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Miércoles, 21 de agosto de 2013

MUSICA › EGBERTO GISMONTI Y OTRO DE SUS “ENCUENTROS ENTRE AMIGOS”, ESTA NOCHE EN EL GRAN REX

“La música es una puerta abierta de libertad”

Al guitarrista y pianista brasileño le gusta el ambiente familiar de sus conciertos, especialmente en Buenos Aires. “Todos los días le agradezco a la música por haberme elegido”, dice.

 Por Karina Micheletto

Una nueva llegada de Egberto Gismonti a la Argentina será una nueva oportunidad de ratificar eso que el guitarrista, pianista y compositor brasileño define como “un verdadero encuentro entre amigos”. Es que en sus sucesivas visitas, tanto sobre un escenario como desplegando su vocación docente, en clases magistrales que los asistentes recuerdan por su forma y contenido, ha construido una relación que ya es familiar para muchos. Lo mismo que de sus clases puede decirse de su música: podría inscribirse en muchas tradiciones distintas, pero no cabe exactamente en ninguna. Hoy a las 21, en el escenario del teatro Gran Rex, volverá a concretarse eso que Gismonti evita calificar como un concierto, con sus reglas de pautas y repertorios. “No puedo pensar en preparar un ‘guión de conversación’, eso es algo que se da naturalmente”, explica –con naturalidad– Gismonti sobre su idea de repertorio para esta noche.

–¿Pero al menos hay obras que “no pueden faltar”?

–Sinceramente no lo sé. Por una cuestión simplemente práctica comenzaré tocando guitarra y después piano, en ese orden.

–¿No alterna los instrumentos?

–No, por dos razones: la primera, la amplificación. Para mí es importante que el piano no sea amplificado. Y en este caso, existiría una diferencia sonora muy grande entre el piano, totalmente acústico, y la guitarra, que sí tiene alguna amplificación. Pero además, porque los instrumentos son muy diferentes entre sí. Y yo me siento mejor, más concentrado, tocando una parte del concierto con la guitarra, y otra con el piano, más allá de que haya o no un intervalo entre la primera y la segunda parte.

–Como aspiración máxima, ¿qué es lo que desea provocar en la gente que va a ir a escucharlo?

–Creo que la función más importante de la música es la de ayudar a que la gente crea que la vida es posible y más fácil de lo que parece; que la esperanza está directamente relacionada con la reverencia; que la música es una puerta abierta de libertad para el que la hace y para el que la escucha; que la calificación de la música es dada por quien escucha; la duración de la existencia de la música es permitida por quien escucha.

–Y en ese sentido, ¿cuál ha sido el piropo más bello que le han dicho como artista?

–El mejor elogio no es dicho con palabras. Es el que sucede en algunos lugares –y muchas veces en Buenos Aires– y lo que veo desde el escenario cuando me dirijo al público: veo muchas parejas de mi generación con sus hijos y a veces con sus nietos... Repito lo que ya dije muchas veces: los verdaderos responsables de lo que hago son aquellos que me apoyaron siempre y que me permitieron profesionalizarme y reverenciar la música por encima de todo. El mayor elogio que recibo es reconocer y sentir el ambiente familiar que usualmente aparece en los conciertos que doy, sobre todo en Buenos Aires. Uno de los mejores elogios de mi vida fue en el Teatro Colón, el 21 de abril 2003. No es que tenga una memoria excepcional para fechas de conciertos: para los brasileños, el 21 de abril representa el día de la muerte de Joaquim José da Silva Xavier “Tiradentes”, representa el primer día de sueño de libertad en relación con la colonización. Otra razón para recordar la fecha del Colón es que el 22 de abril de 1500 es la fecha oficial del descubrimiento de Brasil y de la llegada de los portugueses al territorio brasileño.

–¿Y por dónde cree que pasa la ligazón que ha logrado, con un público que como dice ya abarca más de una generación?

–No lo sé exactamente... Imagino que pasa, sobre todo, por la benevolencia de la gente, por la entrega de la gente, por la aceptación de la música que hago... Es muy difícil hablar sobre esto porque no se trata de lo que hice, sino de lo que recibí. Lo que sí sé es que todos los días le agradezco a la música por haberme elegido como uno de sus representantes.

–Suele dar clases y clínicas en sus visitas. ¿Qué es lo que le atrae de esa tarea docente?

–Digamos que realmente me gusta encontrarme con gente para conversar, sean músicos o no. Cuando ese encuentro se da entre músicos, me gusta hablar de mi forma de entender la música, como mi guía mayor. Tengo una convicción que me gusta compartir, pero también debatir, en esos encuentros: le di mi vida a la música; sé que la música no existe de manera concreta; no puede ser vista, medida o tomada entre las manos; reverencio la música todos los días; me preparo todos los días para que ella, la música, me siga queriendo y me siga acompañando a todos lados; si estoy feliz o triste, esperanzado o más bien abajo, recurro a ella.

–Usted fue uno de los primeros en luchar para que su música pueda ser bajada gratuitamente de Internet. ¿Por qué entabló esa lucha y en qué estado está en la actualidad?

–La verdad, nunca conseguí alcanzar el sueño que perseguí: ¡la gratuidad! Mi sueño era y sigue siendo darles mis discos gratis a las personas que me dieron la posibilidad de mi vida profesional como músico, instrumentista, compositor, arreglador... El público siempre fue el principal elemento de sustentabilidad de mi vida profesional. ¿Y por qué quiero dar gratis mis discos? Después de 66 discos, 29 películas, 23 obras teatrales, 25 ballets, necesito retribuir mejor a los que financiaron mi vida profesional.

–¿Y por qué dice que no puede cumplir ese sueño, acaso no es el dueño de la música que quiere “regalar”?

–Doy un ejemplo concreto: sin muchas explicaciones jurídicas pido que mis 18 discos grabados por EMI Brasil sean relanzados en Japón, para ser comercializados por un valor bien menor al usual para los relanzamientos. Eso fue lo máximo que llegué a acercarme a mi dueño de “gratuidad”. Pero otro ejemplo fueron los relanzamientos hechos en Brasil en dos cajas con tres CD completos (caja plástica, booklet, CD). Arreglé todo para que fuesen vendidos por un valor muy pequeño. Después de algunas semanas de los lanzamientos, descubrimos que en algunas tiendas se vendían los CD por separado, cobrando precios más altos de los que pretendíamos. Fue una decepción muy grande. Continúo intentando descubrir la fórmula mágica para poder dar, gratuitamente, mis discos reeditados. Quién sabe si un día la encuentre...

–Cuando piensa en influencias, ¿cómo se define usted mismo?

–En la ciudad en que nací, Carmo, existen las mejores respuestas a su pregunta:

1) Me dicen “guibérrto, hijo de Ruth y de Camilo”.

2) Soy hijo de una italiana y de un árabe que, teóricamente, no podían vivir juntos. Soy inmensamente feliz de que ellos hayan superado todos los preconceptos para vivir juntos y felices.

3) Soy nieto de Antônio Gismonti (sastre y compositor de valses extraordinarios) y sobrino del tío Edgar, hijo de Antonio, director de banda, gran compositor y mi ídolo musical y personal.

4) Soy fruto de la mixtura que identifica a los brasileños y que llamamos miscigenacao.

6) Soy un músico solista de dos instrumentos que tradicionalmente representan cosas antagónicas. Mi padre decía: “Debes estudiar un instrumento aristocrático”, mi madre decía: “Está bien el pianoforte, ¿pero dónde estará la serenata?”

En resumen, puedo decir que sigo buscando entre la aristocracia de la serenata y la serenata aristocrática. Cuando encuentre algo, le aviso.

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“Si estoy feliz o triste, recurro a la música”, dice Gismonti.
 
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