No quiero tocar más música extranjera, experiencia agotada”.

Se desvinculó de Monos con Navaja y empezó a codearse con el Chango Spasiuk, Liliana Herrero, los hermanos Villalba y –dato central– con Raúl Carnota, junto a quien grabó Reciclón, su primer disco de “folklore neto”, y no hubo marcha atrás: 18 piezas del más alto nivel vernáculo, la mayoría compuestas por Carnota, y un abrirse entre la selva a machetazos. “Se nos criticaba por ser muy jazzeros, cuando Raúl no tiene nada de eso, pero se vio una cosa de libertad y de juego, por más que estuviésemos manteniendo la estructura de la composición original del folklore”, dice. Después llegaron, más personales, Zamba para la compañera, con intervenciones de Spasiuk y Diego Schissi; Pergamino; Tupa; Verse negro; el mencionado Agua; Ares y mares y Dupló, junto a Micaela Vita, y el formidable trío Falú-González-Sánchez, que horneó para la posteridad formidables versiones de “Zamba del pañuelo”, del Cuchi Leguizamón, y “Vidala del que no está”, del mismo Juan Falú.

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González pasea por vidalas, chacareras, chayas y chamamés con talento y singularidad.
 
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