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Miércoles, 26 de septiembre de 2012

MUSICA › ALEJANDRO CARBAJAL, MáS ALLá DE LA INFLUENCIA DE JOSé CARBAJAL, EL SABALERO

“Mi veta más verdadera es la folklórica”

No quiso aprovechar la sombra de su padre para sacar provecho y por eso en su primer disco casi no se notaron nexos. Recién ahora el cantor busca las huellas de la música de raíz uruguaya.

 Por Cristian Vitale

En octubre del 2010, cuando su padre murió, Alejandro Carbajal tenía el disco casi listo. Un compendio de murgas, candombes, milongas y chamarritas que, justamente –y casi como una reparación histórica–, lo alineaba con la impronta de José, El Sabalero, su padre. “Me hubiese encantado que lo escuchara, pero se fue antes, rápido, imprevisto. Todavía estoy esperando que aparezca”, dice él. “Igual, lo pude compartir y los consejos que me daba el loco eran pocos pero sumamente certeros.” El nexo padre-hijo es inevitable para entrarle a Camino del tiempo, el tercer disco que graba y edita Alejandro Carbajal en sus casi 30 años de música. Inevitable e inédito, porque el hijo, contrario a lo que se pueda suponer, no ha construido su historia como espejo del padre. No hay, en sus trabajos anteriores, rasgos que lo identifiquen con el arquetipo de cantor popular y campero que impregnó el largo, nómade y sinuoso camino de El Sabalero. “Lo que quedó registrado y lo que no en mis discos anteriores tiene que ver con la salsa, la música brasileña, el latin jazz, el funk... esa era mi onda, pero ahora me estoy jugando más a lo folklórico, me estoy reencontrando con mis raíces”, sostiene.

De Sabalerito, entonces, Alejandro Carbajal tuvo poco hasta que ocurrió el giro. Había nacido en Juan Lacaze, cuando su padre trabajaba en la fábrica de tejidos del pueblo ladero de Colonia. Se había criado con su madre, a la que define como anarquista (“era la época de la dictadura y a mi casa venían a refugiarse muchos tupas perseguidos”) y una hermana en Montevideo, y había emigrado a Holanda, en 1980, con un fin consumado. “Nunca tuve dudas de que iba a ser músico”, evoca. En Amsterdam, donde vivió hasta 1993, y vive actualmente, grabó su primer disco solista (Ni dioses ni maestros), un debut con suerte dispar, y tocó el bajo como sesionista de infinidad de grupos de salsa, candombe, música brasileña y pop italiano. “Me gusta hacerlo. Soy músico y quiero tocar de todo, pero también porque todo lo que toco después lo aplico a mis arreglos, más allá de que en este disco estoy aplicando una veta más tradicionalista”.

–Tradicional más que tradicionalista porque, si bien el disco tiene un repertorio tradicional, suena aggiornado.

–Claro, los arreglos vienen de otro lado y eso nos lo dio el jazz y el funk... que te abren la cabeza. Llevo una vida indagando en estilos y algo que le debo a mi padre es que, precisamente, nunca se metió con mi música. Cada vez que hablábamos me decía “hacé lo que quieras”, no opinaba de la parte musical, pero sí en la parte de difusión, de cómo caminar con el producto... y de algunas letras, ¿no?: uno de sus consejos era “tenés que ser directo con la gente... o hablás de ella o de vos mismo, pero que haya un nexo inmediato”, y bueno, yo cambié varias cosas de las letras y me dio resultado.

El resultado está en la serie de versiones que Carbajal hijo grabó recorriendo la geografía musical del Uruguay y agregando pinceladas de otros lares y géneros. Entre varios temas propios, coló visitas a Zitarrosa –“Pa’l que se va”–, a Aníbal Sampayo mediante “La cañera” y a su padre por tres: “Chamarrita de los pobres”, “Pa’l abrojal” y la inmortal “Chiquillada”, con una manera de encararla equidistante de las versiones que Jorge Cafrune y Leonardo Favio colgaron en el imaginario folklórico rioplatense. “Una de las premisas con las versiones fue que la esencia de los temas no se perdiera, más allá de que metiera un baión dentro de una chamarrita, ¿no?, la idea fue que las canciones no perdieran su carácter y eso va en el canto, en la forma de decir: ‘Pa’l abrojal’ es el mejor ejemplo, es en el que más me parezco a mi padre y él me decía:‘No podés cantarla en inglés para que no se parezca a mí’.. la verdad que me resolvió un gran dilema”, se ríe.

–Y “Chiquillada” es más festiva, al menos que la versión que popularizó Cafrune...

–Claro, la transformamos en más rioplatense por el bandoneón, básicamente. Y también por la velocidad, sí. Viene al caso, porque hay algo que vos sos y, en mi caso, tiene que ver con esto ¿no?... con las chamarritas, el candombe, los cantores populares de mi tierra... hay algo que sos, porque naciste en determinado lugar, y mi veta más verdadera es la folklórica, más allá de que lo pueda fusionar o arreglar. Estoy en condiciones de afirmar que me descubrí.

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“Nunca tuve dudas de que iba a ser músico”, evoca Carbajal.
Imagen: Pablo Piovano
 
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