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Jueves, 17 de enero de 2013

MUSICA › YUSA Y ANA PRADA COMPARTEN UN CICLO EN CAFE VINILO

“Todo empezó como un juego”

Las cantautoras son muy diferentes entre sí, pero saben cómo explotar el contraste estilístico. Y se divierten mucho arriba del escenario. El espectáculo Crema y Chocolate es una de las buenas propuestas del verano porteño en música popular latinoamericana.

 Por Cristian Vitale

Momento Yusa. No estaba en los planes, pero la exigencia del público más el sí fácil que tiene la cubana cuando los instrumentos –cualquiera sea– proponen, le hacen ceder. Ve el piano, lo encara, se sienta frente a él y una bellísima versión de la balada “Es más, te perdono”, de Noel Nicola, va cerrando una noche impecable. Había tocado guitarra eléctrica y acústica. Había tocado tres cubano, bajo y cajón peruano. Había cantado y hablado, mucho. Había conmovido y hecho reír. Ahora, casi, hacía llorar. Momento Ana Prada. Imposible que falten sus dos canciones más bellas: “Tentempié”, demanda Yusa, y lo hacen ambas. “Soy pecadora”, gritan desde abajo, y también suena. Y así, los climas musicales van y vienen. Se cruzan y entremezclan. Juegan. Ambas juegan. “Hay momentos en que no tenemos la menor idea de lo que va a pasar. Si bien definimos la lista de temas, hay muchos momentos librados al azar del día. Nosotras estamos vacacionando acá y también nos queremos divertir”, es lo primero que se le ocurre decir a la uruguaya apenas terminado el show, en camarines y frente a un lomito completo que espera por su boca. “Totalmente. Esto no fue premeditado y eso es lo bueno, porque al no ser premeditado es más divertido: no hay ninguna concesión y por eso, claro, hacemos lo que queremos. Es muy jazzy la cosa, se va definiendo sobre la marcha”, interviene Yusa.

Primeras aproximaciones al dueto que ambas cantautoras, nodales para la música latinoamericana de hoy, iniciaron el jueves pasado en el Café Vinilo (Gorriti 3780) y que proseguirá todos los jueves hasta fin de mes bajo el nombre de Crema y Chocolate. Secuencias, al cabo, de un cruce lúdico –con tintes teatrales, incluso– que habla de un todo posible. De dos cantautoras muy diferentes entre sí que saben bien cómo explotar el contraste. Cómo unir en la diversidad, el talante universal de una cubana que se toca todo –rock, pop, funk, rumba, trova y lo que venga– con el ideal de belleza que, desde lo simple y cotidiano, protege la mirada de la uruguaya. Swing y melancolía. Cadencia y riesgo. Extroversión y timidez. Corazón. “La verdad es que yo siempre termino tocando con personas con las que tengo empatía”, sentencia Yusa, diminutivo de Yusimil, nombre de origen europeo (del Este) que le pusieron sus padres cuando la trajeron al mundo hace casi 40 años. “Para mí, no sé, Yusa es como el punto exacto de cocción entre el virtuosismo académico y la cosa popular, lo sanguíneo. Esos dos ingredientes juntos forman un cóctel explosivo mental y físico ¿no?... es como el eslabón perdido entre esas dos escuelas”, define la Prada, que está por editar su tercer disco (sucesor de Soy sola y Soy pecadora) esta vez a dúo con Teresa Parodi.

–¿Está de acuerdo, Yusa?

–Lo que dice Ana corre por cuenta de ella, pero me alegra que piense así, porque este viaje que estamos haciendo juntas es el que a mí me hizo amar la música: tener la libertad de hacer un coro, de tocar el cajón, de improvisar lo que quiera, y eso está bueno porque te pone en otro rol. La música crece de otra manera. No siempre tiene que ser todo estructurado como dogma de academia ¿no?... eso es pesado. Yo estudié música clásica, hice todo el conservatorio en Cuba y, a la hora de hacer canciones tuve que desaprender todo eso. De hecho, cuando toco las canciones de Ana se me complica porque es más difícil ser minimalista que tocar mucho... tener esa cosa profunda de lograr conmover con cinco notas es realmente un desafío para un músico de academia.

Yusa y Prada están relajadas en serio. Se nota durante el concierto (dos horas a sala llena y con el pianista Ariel Polenta como nexo) y luego en la charla. Ambas se conocen desde antes de conocerse. La cubana habla de “Tentempié”, como una de las canciones que la acompañó en varios días de tristezas y alegrías. “Parte de lo que yo pienso hoy tiene que ver con Ana, con sus letras, con su forma de pensar, con la manera en cómo aborda sus canciones, la verdad es que tiene una manera de lirismo nueva”, dice. La uruguaya habla de la primera vez que la vio en acción: “Fue en un DVD. Ella había acompañado a Lenine en una gira por París como bajista y realmente me impresionó. Es un material de antología, donde Yusa canta algunos temas de ella, también. Tenía su figura allá arriba... Lenine, París, y ahora la tengo acá, tocando al lado mío”, se ríe. “Puede que nos estemos tirando muchas flores, pero nos queremos tanto que es difícil ser objetivas.” Tras tales acercamientos a distancia, ambas concretaron el face to face en un lejano Bafim y, desde allí, fluyeron los encuentros. “Empecé a frecuentar la casa de Yusa en La Plata. Me acuerdo de que hacíamos hits románticos en inglés, y nos reíamos mucho. Después la invité a la presentación de Soy Pecadora en el Ateneo, digamos que todo empezó como un juego”, evoca Prada.

–Y lo sigue siendo, sobre todo cuando para la música y se ponen a repartir helados al público...

Ana Prada: –(Risas.) De crema y chocolate, claro. Es una buena forma de marcar el contraste, y lo sabroso que puede salir de él, ¿no? Ella es el swing, el talento, la extroversión y la sabiduría. Yo, la melancolía, la introversión y las canciones simples. De alguna manera representamos las formas de ser de ambos lugares que, en algún punto, se encuentran.

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La cubana Yusa y la uruguaya Prada actuarán juntas todos los jueves hasta fin de mes.
Imagen: Leandro Teysseire
 
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